Capítulo 25

3K 634 133
                                    

Durante las siguientes dos semanas, todo marchó normal

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Durante las siguientes dos semanas, todo marchó normal. Paloma iba a la escuela, Ferrán la dejaba allí antes de ir a trabajar de mimo, como siempre. Luego, ella venía junto a él y almorzaban juntos, en ocasiones con las chicas.

Por las tardes, algunas veces ella iba a lo de su abuela a hacer sus tareas o estudiar, y otras, se quedaba con Ferrán y se reía de todo lo que él hacía. Mel nunca lo había visto tan feliz y creyó que aquella tristeza pesada que acompañaba su mirada, había desaparecido por completo.

Los tres habían llegado juntos a la fiesta de Lauri, que había sido una noche muy emotiva. Sebastián pidió su mano delante de todos sus amigos y concretaron la boda para dentro de tres meses.

Camelia, por su parte, seguía teniendo sueños extraños. Todas las noches aparecía en la misma casa, luego de atravesar el bosque y el vivero con la misma mujer. Después, ella la dejaba sola en la habitación en la que cada vez aparecían más cosas, un sofá color negro, una mesa de centro sobre la alfombra azul, un cuadro sobre la chimenea, un portarretratos con una foto que no lograba ver. Y se despertaba.

El sueño la estaba perturbando, por un lado creía que era su abuela que le avisaba que se estaba metiendo donde no debía, que ese hogar no era suyo y que no le pertenecía, pero su amor por Ferrán crecía y crecía y no era capaz de alejarse de él ni de la pequeña que ya había ganado su corazón, y a la vez esos sueños le daban mucha paz.

Paloma le había pedido que la acompañara al colegio en un mes, le había hecho prometer que iría. Era una actividad anual a la cual los niños iban con sus familias, era una exposición de arte cuyo tema de ese año era La esperanza.

—¿Por qué no vas con tu abuela o con tu tía? —dijo Mel con incomodidad—. No quería que la niña sufriera más y no le parecía ocupar ese sitio.

—No... no, debes ir tú —pidió la muchacha—, por favor.

Mel terminó por aceptar, pero lo comentó con Ferrán, que le dijo que no se preocupara, que sería muy bonito que fueran los tres, que Paloma hacía tiempo que no le pedía a él que la acompañara a ninguna actividad del colegio.

Sus noches habían cambiado, a veces iba a casa de Ferrán a cenar y otras ellos venían. Los viernes seguían siendo de las chicas y los sábados solían salir a comer, casi siempre solos, pues Paloma se quedaba con su abuela.

El viernes, Mel deseaba llegar a la casa de Mariana, donde sería su reunión acostumbrada. Necesitaba hablar con ellas de la invitación de Ferrán de ir a comer a la casa de Alma al día siguiente. Así que esperó a que llegara la cena que habían pedido por delivery, y cuando se sentaron a la mesa, les habló.

—Chicas, necesito... hablar algo con ustedes...

Mariana y Lauri la miraron con sorpresa. A pesar de que Mariana solía hablar con ella a menudo, nunca había sonado tan formal y no solía querer tocar sus temas personales en las reuniones de los viernes.

Cuéntame un secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora