Epílogo

4.2K 690 189
                                    

Era 15 de marzo, el clima estaba soleado y el viento soplaba con suavidad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Era 15 de marzo, el clima estaba soleado y el viento soplaba con suavidad. Camelia caminaba con tranquilidad mientras observaba la naturaleza y se embebía de la vida que le rodeaba. Hacía tiempo que había aprendido a apreciar desde una flor hasta los rayos del sol y agradecer por cada una de las pequeñas cosas que le recordaban la belleza de la vida.

Llegó al cementerio, como cada año, pero esta vez sola. Paloma y Ferrán no tardarían en llegar, habían quedado en encontrarse allí en una hora, pero ella había decidido adelantarse. Había algo que hacía tiempo quería hacer y todavía no había encontrado el momento exacto.

Mientras caminaba, recordó aquel día del accidente, ya tan lejano, cuando la vio por primera vez unos minutos antes de que Ferrán ingresara a su vida y todo comenzara a cambiar para bien. Era un 15 de marzo también, al igual que el día que Abril partió al más allá.

Llegó a su tumba y se sentó en el suelo, colocó con cuidado las camelias que llevaba en sus brazos sobre la lápida que rezaba su nombre y sonrió. Entonces, sacó de su cartera una carta que desdobló y se dispuso a leer.

Querida Abril:

Recibí tu carta hace ya algún tiempo, y siempre sentí que debía contestártela, pero no sabía muy bien qué decir o qué hacer... En aquel entonces, aún me faltaba entender muchas cosas que tú en tu corta vida y bajo la acechanza de la muerte, habías logrado comprender.

Te contaré un poco de tus tesoros, de nuestros tesoros. Ferrán es un hombre maravilloso, bueno, eso ya lo sabes, pero no puedo dejar de subrayarlo a cada rato, porque lo amo con locura. Su amor ha sanado todas mis heridas y me ha ayudado a salir de mi centro para convertirme en una mejor persona. Tú bien lo has dicho y les has enseñado a los tuyos, el amor sana y libera y es mejor dar que recibir. Ferrán me dio la oportunidad de dar, de darme, de entregarle mis penas y dolores, aquellas que desgarraban mi alma y deshacerme de ellas de una vez por todas. Nunca me juzgó, esperó paciente, respetó mis silencios y mis palabras, mis miedos y mis secretos, y se fue metiendo lentamente en mí, para rescatarme de aquel oscuro sitio en el que yo me escondí del mundo, del amor y de la gente.

Paloma, ella es como un ángel en mi vida. Su personalidad chispeante, valiente, decidida, me ha enfrentado con la niña que un día fui y a quién había olvidado por completo. A veces los adultos perdemos nuestra propia esencia tras miles de máscaras que cuando nos damos cuenta, ya están pegadas a nuestras caras y ya no sabemos quiénes somos. Eso también me lo enseñaron ellos. Paloma me ayudó a quitarme esas máscaras, si tiró a mis brazos sin paracaídas y me obligó a sujetarla cuando yo ni siquiera me sentía capaz de sujetarme a mí misma. Pero ¿cómo iba a dejarla sola? Si a la vez que era fuerte era frágil. En su rostro rememoré mi infancia, en su abrazo me abracé a mí misma, con su confianza ciega confié otra vez en mí misma, y eso lo entendí en tu carta. Ella supo desde que nos conocimos que era yo, porque tú lo supiste primero que todos. Tengo guardado a fuego en el pecho, la noche que durmió en mis brazos por primera vez, y me dijo que me había estado esperando. No lo entendí, hasta que leí tu carta.

Gracias por confiar en mí, tanto como para entregarme tus personas más amadas, ahora comprendo el amor del que en aquella carta hablabas, ese que se expande en el pecho y abarca mucho más de lo que somos capaces de entender. Nunca te lo dije, pero también te amo, porque tú eres parte de ellos y a ellos los amo tanto, que tú pasas también a ser parte de mí. Estamos unidas de una manera que la transitoriedad de la vida no es capaz de entender, nos une un amor que va más allá del mundo. Tú has amado tanto a los tuyos que me los has entregado en un enorme gesto de amor y confianza, y yo, me enamoré tanto de ellos apenas los conocí que los dejé entrar a mi mundo, y así he recibido de ti el mayor de los regalos que la vida me habría podido dar.

Ahora la familia va a crecer, pese a lo que alguna vez dijeron los médicos, en unos meses tendré en mis brazos a un niño que saldrá de mí y que enriquecerá aún más la unión y el amor que habita en nuestro hogar. Estoy feliz, he criado a hijos ajenos y me siento más que lista para criar al mío propio. Ferrán está contento, y Paloma ni qué decir. La vida se abre caminos de maneras misteriosas y lo único que al final importa es dar y recibir amor, todo el que podamos durante esta vida. Eso lo aprendí de ti, de tu historia, de tu recuerdo, de tu alma, de tu carta, de tu vida.

Quería contarte que ahora disfruto cada instante porque sé que es efímero, que no vale la pena encerrarse en el pasado ni en el dolor, que ahora comprendo cuando me dijiste que el dolor debe servirnos para ser mejores y aprender, no para anclarnos al pasado. Cuando pienso en los muchos años que he desperdiciado envuelta en el temor, todavía me cuesta no recriminarme por ello, pero entonces, me gusta pensar que todo ha sucedido por y para algo, y que solo me estaba preparando para recibir el mejor de los regalos. Un regalo de amor eterno, que quizá no hubiese podido ver, si mi vida hubiera sido distinta. Al fin de cuentas, como decía mi abuela, a la que seguro conoces y con la que cultivas camelias en el cielo: todo en la vida sucede por algo.

Querida Abril, espero que donde estés sigas siendo muy feliz, nosotros aún sentimos la onda expansiva de tu amor. Sé que Ferrán aún te ama con locura, y que Paloma te recuerda cada noche antes de dormir, pero también sé que yo no compito con tu recuerdo ni con tu lugar, que he creado el mío propio, el que yo misma me gané, cómo tú me lo habías dicho, por ser solo yo. Gracias por ese mensaje, cambió mi forma de ver el mundo y de aceptar el amor. Sacaste de mí un peso que me costaba mucho manejar. Odiaba sentirme la intrusa en tu vida, y entendí que tu misión ya había acabado aquí y que nadie estaba ocupando tu lugar ni lo haría jamás. Comprendí que era hora de vivir mi vida, de dejar de tener miedo y sentirme al fin digna de ganar mi propio espacio y de crear mi hogar.


Que Dios te bendiga, Abril, donde quiera que estés.

Descansa en paz, nosotros estamos bien.

Con amor,

Camelia.

Cuando acabó de leer la carta, una brisa suave la envolvió y ella supo que no estaba sola. Las lágrimas se derramaban con dulzura sobre sus mejillas, y entonces Camelia dejó que el viento se llevara el papel que acababa de leer y sonrió con el corazón lleno de esperanza, agradecimiento y amor.

 Las lágrimas se derramaban con dulzura sobre sus mejillas, y entonces Camelia dejó que el viento se llevara el papel que acababa de leer y sonrió con el corazón lleno de esperanza, agradecimiento y amor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No puedo creer que acabó :( qué penita... me cuesta mucho despegarme de Mel y Ferrán, espero lo hayan disfrutado tanto como yo.

Cuéntame un secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora