Capítulo 39

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—¿Qué es esto? —preguntó Camelia confusa

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—¿Qué es esto? —preguntó Camelia confusa.

Lauri y Mariana se miraron y entrecruzaron una sonrisa cómplice.

—No sé, ¿no es tu casa? —preguntó Lauri—. Tú deberías saberlo...

—Yo...

Entonces, apareció Paloma, que vestida como un mimo hacía unas muecas que provocaron la risa de las tres mujeres, y con unos gestos divertidos las llevó hasta la sala, donde era obvio que alguien había cambiado las cosas de lugar. En el medio, estaba un sillón individual que tenía a su derecha y su izquierda dos sillones dobles. Paloma tomó la mano de Mel y la guio para que se sentara en el medio, entonces, Mariana y Lauri desaparecieron en su habitación, sin que ella tuviera tiempo de percatarse.

Paloma, caminó hacia el frente, e hizo un gesto afirmativo. Una pantalla blanca que Mel no supo de dónde salió, bajó con lentitud, y una música comenzó a sonar de fondo. Paloma señaló la pantalla y se desapareció hacia un lado.

Mel la siguió con la vista, pero ante un movimiento, volvió la vista a la pantalla. Allí se podía ver un libro de color blanco, con las letras de su nombre en dorado. El libro se abrió y entonces, apareció la palabra Capítulo 1, en la misma tipografía dorada, y de fondo se oyó la voz de Ferrán.

—Me gusta pensar que la vida es como un libro en blanco y que cuando nacemos nos dan un lápiz invisible con el cual cada uno podemos escribir los capítulos. —Una foto de Mel cuando era bebé en brazos de sus padres, apareció en la pantalla—. Cuando somos chicos, quizá son otras personas las que lo escriben por nosotros, aunque siempre podemos darle nuestro toque —continuó mientras la pantalla proyectaba imágenes de una niña a la que Camelia hacía mucho había olvidado—. A lo largo de la historia de nuestras vidas, nos suceden cosas inesperadas, algunas bellas y otras no tanto, y nuestras historias están tan relacionadas con la de nuestros seres queridos, que lo que nos pasa, se mezcla con lo que les pasa a ellos, es decir, somos personajes secundarios en la historia de sus vidas, mientras somos principales en las nuestras.

Un pequeño bebé aparecía en escena junto a la niña, era Ian, recién nacido, en brazos de su hermana y rodeada por sus padres. Mel dejó que las lágrimas fluyeran por sus mejillas.

—Algunas de esas personas, se convierten en seres tan especiales, que pasan a coprotagonizar nuestras historias de vida y, en muchas ocasiones, nuestras decisiones, tienen que ver con acciones que harán felices a esas personas.

Cuando Ferrán dijo todo aquello, la pantalla se congeló en una foto de Mel con Ian, cuando él iniciaba el secundario, sus padres ya habían fallecido.

—Me gusta pensar que nuestras vidas están marcadas por ciertas decisiones que cambian para siempre el futuro de nuestra historia, igual que esos juegos que yo solía jugar de pequeño en los cuales debía elegir entre la puerta verde o la roja, o entre la piedra o la estrella fugaz.

Cuéntame un secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora