30. Disputa sin palabras

3.4K 330 626
                                    

Miles POV.

Al final del día llamé a Patrick para comenzar con los niños la semana siguiente, ya que no estaba muy seguro de cómo iniciar y debía prepararme bien el entrenamiento.

La semana había pasado con tranquilidad, había recomendado a _____ en el pub y le concertaron una entrevista para esa misma semana, sin embargo, yo ya había reducido mis turnos. No podía llevar las clases, los entrenamientos y el pub al mismo tiempo y, por el momento, no quería decidir sobre alguno de los trabajos por si el boxeo fallaba. No me gustaba hacer del suelo que pisaba algo resbaladizo.

—¿A dónde vas? —preguntó Finn, que me observaba mientras agarraba mis guantes de boxeo— ¿Vas a pelear otra vez?

—¿Y a ti qué te importa? —contesté y él negó con la cabeza.

—Ok, no me lo digas —dijo resignado.

Rodé los ojos.

—Voy a entrenar, soy el nuevo entrenador del gimnasio —dije yo y él alzó las cejas.

—¡Wow! —dijo asombrado — ¿Por qué no me enseñas a mí?

—No —dije yo.

—Puede ser divertido.

—Ni madres —contesté.

______ también apareció en la estancia, vestida con unos shorts cortos de deporte y una camiseta cómoda, se sentó al lado de Finn y encendió la televisión, para quedarse enfrascada en una de las series que miraba una noche por semana. Aún me preguntaba qué era lo que Finn y Mike habían visto en ella. Por esa razón me había encontrado a mí mismo, en más de una oportunidad, observándola con detenimiento, mirándola sin ser visto para averiguar la cuestión. Había cosas que no cambiaban y, de hecho, seguía sin tragarla, pero la curiosidad de saber cuál era su encanto me carcomía.

—¡Andale, Milo! Por favor —dijo Finn—. Prometo que me comportaré como un buen alumno y haré todo lo que me digas.

—Que no, y no me llames Milo —repliqué y _____ se rio con su atención puesta también en nosotros.

Me percaté de que me parecía adorable su manera de reír, y me obligué a mí mismo a regañarme. «Por favor, Miles, no pienses así de la puta».

Finn rodó los ojos.

—Igual puedo apuntarme a tus clases del gimnasio —dijo en tono burlón.

—Ni se te ocurra —dije—. Porque sufrirás, te lo juro.

Mi hermano sonrió cínicamente y Mike entró al salón.

—¿Quién sufrirá? —dijo Mike, mientras yo estaba mirando a ______, quien se observaba las uñas.

—Yo, porque me voy a apuntar a las clases de boxeo de Miles, él es el entrenador —informó Finn.

—Yo también quiero —dijo Mike.

—Me lleva, ¡que no! —dije yo— No, no y no —¿Claro? Como vayan a mis clases les juro, que los mato a los dos.

Me di media vuelta y me fui del comedor, llegando hasta la puerta para salir de casa listo para mi primer entrenamiento con niños de ocho a diez años. Aquello me ponía nervioso, no sabía si aguantaría a los niños en estas edades donde creen que ya han descubierto el mundo y que, además, van a entrar en la adolescencia en pocos años; de hecho, temía por mi paciencia. No podía dejar que mi temperamento me afectara en las clases.

Cuando llegué al gimnasio me cambié de ropa y entré a donde estaban los niños sentados en el suelo esperándome. Los miré algo intimidado.

Creo que la piel se me puso de gallina.

Trillizos Wolfhard  {F. W. y tú} // TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora