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-Hace varios siglos Geri, fiel sirviente de Odin, atravesaba los cielos buscando regresar junto a su amo, pero al encontrarse a la Diosa Luna, se enamoró de ella. Juntos tuvieron basta descendencia, seres extraordinarios, capaces de cambiar de forma: lobos a humanos y viceversa. Se acentaron en estas tierras, pero era una población muy grande y la Diosa era incapaz de gobernar a todos sus hijos. Entonces Geri escogió a dos lobos, ellos fueron nuestros primeros Alphas, la Diosa otorgó regalos a cada hijo; al primer Alpha, Damián Lawton se le obsequió una pócima mágica, con el poder suficiente para construir y destruir mundos enteros. Al segundo Alpha, Francis Coin, se le otorgó una espada forgada con la última chispa de la estrella Aragón, la estrella más poderosa de todo el universo. Estos dones serían utilizados para mantener paz entre los hermanos, nos dividieron en veinte grupos, nos llamaron manadas, familias que prosperaríamos con el paso del tiempo. Cada Alpha tomó a su cargo diez manadas, los Lawton al Sur y los Coin al Norte, la paz pareció florecer, avanzamos en tecnología, medicina, ciencia, todo marchaba bien, hasta hace veintiún años-.

-¿Qué pasó hace veintiún años? -.

- La familia de los Alphas eran conocidas por una cosa: el primer hijo siempre era varón, puesto que tanto la pócima como la espada eran otorgados a sus primeros hijos desde el nacimiento. Hace veintiún años, el nuevo Alpha del Norte tuvo a su primer descendiente, todos pensaron que sería varón como los otros, pero resultó ser una niña.

-¿Cuál era el problema en eso?-. Si pensamos como en el nuevo siglo nacer mujer no es un pecado, todo lo contrario, yo diría que es una suerte.

-Ese era el problema-. Giselle retomó la historia como si lo que estuviera a punto de decir fuera lo central en todo esto. -Al ser una niña, la curiosidad se despertó en todos, la primera niña primogénita dentro del linaje de Alphas. Fue tan extraño que, en el primer día de su nacimiento se consultó con brujas y famosos hechiceros, todos aseguraban que el que hayan tenido una niña no era un problema. Se alegraron al escuchar eso, pero nisiquiera los Coin sabían lo que les esperaba.

A los dos días de haber nacido, se presentó a la casa Coin, una bruja de renombre, dicen que vestía elegantemente a diferencia de sus compañeras de magia, ella dijo que la niña era una maldición, dijo que debían matarla o los lobos estaríamos condenados, los Coin no estaban dispuestos a entregar a su hija y juraron protegerla pero entonces comenzó el caos. La bruja convenció a las diez manadas sureñas de atacar a su Alpha y una noche, durante una rebelión, la familia Coin fue asesinada. Aquel nacimiento, considerado mal presagio, acabó con una de las familias más poderosas de todos nosotros.

- Pero el Alpha podía haber usado la espada para protegerse. ¿Por qué no hizo nada?-. Chris tenía un muy buen punto, con ese poder pudo haber salvado a su familia.

- No podía. Su don no podía ser usado para dañar a los suyos, a sus hermanos.

- Y luego de eso abandonaron este lugar... o me equivoco?-. Era el fin de esa escalofriante historia llena de muerte.

-Si, nadie quiso recordar este acontecimiento, las manadas se mudaron al Sur y aceptaron como Alpha supremo a Matts,

- ¿Y qué pasó con esa bruja?-. Quería saber como terminó todo. Aunque dolía saber esto.

- Después de la rebelión nadie la ha vuelto a ver.

-¿Cuál era su nombre?

- Bala.

Nadie volvió a hablar en los siguientes diez minutos. Tal vez esperábamos poder dormir o quizá ninguno tenga las palabras adecuadas para continuar con esta conversación.
Chris se a quedado dormido, desearía poder hacerlo también pero tengo demasiadas cosas en las que debo pensar. Me levanté de la cama y caminé hacia la ventana, Giselle seguía mirando a la Luna, me senté en la alfombra que estaba iluminada, ella lo notó y se acercó un poco.

-¿Aún no tienes sueño?-. Negué con la cabeza.

-Ve a dormir, yo haré guardia-. Iba a moverme para que Giselle caminé hacia la cama pero no se movió. Dirigió su mirada nuevamente a la Luna.

-Dime algo Mira...-. Mi corazón se detuvo, sin darme cuenta había llegado el momento, sabía que tarde o temprano Giselle y yo debíamos hablar sobre lo que pasó con Matts y no me sentía lista para esto.

-¿Qué quieres saber?-. Trataba de mantener la calma pero estaba muy nerviosa.

-¿Hay algo de lo que deba disculparme cuando regrese a casa?-. De todo lo que ella podía preguntar no me esperaba que inicie por esto, hice memoria de todo lo que pasó y lo único que venía a mi era lo de las almejas, lo de aplazar el ataque, lo de encontrar a su mate y lo de confesarle que ha estado bajo un hechizo de amor. Pensándolo bien, nada era bueno, apuesto que ella se retorcerá de ira, así que le diré todo.

-Supongo que tienes que disculparte por muchas cosas-. Nuestras miradas se cruzaron, trataba de leer lo que había en mi cabeza y luego de unos instantes creo que entró en razón, bajó la mirada y suspiró profundamente.

-Sabía que esto iba a llegar tarde o temprano... preferiría que no llegara nunca-. Volvió a mirarme fijamente, pero esta vez su mirada era cálida, como si tuviera las escusas perfectas para justificar lo que hizo.

-¿Por qué hiciste eso?-. Ahora que ella había aceptado su culpa todo parecía ser más sencillo.

- Por amor... mi familia corría peligro, podíamos ser asesinados en cualquier momento si no co seguíamos protección, en ese entonces Matts era mi única salida, con él a mi lado, respetarían a mi familia. Me dolió separar a Matts de su mate, pero no tenía elección-. Este caso solo lo había visto en películas, Giselle tenía razón, pero nada quitaba el daño causado.

-Cuando esto acabe, quiero que se lo digas, que le digas toda la verdad.

-A estas alturas él debe saberlo todo.

-¿De qué hablas?

-La pócima de amor se la daba cada día, en las mañanas, era necesario si quería que el efecto no se desvanezca, la pócima ha perdido efecto, él sabe lo que hice-. Me miró nuevamente. -Sabe lo que hiciste y seguro jamás me perdonará-. La tristeza emanaba de su corazón, era duro para ella, y si Matts sabe todo, ya no hay nada que ocultar.

-¿Puedes prometerme algo?-. Nuevamente su voz entristecida se hizo presente.

-¿Qué deseas Giselle?

-Cuando todo esto termine, no quiero quedarme en este lugar, odio esto, quiero ir al mundo humano y vivir cómodamente lo que me queda de vida. Cuando tu y Chris vuelvan a la Tierra quiero que me lleven con ustedes... por favor-. Su petición era sorprendente, nunca imaginé que ella diría eso. Tal vez lo hacia por culpa.

-De acuerdo, irás con nosotros-. Quería ayudarla, a fin de cuentas no había hecho todo esto por maldad, la juzgué mal en el pasado, ella no es mala, simplemente lo hizo por amor.

El sueño al fin atacó a mi cuerpo, Giselle descansó un par de horas antes de volver a intercambiar lugares. Al amanecer, comenzamos a caminar nuevamente y, para cuando el sol se encontraba en su punto más alto, habíamos llegado al reino de los elfos.

Se trataba de un lugar magico, era un valle bañado por cascadas de agua cristalina, la fertilidad en las montañas se notaba gracias a su color verde y en el centro, como si se tratase del paisaje más hermoso que alguien haya podido ver jamás. Claro que, no nos recibieron con grata bienvenida. Nos quitaron las armas, nos sujetaron las manos con una especie de lianas y nos llevaron adentro. Giselle habló con los guardias pidiendo ver a la reina, pero ellos solo guardaban silencio, caminamos por pasadizos dentro del palacio hasta llegar a una sala de baile muy grande, con un gigantesco candelabro en el centro. Había una silla, un trono al final del salón y pude distinguir a una mujer. Su cabello gris tocaba el suelo, su vestido era enorme, gris y totalmente cubierto de perlas, su piel era blanca como la nieve misma, ojos verdes, labios carnosos color carmesí. Entré en razón entonces, ella era Freya.

Luna Perdida (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora