Capítulo 23

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Ferrán manejó en silencio hasta la casa donde vivía Paloma, todavía no podía creer todo lo que pasó el fin de semana y tenía el alma tan cansada como feliz

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Ferrán manejó en silencio hasta la casa donde vivía Paloma, todavía no podía creer todo lo que pasó el fin de semana y tenía el alma tan cansada como feliz.

—¿La amas? —inquirió Paloma que dibujaba caras felices en el vidrio empañado del automóvil.

Su pregunta descolocó a Ferrán.

—¿La amas? —volvió a preguntar—. Papá, ¿por qué te cuenta tanto expresar lo que sientes?

—No es eso...

—¿Me amas a mí? —quiso saber la niña.

—Claro que te amo —respondió con seguridad. Paloma sonrió.

—Deberías decírmelo más a menudo —dijo ella en medio de un suspiro—. ¿Se lo decías a mamá? —quiso saber perdiendo su vista en el cielo desde la ventanilla.

—Sí... se lo decía siempre, cada día de su vida —respondió él—. Y no, no me costaba decir lo que sentía cuando estaba con ella... Lo que pasa es que... bueno, el dolor hace que te encierres mucho dentro de ti y cuando te das cuenta, es difícil salir de allí.

—¿Mel te ha ayudado a salir de allí? —quiso saber Paloma.

—Sí... eso creo... —admitió él.

—¿Y la amas? —insistió Paloma, esta vez con una sonrisa divertida.

—¿A dónde quieres llegar con esa pregunta? —inquirió Ferrán, que en realidad no respondía por temor a la reacción de Paloma.

—¿A la respuesta? —dijo la niña con ironía, encogiéndose de hombros.

—Mira, Paloma... Es complicado... los adultos somos...

—Ya lo sé... pero no es tan difícil saber si estás o no enamorado, ¿no? Es decir, todas las canciones, las películas, los libros... todos hablan del amor, papá. Dicen cosas sobre que sientes mariposas en el estómago, se te aflojan las piernas, te sientes en el aire, tu corazón se acelera... —dijo Paloma enumerando síntomas con sus dedos, Ferrán se echó a reír—. ¿Sientes eso o no lo sientes?

—El amor es mucho más que eso, Paloma, pero sí, supongo que por allí se inicia —respondió.

—¿Sentías todo eso por mi mamá? —quiso saber la niña.

—Todo eso y muchísimo más —dijo él con certeza—. Nunca dudes del amor que siento por tu mamá, Paloma, ella fue mi todo...

—¿Y Mel? —inquirió la niña.

—Camelia es... —Ferrán decidió contestar a sus preguntas con naturalidad—. No tengo palabras, no sé explicarlo, ella... se ha convertido en alguien muy especial para mí, no puedo dejar de pensar en ella y... me gusta hablar con ella de todo... y...

—¿Te late fuerte el corazón cuando la ves, se te aflojan las piernas y sientes las mariposas? —inquirió la niña.

—Sí, todo eso —respondió Ferrán con ternura.

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