9. Fuego

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Miles POV.

Odié la idea de cenar todos juntos, y más aún, odié que Finn y ______ se comportaran como niños después de una pelea. Quería comer, no escuchar sus tonterías.

Finn miraba a _______, _______ miraba a Mike y él me miraba a mí esperando que le ayudara a comprender qué diantres pasaba. Finn había cocinado pescado de la manera más asquerosa que se podía hacer y, al menos, mis verduras sabían más a aceite que a su sabor real. ¿Qué mierda? Él nunca cocinaba así.

***

Eran las ocho, así que después de un largo suspiro entré al pub. Una de las cosas buenas de mi trabajo era que no me obligaban a llevar uniforme, lo informal estaba bien visto y eso me beneficiaba en todo. Podía seguir mostrando mis tatuajes, llevar mis camisetas sin mangas y revolver mi cabello cuando me venía en gana. El mío era algo más lacio que el de mis hermanos por lo que muchas veces debía luchar por controlar sus ondulaciones, ya que, parecer un león no era algo que buscara. Por esa razón era que Mike se repeinaba tanto, era la única manera de controlar sus rizos sin tener que cortarlos; porque si había algo peor que uno de nosotros despeinado, era uno con el pelo corto. Tampoco era de extrañar que Finn llevara el cabello desordenado, según él, eso lo hacía ver más sexi, según mi opinión, parecía un coliflor.

Una vez tras la barra esperé lo de siempre, poca actividad. Era un miércoles y normalmente el local se llenaba solo los fines de semana, por lo que decidí ponerme a ordenar las bebidas, al menos, así haría algo de tiempo.

— Hey, ¿qué haces? —me extrañó escuchar la voz de Judah. Volteé.

—¿Qué haces tú aquí? —era un fastidio. Estaba más que seguro que venía a pasar el rato a falta de algo mejor que hacer.

—Me aburría —¡bingo! —. Y no tenía ganas de seguir con los estudios de movimiento.

Conocía a Judah desde los ocho años, lo suficiente para ser capaz de deducir sus actos y sus palabras, nos conocimos en clases de pintura, tanto él como yo teníamos vocación para el arte y fuimos prácticamente inseparables desde el primer momento. Pasamos juntos la secundaria y en ese momento acabábamos de empezar la carrera de bellas artes en la academia de arte. No me desharía de él en cuatro años más y eso me gustaba aunque, como he dicho, fuera un tremendo fastidio. Siempre tenía que estar en todas las conversaciones, saberlo todo y meterse en líos tan rápido como el tiempo que tardas en pronunciar la palabra. Eso me molestaba mucho, pero debía admitir que era la manera de añadirle adrenalina y emoción a mi vida, ya que, aunque no lo pareciera a simple vista, yo era el ser más tranquilo que te podías encontrar. Disfrutaba más de mi tiempo a solas dibujando que de una fiesta descontrolada, también prefería el silencio al ruido, ya que encontraba belleza en él.

—Lo suponía —contesté—. De momento no hay mucho trabajo, así que aquí estoy ordenando esto.

—Ponme una cerveza, anda.

—Aún eres menor, idiota—me burlé, él cumplía 18 en diciembre y apenas estábamos en septiembre.

—¡Anda cabrón! ¡Dame una cerveza!

—Bueno, bueno —le preparé la cerveza mientras él me hablaba de su madre, con la que siempre se discutía.

Sus padres estaban divorciados y él vivía una semana en casa de cada uno, cosa que no entendía ya que era muy difícil todo el tema. ¿Cómo podía aguantar vivir en un sitio y en otro a la vez? No lograba entenderlo, ya que yo no podría. En resumen, la relación con su madre no era muy buena, después de que Judah y su padre la encontrarán con otro en la cama las cosas se volvieron muy distintas entre ellos. La verdad era que charlar de eso no le hacía bien a Judah, normalmente, intentaba conversar de otra cosa para que así él se distrajera pero ese día lo dejé hablar hasta que se quedó sin palabras.

Trillizos Wolfhard  {F. W. y tú} // TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora