29 de junio de 2019 (Parte 2)

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    Amelia me acaricia la espalda y mis padres me miran con cara de circunstancia. La miro y con la misma suelto la bomba.

    Mi madre, Manolita Sanabria, pone el grito en el cielo, se levanta y se va del salón enfadada. Mi padre, Marcelino Gómez, se queda en shock mirando la televisión. Yo estoy llorando y Amelia está apoyada en mí intentando calmarme.

- ¿Ustedes son felices? - Amelia me mira y toma la palabra.

- Somos muy felices, Marcelino. Yo sobre todo que he salido de un matrimonio complicado. Luisita solo me ha dado momentos maravillosos en esta etapa - yo no levanto la cabeza, pero mi padre parece tranquilo.

- Bueno, si ustedes son felices, maravilloso. Tu madre ya se hará a la idea, poco a poco, yo hablaré con ella.

    Me levanto para irme, él me frena, se levanta y me da un abrazo.

- Hija, estoy muy orgulloso de ti y me alegra que seas feliz.

   Amelia también se levanta y tras darse dos besos, nos vamos. Me siento en el coche y vuelvo a llorar.

- Estoy muy orgullosa de ti, mi amor. Ya verás que Manolita lo acepta pronto. Piensa que, al menos, ya te quitaste esa espina de dentro - como puedo, me abrazo a ella, no deja de acariciarme y besarme la cabeza.

   A lo mejor voy a tener que quedarme más tiempo del esperado en casa de Amelia, que no me importa en absoluto, pero ella tiene otros compromisos con su familia. Me invitó a ir, pero no estoy del todo segura.

- Vamos a casa, preciosa.

    Nuevamente, el camino es en silencio, ni siquiera ponemos la radio. Solo quiero llegar y tirarme en la cama. Yo sabía que no iba a ser fácil, sabía que no iba a tomarlo bien, pero es que se lo tomó todavía peor de lo que pensaba. Creía que al ser alguien que ella conocía y, además, ELLA en concreto, lo tomaría mejor, pero no.

  Llegamos y Davinia está esperándonos emocionada, aunque, al ver mi cara, le cambia la expresión y viene a abrazarme sin decir palabra.

    Amelia me ofrece algo de cenar, pero no tengo hambre, así que me voy directa a la habitación. Me pongo el pijama, me meto en la cama mirando un punto fijo en el techo y de lejos oigo a madre e hija hablando de algo en la cocina, pero no consigo entender nada. Por puro cansancio, me acabo durmiendo.

   No sé cuánto tiempo ha pasado, pero siento a Amelia entrando en la cama despacio. No me muevo, estoy muy cansada y me pesan los párpados. Me da un beso en la cabeza, se pega a mí y me abraza.

- Te amo, preciosa. Hoy has sido muy valiente y has hecho que me enamore más de ti. No sé si me escuchas, pero quería decírtelo. Eres lo mejor de mi vida, Luisita, pero no se lo digas a Davinia - sonrío- Bueno, ahora sé que me escuchas. Gracias por dar ese paso - me da otro beso y se acomoda para dormir.

- Te amo - digo como buenamente puedo y en respuesta recibo una caricia en la barriga.

30 de junio de 2019

   A la mañana siguiente, me despierto la primera y me levanto despacio para no despertarla. Es la primera vez que la veo dormir y parece un ángel. Bueno, lo es. Es mi ángel de la guarda sin alas y en la tierra para protegerme mejor.

   Me acerco al baño para lavarme la cara y luego, voy a la cocina para ver qué puedo prepararles para desayunar. Opto por unas tostadas, zumo de naranja, café y leche calentita para mi rubia. Saco la mantequilla y los embutidos de la nevera, y lo pongo todo sobre la mesa intentando darle una bonita presentación.

- ¡Vaya! Buenos días - me da un beso rápido y se queda mirando la mesa - ¿Y todo esto? ¿A qué se debe?

- Quería tener un detalle con ustedes. ¿Meto lo de Davinia en el microondas?

La Maestra y La (no) Alumna. Segunda Parte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora