Capítulo 20

3.1K 735 193
                                    

Luego de una agradable velada, Lauri invitó a Paloma a ir a la sala de juegos del hotel, Mariana decidió acompañarlas y Mel quedó sola con Ferrán

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Luego de una agradable velada, Lauri invitó a Paloma a ir a la sala de juegos del hotel, Mariana decidió acompañarlas y Mel quedó sola con Ferrán.

—¿Qué sucedió? —inquirió entonces ella consciente de que Paloma interactuaba de manera cariñosa con Ferrán.

—No lo sé, tú has hecho la magia —dijo él—. ¿Cómo podré agradecerte? ¡Es un milagro! —exclamó.

—Yo no hice nada... —respondió Mel.

—Claro que sí... Has hecho algo, no sé qué, pero lo has hecho... Hablamos hoy, le pedí disculpas y ella a mí, nos abrazamos... ¿No es genial? No sabes el peso que he soltado —añadió y suspiró—. Todo gracias a ti...

—Deja de decirlo, no he hecho nada —insistió Mel—, era lógico, solo debíamos mostrarle el maravilloso hombre que eres, te dije que no podía ser tan difícil que conquistaras su corazón.

Ferrán negó con una sonrisa amorosa y el corazón hinchado de gozo ante sus palabras.

—¿Vamos a dar un paseo por la playa? —inquirió él.

Mel asintió y un momento después estaban caminando bajo una intensa luna llena.

—Yo solía ser una persona muy ocupada, Camelia, de esas que nunca tienen tiempo para mirar la luna o disfrutar del aroma de una flor... Trabajaba mucho para brindarles lo mejor a ellas, solo quería que no les faltara nada y pensaba que esa era la forma correcta —comentó un rato después de que iniciaran la caminata—, me crie así, en una familia de culturas tradicionales y severas, mi padre era un hombre ausente, pero nunca nos ha faltado nada. No lo entendí... no lo entendí hasta que fue demasiado tarde...

—Nunca es demasiado tarde, Ferrán —dijo ella en un intento de brindarle ánimo.

Mel no se reconocía a sí misma, pero le gustaba la persona que estaba siendo ese fin de semana. Se sentía bien por poder ayudar, por haber, de alguna manera, quitado un peso de encima de las espaldas de Ferrán y de Paloma. Y no solo eso, de alguna manera se sentía segura y a gusto, como si sus fantasmas no fueran ya tan poderosos.

—Todo sucedió muy rápido en mi vida, conocí a Abril cuando éramos unos niños, su padre era diplomático y se mudaron a Galicia a dos casas de la mía... La amé desde el mismo instante en que la vi, ¿sabes? —inquirió y Mel asintió—, nos hicimos novios cuando teníamos catorce años y nos dimos nuestro primer beso un año después, a los quince... eran otras épocas —afirmó con una sonrisa—. Abril se embarazó cuando teníamos veinticinco años y sin dudarlo, me casé con ella. Lo único que quería era una familia y lo había conseguido...

—Qué bonita historia de amor —agregó Mel pensando que parecía una de sus novelas.

Miraba a Ferrán con ojos soñadores, observaba sus facciones a la luz de la luna y se asombraba ante aquel amor tan tangible que era capaz de emanar de él. Ahora podía entender mejor el dolor que percibía Mariana en su mirada, la tristeza que escondía.

Cuéntame un secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora