28 de junio de 2019

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En pocos días se hizo costumbre esperarla por fuera para verla, aunque solo fuera en el coche. Pero hoy estoy de suerte y sale antes, y menos mal, necesito que me abra el coche para dejar la maleta y dejar de estar cargada como una mula.

Cuando la veo aparecer por la puerta, me quedo boquiabierta por lo preciosa que va. Tiene un pantalón negro de vestir con flores amarillas, una blusa amarilla de manga hueca que ayuda a resaltar su precioso moreno, media coleta y unas sandalias marrones con un poquito de tacón.

- ¡Oh! ¡Hola, preciosa! Deja que te abro el coche - yo sigo inmóvil mirándola - ¿Luisita? - Parpadeo varias veces para salir de mi trance.

- ¿Se puede saber por qué vas vestida como la mujer más hermosa que ha pisado este planeta? - se empieza a reír - No, no te rías, hablo en serio.

- ¿Te creías que me iba a poner el chándal para nuestro primer día de libertad?

- No me hubiese quejado en absoluto, pero tampoco lo hago ahora - la miro de arriba a abajo mordiéndome el labio. - Estoy teniendo muchos pensamientos impuros.

- ¿Otra vez quieres quitarme la ropa?

- Eso quiero hacerlo siempre - me encojo de hombros y me pega en el brazo -¡Auch!

- Eso por boba. Venga, mete las cosas y me acompañas al banco - obedezco y nos vamos tranquilas hasta el banco, deseando darnos la mano en más de una ocasión, pero no nos queda de otra si no rozarnos con disimulo solamente.

- Aún no me creo que, por fin, haya llegado el día - suelto de repente.

- ¿Feliz?

- ¡Muchísimo!

- ¿Preferencia por algún plan? - me ruborizo - Eso es un sí, ¿cuál? Bueno, no, déjame adivinar - Se queda pensando un rato. - La playa de noche, ¿a que sí?

- Sí - respondo con la boca chica y ella empieza a reírse.

- Yo también tengo muchas ganas de ese, además tengo una sorpresa interesante.

- ¿Por qué eres así? Ahora me vas a dejar con los nervios a flor de piel.

- Bueno, igual te llevas la sorpresa antes - se adelanta para entrar y yo me quedo admirando las vistas que el destino puso en mi camino. Estoy caliente, muy caliente, y no, precisamente, porque sea verano.

Camino más deprisa para alcanzarla y vemos que hay muchísima gente. Nos miramos y nos llevamos de paciencia por unos 15 minutos. Finalmente, decidimos irnos y que lo hiciera la semana que viene, mientras yo daba clase.

Cuando volvemos al colegio, está saliendo el resto y me dice que me espere hasta que se vayan. Ella se acerca a disculparse por no ir al almuerzo por un contratiempo, o sea yo (me pongo las gafas de sol a lo deal with it)

Parecen un poco decepcionados, pero como la excusa fue Davinia, la disculpan. Los 5 minutos más largos de mi vida, pero, por fin, se van y salgo corriendo de mi escondite.

- ¡Libreees! - grito y empieza a reírse - ¡Dulce libertad! - La abrazo por detrás y la lleno de besos.

- ¡Amooor! ¡Basta! - dice entre risas - Seguimos en terreno peligroso. Sube al coche, anda. ¡Loca! - Me da una torta y subi dando saltitos. No puedo ser más feliz. Ha llegado el momento de pasar unos días con ella y con mi mini rubia siendo una familia normal.

Cuando ella entra, me coge la cara y me empieza a besar de tal forma que poco falta para acabar como el martes. Pero nos controlamos, va a haber mucho tiempo para eso.

- Vámonos a casa, amor - me dice con toda la dulzura posible. Suena tan bonito que hasta me emociono un poco.

Arranca el coche y estamos tan ensimismadas en nuestra felicidad y nuestros pensamientos que solo se oye la radio de fondo.

La Maestra y La (no) Alumna. Segunda Parte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora