18. Laura

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Michael's POV.

Me desperté con un hambre increíble así que, sin siquiera vestirme, fui a la cocina, agarré un plátano y me senté a desayunar. No sabía por qué, pero Finn, Miles y yo teníamos la misma costumbre de dormir sin ropa y comer un plátano cada mañana; sin duda, en algunas cosas nos parecíamos.

No paraba de preguntarme por qué Finn estaba siempre borracho, sabía que algo le pasaba porque él no era así. Tenía mis teorías, pero no lograba encajarlas. ¿Debería hablar con él? ¿Sería buena idea? No, definitivamente no, él no me hablaría y nuestra relación no era precisamente la mejor, probablemente, me mandaría a la mierda, como siempre.

Mi teléfono descansaba encima de la mesa y de un momento a otro comenzó a sonar. Miré la pantalla «Llamada entrante: Mamá». Fruncí el ceño y descolgué.

—Hola, mami —saludé.

—Buenos días, mi niño —dijo cariñosamente— ¿Cómo va todo por casa?
Esa es una buena pregunta. Contando con que la cocina no tenía luz, ni lámpara, mi habitación había sido parrillada y reconstruida, Miles cada día parecía una embarazada por sus repentinos cambios de humor y las tonterías que soltaba, Finn se emborrachaba hasta las venas arrastrando al modosito de mi amigo hasta acabar medio desmayados y casi en cueros; pues, todo iba de maravilla.

—Bien —mentí. Sabía que si le contaba todo se pondría como una fiera y vendría a casa corriendo, temiendo encontrarse con todo inundado o quemado.

—Mickey... —dijo ella— La verdad.

—Estamos bien, mamá —repetí—. Todo va perfecto.

—¿Y con la chica de acogida?

—Perfecto también.

—No quiero embarazos cuando llegue.

Me atraganté con el plátano.

—¿Por qué dices eso?

—No sé, son tres chicos solos en casa con una chica, jóvenes todos.

—No mamá tranquila, ella no es de ese tipo de chicas y, nosotros, tampoco. Bueno, sabes que Finn sí, pero Miles la odia. Además, tenemos diecinueve años, creo que nos sabemos comportar.

—No sé si fiarme de la edad —dijo divertida.

—Enserio, mamá, somos grandecitos ya.

Me callé un momento.

—Mike, dime la verdad, ¿qué ha pasado en casa? —repitió ella. No me había creído.

—Te dije que estamos bien, ma.

—No te creo.

—Yo nunca miento —mentí.

—Mike, me voy a enfadar. Dime ya qué está pasando en casa.

Suspiré. No podía decirle que pasaba porque sabía que vendrían corriendo a casa y no quería que lo hicieran. Ella y mi padre estaban de viaje, cumpliendo con su sueño, y quería que les fuera bien, ocuparse de nuestros desastres no iba a ayudarles en su búsqueda de nuevos platillos.

—Nada, mamá —me callé al ver a Finn entrar a la cocina con cara de muerto.

—Me duele la cabeza, me duele el alma, me duele la espalda, me duele hasta respirar —se sentó a mi lado— ¿Con quién hablas?

Rodé los ojos.

—Con mamá.

Él alzó las cejas y me arrebató el móvil.

—Hola, mamá. Soy Finn... sí... perfecto... bueno, algún que otro accidente... no, pero es que Miles —me lancé a quitarle el teléfono. Estúpido Finn.

Trillizos Wolfhard  {F. W. y tú} // TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora