Diecisiete

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XVII. Noble y dulce doncella.

«Pequeña niña, escucha mi voz; estoy junto a ti, oh, dulce doncella. Nuestra joven lady, crece y ve a tu tierra, tu propia tierra fiel. Sol y luna, guíennos, a la hora de honor y gloria. Pequeña niña, nuestra joven lady, noble y dulce doncella.»
Valiente (2012).

Nilah la llevó a una manada de mujeres lobo. Ella al enterarse se negó, pensando que preferiría morir a vivir entre criaturas, pero él insistió, diciendo que estando con ellas entendería el porqué de llevarla allí. Níniel se quería morir, estaba sumamente aterrada, pero antes de asimilarlo ya estaba siendo arrastrada como cordero al matadero.

Amor omnia vincit.

Ese era el nombre de la manada; "el amor todo lo vence". Un sinsentido si le preguntaban, pero al llegar al territorio ubicado en el noroeste, comprendió un poco lo que él dijo.

Parecía una aldea humana, similar a la que dejó atrás hace un par de días. Estaba compuesta solamente por mujeres de todos los colores y tamaños, yendo felices de allá para acá. Apenas el Velkan cruzó el límite de las tierras, todas comenzaron a aullar y a reír en completa alegría. Níniel no entendía nada de lo que pasaba.

Una chica de altura considerable y piel bronceada fue a recibirlos con una sonrisa. Nilah volvió a su estado humano y se puso la ropa que Níniel traía en una bolsa antes de que la loba llegara. Cuando la joven estuvo frente a él, lo saludó emocionada y con actitud respetuosa.

—Es un placer tenerlo aquí, señor. —El hombre asintió con una tenue sonrisa también.

—Es bueno verlas.

La mujer licántropa bajó su mirada a la diminuta humana, a la que observó con curiosidad, pero sin perder el carisma.

—¿Trae una nueva integrante? —Nilah negó.

—No. Ella viene conmigo.

Si la chica se veía demasiado alegre sin razón aparente, en ese momento se volvió frenética. Todas las mujeres parecieron escuchar la afirmación del hombre, porque voltearon a verlos con emoción.

—Es su...

Él respondió con un asentimiento y eso fue suficiente para que una avalancha de lobas se les echara encima. Si Níniel alguna vez creyó sentir lo que era el verdadero terror, se equivocó. Cuando vio a ese montón de lobas locas correr hacia ella casi se orinó en sus calzones. Y en encima tuvo que soportar sin desmayarse que la toquetearan, tironearan y lengüetearan por todas partes. No supo si fue suerte o no, pero Nilah la tomó del brazo, acercándola a su cuerpo y eso bastó para que todas se calmaran un poco. Pero comenzaron las preguntas.

—¡¿Cómo se conocieron?!

—¡¿Ya la marcó?!

—¡¿De qué manada es?!

—¡Casi ni huele a lobo!

Todo el bullicio ocasionado por las voces de las mujeres se detuvo con la de alguien más. Otra mujer.

—Vamos, cotorras, dejen de atosigar a mi sobrino.

Una mujer adulta de cabellos negros y lacios se hizo espacio entre las lobas. Tenía la misma mirada de Nilah, pero en tono dorado. Usaba unos pantalones bombachos que ondeaban en todas direcciones con sus pasos y usaba una especie de velo oscuro sobre sus hombros. Cuando llegó con ellos, alzó la mano y acarició la mejilla de Nilah con dulzura.

—Es un gusto que estés aquí, gran lobo.

El Velkan recibió gustoso la caricia. Entonces la mujer enfocó sus gemas doradas en la humana a su costado. La miró durante agónicos instantes hasta que en su expresión se dibujó la simpatía.

En plata renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora