Capítulo 6

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Camelia se integró de nuevo al trabajo al día siguiente, a pesar de que el médico le había indicado dos días más de reposo, ella no sintió que los necesitara. En realidad estar allí le hacía sentir bien, se divertía y pasaba buenos momentos con sus amigas. Y muy dentro de ella, y aunque no deseaba admitirlo, quería ver al mimo que rondaba las esquinas del hotel.

Mariana y Lauri la recibieron con alegría, le pusieron unos globos en la oficina y un cartel escrito a mano que decía: Bienvenida. A Mel le pareció exagerado, pero lo disfrutó. Cerca de la hora del almuerzo, las tres amigas salieron rumbo a la pizzería, entonces vieron a Ferrán, maquillado y disfrazado como siempre, quien se acercó a ellas y sin hablar, comenzó a seguirlas y remedarlas.

Las chicas reían sin parar, y él también parecía divertido. Luego, justo antes de que ingresaran al local, él se detuvo frente a Mel y le cubrió el paso. Ella se quedó allí y puso los ojos en blanco, Ferrán colocó los brazos en jarra y el torso para atrás, frunció las cejas y los labios para mostrar un gesto exagerado de enfado.

—No puedo creer que seas el hombre que ayer nos estaba hablando de usted —dijo Lauri en tono desenfadado—. Vamos, Ferrán, dinos algo —bromeó.

El hombre negó con la cabeza e hizo una mímica como si se cerrara una cremallera en la boca.

—¡No puedes ser tú! —exclamó Lauri—. No me lo creo —afirmó.

—¿No me vas a dejar pasar? —inquirió Mel intentando pasarle por un costado.

Ferrán negó. Luego hizo un gesto con su mano como señalando su brazo enyesado y otro que parecía esperar una respuesta.

—¡Ah! ¿Esto? Es que un loco me chocó —dijo Mel—, por eso traigo este yeso —añadió.

Lauri y Mariana comenzaron a reír.

—¿Era eso lo que querías saber? —inquirió Mel con tono inocente.

—¿Les está molestando este hombre? —quiso saber el dueño de la pizzería, que salió para ver qué sucedía en la puerta de su local.

—Para nada, es amigo nuestro —se apresuró a decir Mariana.

El dueño las miró a las tres, y luego dio una mirada de desagrado a Ferrán, quien se hizo a un lado para que Mel pasara. Las tres se despidieron con un gesto de la mano e ingresaron al local, Ferrán fingió enfado, dio media vuelta y desapareció hacia la calle.

—¡Qué extraño! —exclamó Lauri—. ¡Ese hombre es un misterio!

—¿Por qué no investigas qué hay atrás de esa máscara? —dijo Mariana mirando a Camelia.

Ella solo negó, sin embargo, su corazón latía acelerado, nunca antes había sentido tal emoción, esa alegría por ver a alguien, esa sensación de que no quería que el momento se esfumara.

Cuéntame un secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora