El sábado a la mañana, luego del desayuno y de tener que explicarles a sus amigas todo sobre los mensajes de la noche anterior, Camelia fue a su casa. Se sentía extrañamente bien y tenía la impresión de que las cosas en su vida comenzarían a cambiar, y no solo eso, sino que tenía ganas de que así fuera, quería experimentar esos cambios y animarse a vivir un poco más.
La parte de ella que siempre estaba en alerta, se encontraba en pánico, pero su hartazgo por ese estilo de vida que solía llevar, la había llevado al límite. Lo poco que había disfrutado de esas semanas, había salido bien, tenía amigos nuevos, personas que la aceptaban como era, que estaban allí para ella, que no la juzgaban. Ian le decía cada noche que ya era momento de disfrutar de la vida que ella merecía, y quizá tenía algo de razón.
Durante ese día, se dedicó a limpiar su apartamento con música de fondo, incluso se animó a bailar un poco mientras aspiraba la alfombra de la sala. Abrió las ventanas y dejó que el aire fluyera y se llevara todo el tufo estancado adentro, pensando que era lo mismo que estaba haciendo con su alma, con su vida, abrir las ventanas y las puertas para dejar entrar al aire.
Su celular no sonó en casi todo el día, sabía que Ferrán estaba en el campo, Maríana iba a ir al cine con sus hijos y Lauri pasaría con Sebastián un fin de semana romántico. Sin embargo, se sentía acompañada, se sentía bien, se sentía feliz. Esa noche, se pidió una pizza, se puso a ver películas románticas y se durmió muy tarde, por eso, el domingo cerca del mediodía, cuando su celular comenzó a sonar como loco, no supo bien en qué parte del mundo se hallaba.
—¿Quieres hacer algo diferente? —inquirió la ya conocida voz de Ferrán apenas le atendió.
—¿Eh?
—¿Aún duermes? —preguntó con sorpresa.
—Bueno, ahora me despertaste —dijo la muchacha con la voz adormecida.
—Bien, levántate, vístete, te busco en una hora...
—¿Qué? ¿Para?
—Comeremos algo y luego te llevaré a un sitio muy especial —añadió.
Mel se sentó en la cama y observó su reloj, eran casi las doce del mediodía y no entendía qué le estaba proponiendo Ferrán.
—Yo... no sé...
—¿Tienes algo que hacer además de dormir? —inquirió él con jovialidad.
—Bueno... no... pero...
—Pero nada, estaré allí en una hora... prepárate, ¿sí? —añadió y Mel notó un dejo de inseguridad en su voz.
—Bueno... —aceptó Mel aún confusa.
—Bien... te veo luego...
El hombre cortó la llamada y Mel comenzó a sentir ansiedad. No supo qué hacer, así que lo primero que se le ocurrió fue llamar a Mariana.
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Cuéntame un secreto
Genel KurguHay momentos en la vida en los que tenemos que tomar decisiones importantes, esos momentos marcarán el futuro de nuestra existencia y delimitarán el camino que seguiremos. Son puntos de inflexión a partir de los cuales no hay vuelta atrás, a partir...