5 de julio de 2019

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    Los días están pasando demasiado rápido y no me gusta. Eso sí, los estoy disfrutando todo lo que puedo porque cada vez está más cerca el día en que tenga que volver a mi casa, pero, todavía quedan días por delante y hoy me apetece pasar el día con mi mini rubia.

    Amelia me dijo anoche que tenía que pasar el día en casa de la madre porque mi querida suegra se ha doblado un pie y necesita ayuda para hacer la mayoría de las cosas, así que le dije que yo pasaría el día con Davinia. Aunque tengamos una relación bastante buena, nunca está de más afianzar más la confianza y así puedo intentar sonsacarle las razones por las que no quiere ver a su padre.

  Me levanto y Amelia ya se había ido, así que preparo mi desayuno y el de Davinia, quien aparece restregándose los ojos por la puerta.

- Buenos días - su voz aún suena a dormida y es igual de adorable a su madre recién levantada.

- Buenos días, mi amor. ¿Cómo dormiste?

- Bien, aunque había un mosquito.

- ¡Vaya! ¿Te picó?

- No, bueno, no creo, no me pica nada.

- Bueno, más le vale, no quería ponerme violenta con él - se ríe y me pregunta por Amelia - Se fue a casa de abuela, ya sabes que se dobló el pie y necesita ayuda, así que... Si te parece bien, hoy vamos a pasar el día juntas.

   En su cara se forma una sonrisa enorme, casi pueden verse sus muelas de lo enorme que es y verla así me produce una sensación de felicidad indescriptible.

- ¿A dónde vamos a ir?

- Pues, estaba pensando en ir o de compras o a la playa, ¿qué prefieres?

- Mmm... Podemos ir un ratito a cada cosa - se tapa la cara avergonzada y me sale la risa floja.

- Está bien. Pues, vamos primero a la playa, que todavía no hace mucho sol, luego almorzamos y acabamos de compras, ¿te parece?

- ¡Sí! Venga, vamos a desayunar. Corre.

  Nos sentamos a la mesa y se pone a contarme una pesadilla sobre zombies y osos de peluche asesinos que tuvo hace unos días. Espero que en unos años llegue a ser escritora porque lo narra todo tan bien que te lo puedes imaginar a la perfección y vivir cómo se sintió ella en cada momento.

   Tras recoger todo y cambiarnos de ropa, llamo a un taxi para que nos venga a buscar... ¡Qué ganas de tener el carnet ya! Nos deja en la playa cerca de uno de mis centros comerciales favoritos y ahí pasamos la mañana. Ella no sale del agua y yo me siento, por primera vez, como una madre responsable sin quitarle la vista de encima por si le pasa algo. Se junta con unas niñas que hay por allí jugando a la pelota y así es como se hacen amistades a esas edades, ¡qué tiempos!

    Sobre las 2pm la llamo para ir recogiendo e ir a almorzar, ya el sol empieza a pegar fuerte y no quiero que se queme o que le dé una insolación. Se despide de sus nuevas amigas y viene a secarse.

- ¿Qué tal?

- ¡Genial! Me lo he pasado súper bien, mami, gracias.

- No es nada, preciosa. Vamos, sécate y te ayudo a cambiarte.

    Aprovecho para sacarle una foto y mándarsela a Amelia.

L: *Adivina dónde estamos...*

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La Maestra y La (no) Alumna. Segunda Parte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora