31 de diciembre de 2019

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  Amelia y yo estamos sentadas en un banco, acurrucada, mirando la playa. Nos habíamos venido con toda a familia al sur de la isla a pasar a Nochevieja. Tenemos 4 apartamentos para nosotros, en uno de ellos se van a quedar mis padres, mi suegra, Davinia y sus primas. Nos han dado la noche libre para celebrar como es debido después de las campanadas y menos mal.

- No me creo que haya pasado ya un año de nuestra primera vez.

- Mi amor, yo, en general, no me creo que ya haya pasado un año y 6 meses desde que empezamos. En plan, mi amor, ¡QUÉ ESTOY CONTIGO! - se empieza a reír.

- ¿Aún no te haces la idea o qué?

- Me sigue costando, no te voy a engañar. Es que cada vez que me despierto y te veo ahí, a mi lado, es que es un sueño hecho realidad... Bueno, ya lo he dicho muchas veces, pero no me canso de repetirlo... Me lo voy a tatuar.

- ¡Qué boba eres, Luisita! ¿Te ha dicho tu madre algo más de la boda?

- Sí. Me pidió disculpas por reaccionar así y me dijo que está muy feliz por nosotras. Sobre todo porque es contigo. Te adora, Amelia, te adora demasiado. Ella saber que antes de conocerte no estaba ni la mitad de feliz que estoy ahora.

- Bueno, tardó en asimilarlo, pero lo asimiló bien y eso es lo que nos interesa, ¿no?

- ¡Sí! A ver, tarde o temprano yo iba a acabar contigo porque se lo suplicaba a cada luna llena y a las pocas estrellas fugaces que he visto en mi vida. Así que yo sabía que el universo me iba a terminar escuchando.

- ¿Cómo tienes tanta imaginación?

- Cuando se está enamorada, no hay imaginación que valga... - nos miramos y se acerca a besarme.

- ¿Estás enamorada entonces?

- ¡Uf! Hasta las trancas - nos sonreímos, me da la mano y se la beso - ¿Vamos a celebrar también mi nuevo puesto de trabajo? - ¡Cierto! No les he contado. El día de Navidad, me llamó la nueva directora y me dijo que si lo quería, el puesto de Irene es mío y yo pues, no lo dudé dos veces. Empezar a ganar dinero ya, ahorrar y casarme con esta mujer son mis metas ahora mismo.

- Por supuesto. ¿En serio no te dijo por qué la despidió? - niego con la cabeza - ¡Qué raro! Bueno, ya nos enteraremos, supongo.

- ¡Mamá! ¡Mami! Miren lo que me ha comprado abuela Lita - Davinia, por fin, se ha soltado con mi madre. Bueno y mi madre con ella. ¡Menudo par!

- ¡Hala, qué grande! ¿Le has dado las gracias? ¡Sí! Y también le ha comprado a las primas.

- ¿Estaban regalando los globos, mamá?

- Quise tener un detalle con mi nieta, ¿no puedo?

- ¡Ah, sí, sí! Todos los que quieras. Pero no la mal cries...

- Como si no la tuvieses tú ya así.

- ¡Oyeee! - se empiezan todas a reír y mi mini rubia se me acerca a abrazarme.

- No es cierto, mami. Tú me crias muy bien - ¡es que me la como a besos! Bueno, lo hago, literalmente. La abrazo y empiezo a llenarle la cara de besos, mientras estalla en carcajadas - Me duele la tripa. ¡Para! - ¿Le hago caso? Negativo y más se ríe.

- Bueno, bueno, ya vale. Vas a gastar los besos - Davinia y yo nos miramos, miramos a Amelia, volvemos a mirarnos y vuelvo a darle besos a lo que me contesta mi mujer con un golpe en el brazo. Luego, Davinia y yo nos echamos encima de Amelia para llenarla de besos también.

- ¡Madre mía! ¡Qué tres! - se oye a mi madre de fondo - No quiero interrumpir este precioso momento, pero deberíamos irnos al apartamento a prepararnos. Se va a hacer tarde para cenar y todo.

La Maestra y La (no) Alumna. Segunda Parte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora