XXI

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Leandro Salvatore

Estaba a punto de cambiarme a mi pijama cuando me llaman a mi celular.

Era Leah otra vez.

No quería hablar con ella del tema, pero a la misma vez era demasiado tarde.

Llamada

-Buenas- respondí lo más profesional

-Buenas le estamos llamando del bar Disco para que busque a la señorita Leah, creo que no esta en condiciones de conducir- escuche una voz masculina

-Estaré ahí en unos minutos- corte la llamada

Fin de llamada

No dude ni un segundo en buscarla, no sabía que peligro podía correr con el tipo ese.

-Nana saldré un momento, regreso pronto- ella no me respondió

Continuaba enojada conmigo por mi decisión.

Ella muy bien sabía que ya yo tenía los papeles del divorcio hace un mes preparado.

Lo que me detuvo a dárselo fueron esos días en donde sentí que algo entre nosotros había cambiado, pero luego supe que no.

Esa mañana me dolió ver cada articulo en donde ella aparecía muy amorosa con otro hombre.

Ese fue mi momento para sacar el papel que en una ocasión pensé que no sería necesario tener.

Me tarde en llegar unos veinte minutos ya que quedaba un poco lejos de mi casa.

Busqué con la mirada a Leah, pero la encontré en brazos de Ethan.

El intentaba tomarla de su cintura mientras ella se tambaleaba un poco.

No hice nada.

Solo la mire de lejos para ver como el simplemente se la llevaba.

Ya no era mi esposa.

No tenía porque preocuparme por ella.

-Un vodka a la roca- me senté en el bar

El batender simplemente me paso un vaso mientras yo le daba mi tarjeta.

Pase horas bebiendo hasta que era momento de irme a mi casa.

Esa casa que había comprado para estar con Esmeralda, ya que no volvería a la casa que le deje a mi madre.

Esta vez volví a lavarme los dientes y colocarme mi pijama.

Cuando me tire en la cama simplemente mire el techo.

¿Me arrepentía del divorcio?

Si, no lo negare estando solo.

Al día siguiente me levante con un poco de dolor de cabeza, pero debíamos trabajar.

-Mi niño le hice una avena para que se le pase ese dolor de cabeza de lo que hizo anoche- golpeo mi hombro y solo pude sonreírle

- ¿Qué le sucede? – se sentó frente a mi

-Nada- sonreí, aunque estaba mintiéndole

-Puedes engañar a quien sea menos a mi- quería decirle lo que me pasaba, pero no podía aceptarlo no era el momento

-No deseo hablar del tema nana- susurre manteniendo mi mirada en la avena que me había cocinado

-Bueno solo quería mostrarte la noticia de portada- me paso el periódico del día

Maldito error, Hermoso errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora