Tiara de oro

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Wooyoung había encontrado el jardín de la casa, le gustaban los lugares con mucha luz por la misma naturaleza de su especialidad, aunque él se sintiera tan apagado como esas flores marchitas que había en el lugar. Era obvio que la pareja casi no pasaba tiempo en ese lugar y se preguntaba el porqué, era una linda casa aunque se notaba algo vieja, podía ver que el jardín era enorme, tal vez en su mejor momento fue un lugar muy hermoso pero ahora solo quedaba ese recuerdo en un lugar muerto tan triste como su alma.

Y es que toda su vida se encargaron de repetir una y otra vez lo inútil y bueno para nada que era, llegó el punto en el que él mismo lo creía.
No importaba cuántos libros se leyera, cuántas cosas supiera hacer ni lo mucho que se preocupara por ser lo más perfecto posible para la realeza, eso no importaba cuando le recordaban que era un huérfano sin absolutamente nada.

- ¿Te gusta el aire? - preguntó una voz conocida detrás suyo.

Se dio vuelta buscando quien lo llamaba encontrando al menor de todos caminando hacia él.

- Solo... hay mucha luz - contestó girando su cuerpo de nuevo.

Jongho no dijo nada más, solo se quedó de pie a su lado viendo a la misma dirección.

- Me gusta leer a las personas - comenzó a decir el soldado.

- Eso es malo.

- ¿Por qué?

- Porque a veces a las personas no les gusta que las lean - Wooyoung se dignó a mirarlo - no les gusta que los demás sepan sobre cómo se sienten.

- Pero no puedo evitarlo, es como ver un libro y querer evitar leer su portada - Jongho se meció sobre sus talones mientras sus manos se mantenían ocultas en los bolsillos delanteros de sus pantalones - lamento saber cómo te sientes.

- No, creo que fui yo quien se mostró demasiado.

- ¿Por qué querías hacerlo? - preguntó Jongho.

- ¿A qué de todo te refieres? - el mayor regresó la pregunta.

Una brisa los invadió ambos, Jongho recordó la noche anterior en la que una brisa similar entró a la habitación.

- Acabar con tu vida.

Wooyoung al escuchar eso se quedó callado, ensimismado en esa rosa marchita en medio de todo el césped seco, parecía que por arte de magia se había mantenido de pie. Aún muerta, sin una gota de su color característico en ella, tan frágil que si la tocaba con su dedo índice se partiría más fácil que la tela de una araña, el sol la había secado y la lluvia no la había podido salvar de su horrible y predestinado futuro.

- ¿Por qué no hacerlo? - la pregunta iba más para el aire que para el chico parado a su lado - no me quedaba nada, solo me quedaba esperar mi muerte en la guillotina, pensé que sería más correcto morir por mi cuenta.

El menor lo escuchaba atentamente.

- Un poco más correcto que ser recordado y culpado como un traidor hacia la única persona que creyó en mí - su mirada no se apartaba de esa rosa seca.

- ¿Y ahora?

- Ahora... quiero luchar un poco más - dijo con una triste sonrisa - antes creía que la Aurora elegiría mi hora de muerte y yo debía entregarme y aceptarlo pero ahora quiero luchar por vivir, hasta que mi último suspiro en esta tierra salga porque hay paz.

El menor sonrió de lado y miró hacia el cielo claro.

- Me gusta como suena eso.

[...]

Decir que Yunho estaba cansado era poco, el pobre sentía que su corazón saldría en cualquier momento y sus piernas se desprendían para tomar un descanso, ¡ya ni siquiera sabía si lo que pensaba tenía sentido!
Pero grande fue su alivio al ver que por fin habían llegado a las bodegas de herencias. Giró para ver a Mingi y al señor mayor los cuales se miraban totalmente relajados al bajar las escaleras, hasta creyó escuchar que venían hablando bastante animados.

Secrets And Lies - ATEEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora