Capítulo III

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LA PUERTA DE METAL

Pensaba que después de pasar la primera noche en esta casa me sería más fácil pero estaba totalmente equivocada. No he podido dormir, llevo horas y horas dando vueltas en la enorme cama y por mas que esté cansada mis párpados no se cierran. Me giro para tomar mi teléfono e intentar llamar de nuevo a mis papás. Pongo los números para llamarlos, espero unos segundos con mi teléfono en el odio.

Nada.

Llevo intentado más de cinco veces llamar a mis padres en este día pero al parecer el número ya no existe, dejo el teléfono en la mesita de noche y prendo la lámpara que se encuentra en esta, me incorporo a la cama para luego levantarme y salir por algo de comida a la cocina pero antes de que salga agarro una sudadera para ponérmela encima de mi blusa de tirantes. Camino a la puerta con mis pantuflas puestas y mi sudadera también, salgo sin asomarme si hay alguien como la última vez, cierro la puerta cuidadosamente para no hacer ningún tipo de ruido.

No veo mucho pero la poca luz que me da la luna y que entra por la ventana me sirve para bajar las escaleras sin ningún tipo de peligro.

Una vez que llegó a la cocina no dudo en prender una de las luces para que ilumine un poco, me acerco al refrigerador para sacar alguna manzana. Me siento en uno de los bancos de la isla con la manzana en mi mano, le doy la primera mordida a mi manzana pero antes de que le de la siguiente escucho como se cierra la puerta principal, corro para apagar la luz de la cocina y esconderme. Las suelas de unos zapatos chocando con el piso se hace más y más ruidosa, gateo hacia la mesa todavía con la manzana en mi mano.

- Recuerda que tenemos que tener cuidado - habla una voz masculina que es como melodía para mis oídos, es ronca y estúpidamente sexy. No se donde están pero se escuchan cerca.

- Relájate un poco - definitivamente si reconozco esa voz - No pasará nada - se escucha como se habré la puerta del refrigerador.

- ¿Cómo estás tan seguro?, nuestros pad-

- Se lo que dijeron nuestros padres, Caleb - lo interrumpe.

- Esto no es un juego, solo recuerda eso Nicholas - se escucha como alguien empieza a caminar pero no para mi dirección sino para salir de la cocina.

Mi corazón se tranquiliza cuando escucho como cierran la puerta del refrigerador y sale la última persona de la cocina. Me talló mis manos en mi sudadera intentando quitarme el sudor, asomó mi cabeza para comprobar que no allá nadie pero como no hay tanta luz ruego para que no allá nadie aquí. Salgo de mi escondite, tiro la manzana al bote de basuras para luego ir a mi habitación. Paso por el pasillo que está a lado de la escalera y cuando subo el primer escalón se escucha un golpe desde el pasillo. Miro las escaleras y luego el pasillo decidiendo que hacer.

Me decido por ir a investigar que fue lo que se escuchó aunque probablemente pueda cruzarme con uno de las personas. Cuando llegó a donde está la puerta recuerdo el pequeño encuentro de Giles y mío pero lo desaparezco de mi mente, necesito estar enfocada en qué diablos está pasando al otro lado de la puerta. Me paro enfrente de la puerta y no es sorpresa cómo está asegurada, pego mi oído a ella para escuchar algo, pero nada. Cuando estoy apunto de darme por vencida otro golpe se escucha y ahora si se de donde vienen todos esos golpes.

La puerta de metal.

No puedo entrar, es obvio, necesito una llave, bueno varias llaves para poder entrar. Miro a mi alrededor para ver si tendrán las llaves escondidas por aquí como cuando escondes la llave de tu casa abajo de una maceta, pero no encuentro nada. Me giro de regreso a las escaleras, no tengo otra opción porque no puedo entrar a ese lugar sin esas malditas llaves.

Doylestown ✔️(EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora