Capítulo 13

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Esa noche a Mel le costó mucho conciliar el sueño, estaba serena y emocionada, sentía como si su espíritu estuviera colmado de un gozo especial que la hacía sentir viva y brillante

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Esa noche a Mel le costó mucho conciliar el sueño, estaba serena y emocionada, sentía como si su espíritu estuviera colmado de un gozo especial que la hacía sentir viva y brillante. Se puso a pensar en las palabras de Ferrán, si sus padres habían muerto solo para que ella no se suicidara, tenía que ser que ella también tenía una misión muy importante en la vida. ¿Cuál sería?

Mucho había leído sobre autoayuda, sobre el propósito personal, sobre la realización y la felicidad. Incluso una vez había leído un libro que contaba cómo las almas hacen un pacto antes de venir a la tierra, una especie de contrato en el que deciden cómo nacerán, quiénes serán sus padres, dónde vivirán, en cuáles circunstancias, qué cosas difíciles atravesarán a lo largo de su vida, durante cuántos años vivirán y cómo morirán. Todo esto con el fin de adquirir un montón de conocimientos o destrezas para la evolución del alma.

En aquel momento le pareció una estupidez, una burla a su sufrimiento. ¿Cómo y en qué planeta ella habría elegido vivir lo que vivió en su adolescencia? ¿Cómo y en qué mundo alternativo alguien elegiría sufrir semejante humillación? No tenía sentido, incluso tal fue su enfado que cerró el libro y no lo acabó hasta años después.

Sin embargo, aquel sueño que Ferrán le había confesado le llevó a pensar que ese niño había vivido solo para salvar su vida. Así como sus padres, que habían evitado su suicidio pagando como precio su propia muerte. Recordó lo que sintió al ver los cuerpos fríos de su madre y su padre cuando le tocó hacer el reconocimiento.

Sintió un mareo fuerte, unas náuseas gigantescas, era ella quien debía estar así, no ellos. Se sintió egoísta, así mismo como lo había descrito Ferrán, había pensado solo en ella y no había calculado jamás que sus padres no eran eternos. Hasta ese momento en el cual el dolor por su pérdida le desgarraba el alma, ella no había sido capaz de dimensionar el sufrimiento que les causaría a sus padres con su acto si hubiera logrado concretarlo. Había sido muy egoísta pensando en liberarse de su dolor y creer que eso le daría paz al resto cuando en realidad esa no era la verdad. Pero nunca había pensado que quizás ellos lo habían evitado, que sus padres podrían haber elegido dar su propia vida por ella.

¿Cuál sería la misión tan grande que ella le debía a sus padres y a la vida?

Mariana la llamó y la sacó de sus cavilaciones.

—Ya me estaba preocupando —dijo la mujer—. Tú con tus miedos me hiciste pensar, y como no te comunicaste...

—Estoy bien —respondió Mel—. Fuimos a comer y a pasear por la costanera, solo a hablar... —mintió.

En ese momento sintió que aquello que habían vivido esa tarde les pertenecía solo a ellos y que no debía comentarlo.

—Bien, ¿te divertiste entonces? —inquirió Mariana.

—Sí... ¿Alguna vez has sentido que eres capaz de conectar con el alma de otra persona? ¿Cómo si lo conocieras o lo entendieras desde siempre? —preguntó.

Mariana sonrió desde el otro lado de la línea.

—Sí... lo sé... lo he sentido —susurró—. Disfruta de esas coincidencias, Mel, no suceden a menudo.

Mariana se despidió alegando que era tarde y estaba cansada, lo que Mel agradeció, pues ella necesitaba seguir pensando en la soledad de la noche, y cortó la llamada.

Suspiró.

¿Cuál podría ser la misión de alguien tan insignificante como ella?

Recordó la sonrisa de los niños por encima del dolor y el sufrimiento y la manera valiente en que esas personas enfrentaban un destino que parecía injusto. Se sintió así como lo había dicho Ferrán, egoísta y mezquina, tan encerrada en sí misma cuando podía hacer tanto por los demás, por el mundo, por las personas. Quizás había gente mala, mucha, pero Mariana le había dicho que no todos lo eran, y en ese corto tiempo en que su vida estaba cambiando, había vivido en carne propia que existían muchas personas con buenas intenciones y un corazón capaz de amar y entregarse al otro.

Pensó en Mariana y en su amistad, sus consejos y su capacidad de estar allí, con comprensión y compasión, con las palabras siempre justas. Pensó en Lauri, su alma vibrante y llena de alegría que contagiaba esas ganas de experimentar la vida. En Ian, su hermano valiente y decidido, con su capacidad y su resilencia, su fortaleza y sus palabras de apoyo y cariño. Y como no, en Ferrán, que aun con las oscuridades de su alma, era capaz de ser tan sensible y ver más allá de su dolor para convertirse en alegría para unos niños que estaban al borde del abismo.

Era obvio que Ferrán tenía un dolor muy grande, nadie que no lo tuviera tendría el suicidio como opción, pero había elegido otro camino, había tenido la sensibilidad necesaria para ver en ese niño de aquella tarde una alternativa para seguir luchando. Ella lo había hecho a la fuerza, porque no le quedó de otra más que vivir luego de la muerte de sus padres. ¿Cómo podría dejar a Ian a su suerte, huérfano y sin ella cuando solo tenía diez años? No podía condenarlo a semejante infelicidad, así que tomó la única salida que tuvo en ese momento, hacerse cargo de él cuando tuvo que hacerlo.

Aun así, no fue lo suficientemente valiente para afrontar su propia vida y vivirla, por miedo a volver a sufrir, por miedo a que la volvieran a lastimar. Le había costado tanto juntar parte por parte sus pedazos que temía demasiado que se volvieran a desarmar con el más simple viento. Incluso creía que algunas partes no las había podido encontrar y ese era el vacío que sentía por dentro.

Pero Ferrán también habló de un vacío, de un silencio en su interior, y habló de la felicidad que está en el dar. ¿Por qué ella no podía intentarlo? Dar... dar amistad, dar una sonrisa, un abrazo si alguien lo requería, un consejo. Darse a sí misma a las personas que ahora la querían y que le demostraban que podía confiar en ellas. Dar su tiempo en algo que como Ferrán, ayudara a los demás.

¿Qué podía hacer? ¿Quién podría ser?

Mel supo esa noche que estaba en otro punto de inflexión, uno de esos momentos en los que se sabe que las cosas están cambiando y no volverán a ser como antes. Esos en los que las decisiones que se toman marcarán el futuro. Y ella quería elegir diferente, por esta vez, deseaba abrir sus puertas y ventanas para que el nuevo aire se llevara el tufo que tenía en su interior, luego de haberse cerrado al mundo por tantos años, era hora de cambiar el rumbo.

Esa noche, Mel se durmió con una sonrisa en el rostro.

Bueno, este cap no es tan largo, pero espero que lo hayan disfrutado

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Bueno, este cap no es tan largo, pero espero que lo hayan disfrutado... Mel está empezando a vivir.

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