Capítulo 12

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Ingresaron en habitación tras habitación y Camelia fue capaz de ver la transformación de los niños que los veían entrar

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Ingresaron en habitación tras habitación y Camelia fue capaz de ver la transformación de los niños que los veían entrar. Al principio le fue muy difícil apagar su mente, pero las sonrisas y la alegría de aquellos niñitos demacrados en batas de hospital y muchos de ellos con pañoletas en su cabeza, la animó a ir soltándose. Ferrán hacía mímicas y trucos que llevaba a los niños a descostillarse de risa, ella solo se limitaba a aplaudirlo con gesto exagerado y silencioso y a entregar los globos que él le daba para que se los regalara a los niños.

Los padres de los pequeños tenían ojeras y ojos rojos, probablemente de no dormir y de llorar. Mel sintió un pinchazo en el alma ante tanta desolación. Aun así, festejaban la diversión que Ferrán les estaba dando a sus hijos y se lo agradecían numerosas veces7rew.

Algunos niños no despertaban, Ferrán ponía una mueca triste en su rostro y les entregaba a los familiares un globo para que le dieran al niño o a la niña cuando abriera los ojitos. Había otros que todavía estaban muy activos, que apenas ingresaban corrían a abrazarlos. A Mel le costó procesar esos gestos de cariño, pero la compasión que sentía hacia aquellos pequeños hacía que también les devolviera los abrazos y los besos. Algunos niños se notaban muy enfermos, la piel era casi transparente y apenas podían regalarles una media sonrisa muy esforzada.

Un par de horas después, cuando acabaron el recorrido, regresaron a la habitación donde Ferrán le dijo que volviera a cambiarse y que él conversaría algo con un doctor amigo allí afuera mientras tanto.

Mel se encontraba desbordada de emociones encontradas, la alegría y la tristeza luchaban en su interior y hacía un enorme esfuerzo por contener las lágrimas. Se vistió con premura y dobló el traje de mimo con esmero sobre la mesa. Tomó unos instantes para respirar y calmar su alma y luego se dirigió a la puerta para avisar a Ferrán que estaba lista.

—Piénsalo, por favor —dijo el médico amigo de Ferrán justo cuando ella abrió.

—Aún no estoy listo... —oyó responder a Ferrán.

Observó la mirada triste del hombre enfundado en su bata blanca y vio a Ferrán ingresar a la habitación. Se cambió en silencio, se notaba que tenía el alma igual de alborotada que ella.

—Iré a tomar un poco de agua —dijo ella para dejarlo vestirse con calma. Y volvió unos instantes después, cuando él ya se sacaba el maquillaje.

Luego, le pidió que se sentara y se lo sacó con cuidado. Mel cerró los ojos y sintió aquello como tiernas caricias que ponían sus terminaciones nerviosas de punta.

—Lista, ahora ponte esta crema para que no se te reseque la piel —dijo él dándole un pote.

Mel lo hizo mientras observó cómo Ferrán guardaba todo dentro de la mochila.

Una vez acabado, salieron y se despidieron de las enfermeras y la secretaria que le dijeron a Ferrán que lo verían el próximo domingo.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó él una vez que estaban ya sentados en el auto.

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