Capítulo 21

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De común acuerdo, decidieron no decir nada esa noche, aún no tenían muy claro cómo reaccionaría Paloma, aunque por lo que le había dicho a Ferrán, él pensaba que de alguna manera lo aceptaría

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De común acuerdo, decidieron no decir nada esa noche, aún no tenían muy claro cómo reaccionaría Paloma, aunque por lo que le había dicho a Ferrán, él pensaba que de alguna manera lo aceptaría.

Todavía envueltos en la magia y la emoción del amor recién descubierto, llegaron a la sala de juegos y observaron a la niña ganar a Lauri en un juego de ping pong. Mariana era la encargada de contar los puntos y Lauri le reclamaba que estaba a favor de la pequeña.

—Es hora de dormir, chicos, mañana hay mucho que hacer —ordenó Mariana cuando el partido acabó—. Ha sido un buen día —añadió.

Entonces, Mariana, Lauri y Mel fueron a su habitación, mientras que Paloma y Ferrán a la suya.

—¿Ya son novios? —preguntó la niña cuando entraban—. ¿O siguen con lo de solo somos amigos? No creas que no me di cuenta de que las amigas de Camelia pretendían distraerme mientras ustedes... quién sabe qué hacían...

Ferrán sonrió.

—Acuéstate. Es hora de dormir —añadió.

—Pero admito que me divertí mucho, ¡Lauri es genial! —exclamó—. ¿Tú? ¿La pasaste bien? ¿Le has dicho que se veía muy bella en el traje de baño?

—Lo olvidé, pero prometo decírselo.

—Ay, papá, eso es importante —añadió ella.

—Bueno, se lo diré... lo prometo... Ahora a dormir.

Paloma no dijo nada, pero se acostó en la cama y observó el techo, estaba muy feliz.

—Paloma, ¿por qué has dicho que Mel era la indicada? —quiso saber Ferrán también con la vista fija en el techo.

—Eso es un secreto que aún no te lo puedo revelar —dijo la niña, fingió un enorme bostezo y cerró los ojos—. Tienes que descubrirlo por ti mismo —añadió.

Eran casi las tres de la mañana, cuando salió de su cama agitada por un mal sueño. Observó a Ferrán que dormía plácidamente y no lo quiso despertar, así que se dirigió a la habitación de las chicas en sumo silencio para que él no lo notara, golpeó la puerta y Camelia fue la que le abrió. Ella tampoco podía dormir tras lo sucedido horas antes y no podía sacarse la triste historia de Ferrán de la cabeza, junto con un sin fin de preguntas que la atormentaban.

¿Acaso se merecía ella irrumpir en una historia de amor eterno y perfecto como la de Abril y Ferrán?

—¿Qué haces aquí? —susurró la muchacha.

—¿Puedo dormir contigo? —dijo la niña.

—¿Ferrán sabe que estás aquí? —inquirió.

—No se despertó, por favor... quiero acostarme a tu lado esta noche —insistió—. Tuve una pesadilla y... tengo un poco de miedo —admitió.

Cuéntame un secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora