2. Qué locura de familia

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Abrió la puerta, se encargó de tomar mi maleta y me tendió la mano invitándome a entrar. Dudé un poco, aquel chico, o aquellos chicos, no parecían de fiar, sin embargo, me sonrió de nuevo y no pude hacer más que dar un paso dentro del edificio.

Me encontré con un recibidor normal y corriente, sin nada de lujos, pero donde no faltaba nada. Enseguida supe que esa familia no era como la mía, sino todo lo contrario. Yo había crecido entre niñeras y lujos, en pasillos vacíos sin fin y vacíos sentimientos; ellos, parecían haber crecido en familia, en el seno de un hogar inundado del calor humano. Su casa lo decía todo. Hablaba por sí misma: era un hogar.

Michael dejó la maleta al lado de un armario negro en el cual había más de un par de llaves. Seguí pasando la mirada por las blancas paredes y me señaló que lo siguiera hasta lo que parecía un comedor. Una vez allí, observé como el ambiente hogareño se mantenía por todo el recinto. Aquel lugar era diminuto en comparación
a mi casa. Había fotos por todas partes, algún que otro dibujo colgado en cualquier cuadro, un sofá negro y mullido, delante de este, un sillón y un televisor. Aunque, lo que más llamó mi atención fue un armario
vitrina lleno de fotografías con los tres chicos idénticos. Me detuve ante alguna de ellas asombrada por el parecido de los tres hermanos. Todos blancos de piel, con una sonrisa enorme y el cabello rizado.

- ¿Ahora me crees? - preguntó Mike a mis espaldas, y asentí asombrada.

- Sí - contesté perpleja y algo asustada - Tres iguales... ¡qué locura!

El chico rio.

- Suelen decirlo.

Volteé para mirarlo y enseguida me indicó que me sentara, obedecí; luego, él se sentó a mi lado.

- ¡Finn! ¡Miles! ¡Vengan! - exclamó y enseguida sentí mis nervios crecer.

¿Qué haría ante tres iguales? ¡Era una locura!

Incluso así, sonreí y apareció uno de ellos.

- Oh... al final has cedido, bonita - sus dientes capturaron su labio inferior.

Apareció mirándome con una sonrisa coqueta en su rostro. Ni siquiera me hizo falta pensar quién era, ya que por su actitud supe que era el que había intentado besarme, Finn. De inmediato giré y observé a Michael, escaneando cada parte de su rostro para luego compararlo con el de su hermano, increíble. ¡Eran iguales! Con
la diferencia de que Finn lucía mucho más atractivo que Michael, pero solo era por el aspecto. Si comparábamos el cabello despreocupado de Finn con el peinado exagerado de Mike y sus gafas de pasta, el primero le sacaba una ventaja del cincuenta por ciento.

- Madre mía, son iguales - murmuré atónita.

- Suelen decirlo - Michael repitió la frase que había usado minutos antes y estaba segura de que la tendría grabada en la mente de repetirla tantas veces.

- Mentira - declaró Finn sentándose del otro lado con despreocupación - Yo soy el más sexy de los tres. Soy Finn, encantado - saludó y esbozó una sonrisa que no fue precisamente de bienvenida.

- _______ - contesté seca.

Michael estaba a mi derecha y Finn a mi izquierda. Miré a Finn alzando las cejas, él era el típico creído que conquistaba a todas con su alto y estúpido ego. Un cliché, algo que había aprendido en películas, series y libros demasiado bien.

- Son iguales. Excepto que tú eres un cretino - repliqué mirando a Finn, que se encontraba a mi izquierda.

Nunca había sido reservada y sabía que apenas lo conocía, pero esa era la impresión que me daba.

Trillizos Wolfhard  {F. W. y tú} // TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora