XX. Necesidades y objetivos.Desde el día en que los monstruos destruyeron robaron lo único que tenía, se instaló en ella una frialdad inconcebible que la hacía ajena a cualquier dolor que no fuese el suyo. Incluso el dolor de su hija le era impropio, pues era un mero efecto colateral que sería recompensado cuando lograra cumplir su objetivo, por el cual decidió emprender viaje y dejar a Níniel sola hace veinte años.
La chamán admitía su egoísmo con serenidad, pero sin verlo como algo negativo, pues le señalaba muy bien sus objetivos. Lo que pudiese distraerle o entorpecerle no servía, por lo que debía desecharlo. Tampoco es que fuese una persona con intenciones malignas, simplemente miraba hacia adelante sin dejar de avanzar, no importándole a quién aplastara en el camino. A su modo de ver, no había maldad en ello.
Muchos monstruos habían perecido atravesándosele y ahora esa niña que había robado también lo haría.
Era más bien una alimaña ante sus ojos. Poseía fuerza descomunal, de repente le crecía pelo como la hierba y moqueaba mientras gruñía desesperada. Alanna, cansada ya de lidiar con la pequeña bestia, le lanzó en toda la cara una bolsita que al impactar se abrió y la impregnó de polvo violáceo. La niña se retorció por la presencia del aconitum en el Polvo de Sombras, mas este ayudó a que dejara de guerrear y gracias a eso pudo arrastrarla con mayor facilidad. No moriría, pues de nada le servía muerta y la dosis de acónito en los polvos era mínima, pero sí su sistema inmunológico estaría concentrado unos buenos días en luchar contra los efectos de la flor y eso era justamente lo que necesitaba.
Llegó al límite del Oeste, lo más alejado del Norte, pero sin salirse de la Gran Zona. Allí no había más que una planicie desértica y vacía, no serviría como escondite, pero ella no deseaba uno. Divisó después de un rato buscando lo que se conocía como tiradero, un agujero lleno de chatarra que en algún momento fue de propiedad humana, ahora incinerada por los monstruos. Eran grandes estructuras de metal ya oxidadas unas sobre otras, haciendo montículos y pequeñas colinas de desechos. Alanna recordaba vagamente a los ancianos de su antiguo clan hablar de los artefactos tecnológicos que había en su época, pero eran cosas tan desconocidas y extrañas para ella que no hizo el esfuerzo de escucharlos. Ahora se arrepentía de no haberlos valorado. Al mirar todo eso, tampoco pudo imaginar cuál era su función, mas no le interesaba averiguar. Ella estaba en medio de algo importante y debía partir al Sur lo más pronto posible, así que, tirando a la cachorra dentro de una de esas cosas de metal, emprendió su viaje inmediatamente después. Tardaría unos días en llegar a su destino, pero su mente, que debía maquinar todo tipo de planes, la entretendría durante el trayecto.
Ella reconocía un mineral como el hierro porque en sus tiernos años aún se conservaban algunas reliquias hechas con esos materiales. Sabía que se obtenían de un proceso llamado minería, pero que, por su condición actual, los humanos ya no podían ejercerla. También se despidió rápidamente de las dagas, joyas y demás cosas cuando su lugar de origen, el Clan del Norte, fue masacrado por aquellos aborrecibles lobos. El puro recuerdo la hizo revivir una descomunal rabia, tenía muchas razones para detestar a tal raza. De esa masacre, sólo ella logró salir con vida y rescatar algunas reliquias de la antigua era que halló, entre ellas las campanillas. Lástima que hubiera tenido que intercambiarlas por diferentes insumos que necesitó durante su larga travesía. Ahora los humanos ya casi no poseían sus creaciones y no tenían consciencia de estas por el pasar del tiempo.
Aunque sí conservaba un artículo hecho de cierto mineral que no conocía, hecho por mano monstruosa. Un círculo plateado y brillante que sabía se usaba en los dedos y tenía una palabra tallada en su cara interna.
"Nana".
Al burbujear nuevamente la ira que traía atascada en su interior desde siempre, esta pudo mermar un poco al recordar lo fácil que fue estafar a esa loba del mundo espiritual. En términos de inteligencia ella se veía por sobre los monstruos, estos no tenían chance contra su mente ávida. Ese espíritu había desembuchado los más grandes secretos de su raza creyendo que con eso conservaría su linaje, sin saber que gracias a revelarlos se lograría exactamente lo contrario. Alanna desharía ese odioso vínculo que ataba a su hija con los lobos y acabaría por siempre con la descendencia de esa manada inmunda. Los destruiría desde adentro y disfrutaría cada segundo mientras lo hacía. Su Niel al fin sería libre y aquellos lobos rapaces que la atormentaban morirían de frío y soledad, juró por su tierra natal que así sería.
Encontrar a su hija no era una tarea fácil, pues no tenía ninguna habilidad especial para buscar y debía hacerlo recorriendo meramente. Por ello había tardado tantos años en concretar su plan, porque siempre buscó a tientas. Mas confiaba en lo juiciosa que era su pequeña y cómo jamás se habría atrevido a salir del Sur o a olvidar su camuflaje, por lo que se sentía tranquila en ese aspecto. Al encontrarla la llevaría con la vil mocosa lobezno, haría el ritual y se desharía del vínculo para siempre. Así podrían ser felices las dos, quizás armando una nueva comunidad chamánica o algo más ambicioso. Las posibilidades eran infinitas y siendo Níniel su hija plenamente, la seguiría sin miramientos.
Todo el esfuerzo valdría la pena.
Ella se alzaría y los monstruos caerían.
Así es como siempre debió ser. Le doblaría la mano al destino, con supremacía, y gozaría satisfecha al ver todos sus objetivos cumplidos.
Y a sus enemigos aplastados.
✧
Woah. Capítulo 20 ya.
Corto, pero preciso.
¡Feliz viernes!Espero hayan disfrutado de la lectura. Les dejé varias intrigas pendientes (y mensajes ocultos también) así que todas sus impresiones, dudas y teorías, como siempre; aquí.
Agradecida del los nuevos lectores, que nos han hecho llegar a los 800 leídas ayer y hoy ya casi por las 900. ¡Eternas gracias!
Sin nada más que agregar, me despido.
—HLena.
ESTÁS LEYENDO
En plata renacer
Werewolf«Ella siempre vivió atemorizada por él; la calamidad, mas nunca entendió por qué.» Hace tiempo el destino fue truncado y es tiempo de retomar la senda que él diseñó. Es tierra de monstruos y los humanos deben esconderse si desean no perecer. Mientra...