25 de junio de 2019

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  Tres simples días habían pasado desde que la vi por última vez, pero merecieron la pena porque nos pusimos a organizar nuestro primer verano juntas. Nos emocionamos bastante solo de pensarlo.

   Las clases ya acabaron, pero ella aún tiene que trabajar esa semana, ¡maldita burocracia! Igualmente, no puedo quejarme, así la tengo cerquita y puedo verla hasta que llegue el viernes.

   También tienen que dar las notas y a eso vamos Marina y yo, nuevamente con distintos intereses. ¿Quién es Marina? Bueno, ella es mi persona de confianza, mi cómplice, mi madre y mi hermana mayor. Teóricamente, nos conocemos desde Primaria, aunque ella no me recuerda (de milagro se acuerda de su cumpleaños y porque es en San Valentín. Te amo, bebé)

   En la práctica, nos conocimos 2 o 3 años antes de esta historia, pero la confianza real llega el 6 de noviembre de 2018 tras una sesión de tatuaje. Empezamos a hablar de todo un poco y le acabé contando mi historia con Amelia, ya ella se fue dando cuenta con el paso del tiempo de cuán enamorada estaba y estoy.

   Marina es esa mejor amiga que buscaba y casi no encuentro, pero la vida me dio una tregua poniéndomela en el camino. Es como una persona que me complementa sin saberlo, me entiende, me aconseja, me apoya y me riñe a partes iguales. Y gracias a ella pude dar todos esos pequeños pasos con Amelia, es mi Pepito Grillo, pero en una preciosa mujer castaña y de ojos marrones.

   Estamos en el cole haciendo guardia en la puerta porque mi chica aún no había llegado y yo estoy preocupada por si le ha pasado algo. Marina intenta distraerme, pero mi mirada no se separa del hueco que hay en la puerta que la separa del suelo, por si veo sus piececitos asomando.

   No sé cuánto tiempo pasó hasta que la vi llegar en un precioso vestido de verano verde que dejaba sus hombros al descubierto.... Tentándome... Estoy viendo un ángel.

- ¡Suban! - su voz me saca de mi ensoñación y miro para Marina que me da el visto bueno con la cabeza.

   Sigo a mi morena por todo el colegio y en el ascensor, aprovechamos para darnos todos los besos que nos faltaban. Por suerte para en una clase que está casi siempre vacía y nadie nos pilla. Es imposible separarnos, nuestros cuerpos y nuestras lenguas cada vez se necesitan más.

   Cualquier persona con ojos en la cara puede notar que nuestra química es más que evidente y me fascina estar con una persona que no solo me entienda en la cama, aunque eso, en concreto, ya es mucho para mí. 

- ¿Por qué tan hermosa hoy?

- No sé de qué me hablas - me río y la devoro con la mirada.

- Estoy deseando que llegue el viernes y perderme contigo - por la forma en la que me mira, entiendo que ella desea lo mismo que yo.

- Te juro que me encantaría adelantar el reloj, Luisita. Me estoy muriendo de ganas por este verano y jamás había deseado tanto que llegara. Tú y yo solas.

- Tú y yo solas, mi amor - pego mi frente a la suya y cierro los ojos - Te amo, te amo mucho. - Susurro y ella me abraza.

- Me encanta cuando te pones así de cariñosa.

- Lo dices como si no lo fuera nunca - se ríe.

- Lo eres, pero, espontáneamente como ahora que se nota que necesitas serlo sin importar nada, no siempre lo eres.

- Porque tenemos que...

- Tenemos que tener cuidado, lo sé - me acaricia la cara con total delicadeza - Yo también te amo mucho, guapa.

    Estamos un rato hablando con Silvia, Sonia y una who, yo no puedo dejar de mirarla, de verdad que va preciosa. Sencilla y preciosa. Volvemos a bajar en el ascensor entre miradas tímidas y sonrisas enamoradas.

La Maestra y La (no) Alumna. Segunda Parte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora