XI. Monstruos.«¿Quién monstruo y quién hombre
entre ellos será?»
El jorobado de Notre Dame (1996).Desde que podía recordar existía algo que le susurraba la verdad. La conoció y renegó de ella, pero cuando comenzaba a olvidarla, volvió a enfrentarla. No podía echar tierra sobre la verdad ni negar algo tan evidente. Y aquello que tardó tantos años en aceptar era una fehaciente prueba de que lo dicho por el lobo negro era cierto; estaban vinculados. Porque la primera vez que se vieron, siendo ella una niña, percibió la emoción de él al verla, lo sintió antes de que se mostrara. Y cuando se lo volvió a encontrar pasó lo mismo; segundos antes de que él llegara, un éxtasis ajeno y contradictorio bailó en su pecho, y luego Nilah apareció. Quiso negarlo con todas sus fuerzas, pero fue más que evidente después de convivir con él y sentir todo el tiempo sus emociones. Cuando ella se alejaba él sentía tristeza, cuando estaban cerca se mantenía armónico y cuando ella le negó ser su supuesta compañera; quedó devastado. Todo eso Níniel lo supo pues no era algo suyo y siempre que el lobo estaba cerca sucedía, sin importar cuántos polvos tuviera encima ni cuan serena estuviera. Definitivamente compartían un vínculo, aunque lo negara. Por ello había estado inquieta desde que huyó, porque temía que, si él salía en su búsqueda y estaban próximos el uno del otro, pudiera ubicarla gracias a que él también percibía sus emociones. No sabía lo factible que era eso, pero sí que no era del todo descabellado.
Obviamente, no se lo iba a explicar a la anciana.
—Pero qué dice —se desentendió, soltándose del agarre y yendo hacia el niño, al cual tomó en brazos con ternura—. Sólo quería asegurarme de que los monstruos no nos hayan seguido hasta acá de ninguna forma. Es un lugar muy vulnerable.
El tema para su alivio fue dejado de lado. Se alejó de la choza con la excusa de llevar al pequeño con sus padres y emprendió camino. El niño jugueteaba con su cabello y balbuceaba algunas cosas ininteligibles mientras Níniel se paraba a admirar los paisajes cada cierto rato. Al estar amaneciendo, la gente salía de sus chozas como pájaros diurnos y los que poseían tiendas hace rato estaban despiertos, preparando sus cosas para comenzar a comerciar. Cuando cruzaba la zona de intercambio, oyó a unas mujeres charlar detrás de ella.
—Estos cazadores acaban de salir y la hoguera es esta noche. Nos estamos quedando sin carne ya —dijo una de ellas con tono de preocupación.
—Pero mujer, si para ellos es más seguro salir de día, así no se topan con monstruos. ¿Aunque sabes? Nunca he comprendido la forma en la que operan. ¿No sería mejor traer algunos animales y criarlos, digo yo, en vez de salir cada semana con el riesgo de atraer criaturas? ¡Imagínate que cada vez que salen diez, vuelven cinco!
La chamán se removió al oír eso, pues Brinda seguramente había salido con ellos. Ojalá estuviera bien. También le pareció interesante la conversación, pero las mujeres se detuvieron a intercambiar algo y Níniel no pudo seguir chismeando. Aunque ya no importaba, pues estaba llegando a la choza de los aldeanos, que esperaban el retorno de su retoño con ansias, pues había pasado la noche con las chamanes. Mientras él dormía, ellas le curaban.
—¡Buenas, chiquilla! Miren quién llegó —exclamó la madre, sonriendo a su hijo mientras lo recibía. El pequeño soltó un agudo ruidito de júbilo que hizo reír a sus padres—. Qué bueno que lo trajiste temprano, porque debemos prepararnos para esta noche, aunque no creo verte por allí. —La joven se disponía a preguntar de qué hablaba, pero como ya era usual, fue interrumpida por la impetuosa mujer—. ¡Vaya! ¿Ves eso? ¡Ya está saliendo el sol! Nos vemos luego. —Y sin más, se dispersaron para atender cada uno sus asuntos. Níniel le dedicó una última mirada amorosa a su pequeño paciente, que ya jugaba con unas piedritas. Se dio media vuelta y se fue.
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En plata renacer
Werewolf«Ella siempre vivió atemorizada por él; la calamidad, mas nunca entendió por qué.» Hace tiempo el destino fue truncado y es tiempo de retomar la senda que él diseñó. Es tierra de monstruos y los humanos deben esconderse si desean no perecer. Mientra...