Capítulo 34

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Ferrán se encontraba preparando el café, mientras miraba con cariño el cuerpo de Mel tendido sobre el sofá

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Ferrán se encontraba preparando el café, mientras miraba con cariño el cuerpo de Mel tendido sobre el sofá. La bata se le había abierto en la noche y uno de sus senos estaba completamente afuera. Sabía que debía cubrirla, pero la observaba con placer y culpa, solo por un instante.

Llevó las tazas humeantes de café y las colocó en la mesa. Observó la foto de Abril que descansaba en el libro abierto de Paloma y le sonrió. Así era como la recordaba, feliz, sonriente, brillante.

—Gracias... —susurró y luego guardó la foto en el libro y lo cerró.

Iba a cubrir a Camelia cuando la puerta se abrió. Un muchacho joven ingresó y observó la escena.

—¿Quién eres? —inquirió Ferrán nervioso.

—Creo que yo debería hacer esa pregunta —respondió él.

—¿Ian? —preguntó al recordar que ese día debía llegar el hermano menor de Camelia.

—Y espero que tú seas Ferrán —respondió él.

—Así es —dijo y se acercó a saludarlo pasándole la mano.

—Un gusto... No esperaba interrumpir —añadió el chico metiendo una pequeña valija.

—No lo has hecho... ha sido una noche larga...

—Sí... lo imagino... —respondió el muchacho mirando a su hermana.

—No, no es lo que imaginas —se apresuró Ferrán a decir mientras caminaba hasta Mel y la cubría con la manta.

—Qué mal —suspiró—. Pero bueno... ¿Viajan hoy?

—Así es... —dijo Ferrán—. ¿Quieres café?

—Sí... sería genial —admitió y se sentó en la mesa.

—¿Papá? —dijo Paloma acercándose a la sala y observando con curiosidad a Ian.

—¡No! ¡Imposible, yo no puedo ser tu padre! —dijo Ian y Ferrán se echó a reír.

—¿Qué pasa, cariño? —inquirió.

—Qué bueno que viniste... —dijo la niña acercándose a abrazar a su padre—. ¿Tú eres Ian? —inquirió.

—Sí, y tú tienes que ser la pequeña Paloma —dijo el chico y le guiñó un ojo—. Mi hermana me ha hablado mucho de ti.

—Y a mí de ti —respondió ella con una sonrisa dulce.

Caminó hasta Mel y la despertó.

—¡Mel! ¡Mel! Papá e Ian están aquí —dijo y la chica abrió los ojos.

—¿Ian? —inquirió levantándose de un salto. Entonces corrió a abrazarlo—. ¡Qué gusto verte! ¿Llegaste bien?

—Sí... y ya he conocido a la familia —respondió con una sonrisa.

—He preparado el café, mi amor, ¿quieres? —preguntó Ferrán acercándose a ella y besándola en la frente.

—Sí... iré a cambiarme —dijo y luego miró a Ian—. Ha sido una noche complicada...

—Sí, ya me enteré, lástima que no en el sentido que me imaginé —dijo encogiéndose de hombros y fue Paloma la que rio de aquella broma haciendo que su padre levantara las cejas con sorpresa.

Mel se fue a la habitación para vestirse y regresó a los pocos minutos, para sentarse con ellos a tomar el café.

Observó a Paloma riendo con Ian por un chiste que él había hecho, y a Ferrán revisar su teléfono mientras también reía por lo que sea que dijo Ian, y se sintió en casa, en ese hogar del cual Abril había hablado en la carta, un hogar que no es un sitio físico, sino un lugar en el alma donde uno encuentra paz junto a los que ama.

—¿A qué hora salen? —preguntó entonces Ian.

—A la tarde, pero no he preparado mis cosas aún —dijo ella.

—Ni yo... Será mejor que me vaya y lleve a Paloma a recoger sus cosas para ir a lo de su abuela, luego prepararé mi maleta y... ¿tú la llevarás al aeropuerto? —inquirió Ferrán viendo a Ian—. ¿O quieres que pase por ti?

—Yo la llevaré, así tenemos un tiempo para conversar —dijo él.

—Está bien... solo no se te ocurra no aparecer —pidió Ferrán con un dejo de temor en la mirada.

—No, ahí estaré, lo prometo —dijo con una sonrisa.

—Veo que arreglaron todo —añadió Paloma con un pedazo de pan en la boca—. Qué bien, porque ya estaba cansada de sus tonterías. ¿Por qué los adultos son tan complicados? —dijo y miró a Ian que se echó a reír.

—No lo sé, Paloma, no lo sé... pero pronto lo averiguaré y cuando lo sepa vendré a contarte —añadió él con una risa divertida.

Un rato después, Ferrán y Paloma se despidieron. Mel abrazó a Paloma y le dijo que le traería algo de Galicia, que fuera obediente y se portara bien con la abuela, la niña asintió y le pidió que no se preocuparan por ella, que estaría bien y que ella lo disfrutara mucho. Ian observó la escena y se sintió feliz, vio el amor con que su hermana trataba a esa gente y pudo darse cuenta que ella lo había logrado, que había luchado con el fantasma que había congelado su corazón y lo había derrotado al fin.

Bueno, sé que este capítulo es corto, así que hoy les traigo otro más, enseguida lo subo

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Bueno, sé que este capítulo es corto, así que hoy les traigo otro más, enseguida lo subo.

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