1. ¿Trillizos?

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Quizá había tomado la decisión errónea en medio de un ataque de nervios e histeria, a veces las personas lo hacemos. Pero si alguien me hubiera preguntado sobre mis actos en aquel momento, mi respuesta hubiese sido rotunda y rápida.

Lo gracioso era el hecho de que realmente creía que escapar del drama familiar lo haría todo más sencillo.

Me equivocaba, y aún no tenía ni idea de todas las veces que llegaría a hacerlo. Sin embargo, huir siempre era tentador y más fácil ante ojos inocentes.

Llegué a la casa de la familia Wolfhard hace aproximadamente una hora, y nadie se había presentado en el lugar, algo que consideraba irrespetuoso e irresponsable. Me pareció despreciable que me hicieran esperar en la puerta hasta que alguien se dignara a aparecer. Disciplina era lo que les faltaba.

No había visto fotos de ellos, pero sabía que era un matrimonio con hijos.

Esperé, pero acostumbrada a la puntualidad y el orden de la lujosa y, supuestamente, maravillosa vida que
siempre he llevado, aquel acto consiguió causar una clara molestia en mí.

Todo era más fácil con una criada esperándote en casa.

- ¡Genial! - mascullé irónica para dejar de dar vueltas de un lado a otro y sentarme en la entrada de la casa, prácticamente en el suelo. No podía creer que yo estuviera haciendo algo así.

Alcé la mirada y me percaté de lo gris que se mostraba el ambiente. El azul del cielo y el blanco de las nubes había sido manchado aquella mañana de septiembre.

Gris, siempre había odiado ese color. No era blanco, tampoco negro, simplemente gris; además, detestaba sentir que ese color estaba en medio de las dos cosas.

Ya cansada de tanta demora, comencé a caminar de un lado a otro. ¿Cómo se podía ser tan maleducados?

Ellos sabían que iba a venir, así como la hora exacta, ya que ellos habían enviado el e-mail con la información.

Suspiré y pensé que había sido un gran error venir a Vancouver, me encontraba en la calle y tenía más hambre de la que recordaba haber tenido alguna vez.

Suspiré de nuevo y me senté, intentando encontrar la manera de relajarme. Recordé a mi niñera, Dianne, y cómo decía «______, cielo, cuando estés nerviosa piensa en los momentos felices de tu vida, te relajarán».

Pensé en ella, busqué aquel rincón de mi memoria en el que se escondían los momentos perfectos en los que
la soledad y la angustia no existían. Sin embargo, estaba demasiado agobiada para encontrarlos, incluso, noté que las manos me temblaban cuando buscaba en mi teléfono un número al cual llamar. Creí recordar que habían dejado uno en el e-mail. Lo encontré, llamé un par de veces, pero no hubo respuesta.

Volví a levantarme y esa vez volteé para admirar la vivienda que se alzaba frente a mí. Me senté de nuevo, preguntándome si había tomado la dirección correcta. Volví a mirar el e-mail, tal vez me había equivocado de lugar, pero no, era allí. Bajé la mirada y repasé en mi mente todas las cosas que había traído, sin olvidar por un segundo las duras facciones de mi padre cuando abandoné mi casa con la intención de no volver por mucho tiempo.

Papá siempre había sido una persona un tanto apática, pero nunca hubiera imaginado que llegaría a hablarme de aquella manera, ni a decirme tal tontería:

- ______ - dijo antes de que agarrara mi maleta y la sacara de casa -, no olvides lavarte los dientes cada noche.

¿Eso era lo que se le ocurría decirme en aquel momento? ¿Solo eso? ¿Esa tontería? Podría haber esperado cualquier cosa, menos eso. De ahí que ni siquiera respondiera a su incoherencia.

Trillizos Wolfhard  {F. W. y tú} // TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora