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-¿Qué extraño no?-. Su voz retumbó en todo el salón, esa voz que podía hacer que sus enemigos se arrodillen ante ella, los guardias nos acercaron un poco más. -Un lobo y dos humanos, perdidos en el bosque, se han adentrado a mi territorio y exigen, escuchen bien-. Alzó la voz como si pedir hablar con ella sea una verdadera ofensa. -¡Exigen poder hablar con migo! ¿Cómo se atreven simples insectos de estiércol a mirar el diamante que tienen en frente-. Los hombres... o bueno, elfos, nos golpearon la cabeza para que miráramos al suelo. Mi respiración se agitó, antes de entrar, Giselle dijo que ella hablaría, ahora no se si de verdad pueda hacerlo.

-Majestad no fue nuestra intención deshonrar su casa ni su reino, tan sólo hemos venido en nombre del Rey Alpha para hablar de paz.

-¿Paz?-. Una risa burlona inundó el salón. -¿Cómo osas hablar de paz cuando tu rey tuvo intenciones de matarme?

- No fue mi rey su Alteza, los responsables del ataque serán juzgados por sus actos en poco tiempo.

-Pareces conocer demasiado sobre tu rey, pero quiero saber la razón de su ausencia en esta sala y la razón por la que dos sucios humanos están pisando mis tierras en estos momentos-. Lo único que Chris y yo podíamos hacer era mantener la mirada baja, esperando quizá, un milagro.

-Humana-. Su voz ordenaba levantar la cabeza, así que lo hice con miedo, ella aún se encontraba a unos cinco metros de nosotros y a esa distancia, era imposible no reconocer su hermosura. Me miró por algunos segundos. -Acercate a mi-. Mi respiración se aceleró y si quería obtener lo que vine a buscar será mejor que obedezca. Con cada paso que daba me sentía más nerviosa, ¿Por qué yo? Pudo haber llamado a Giselle o a Chris, aunque la última opción no me convenía. La mirada siempre al suelo, eso era lo único que debía hacer, la mirada al suelo pues de este momento dependerá lo que pase en el futuro.

-Mirame- Su voz, ¡Dios! Podía morir si escuchaba eso de nuevo. Levanté la mirada poco a poco, ahora podía apreciar aún más la belleza de su vestido, el brillo de sus cabellos y la profundidad de sus ojos verdes. Ella solo me miraba, tal vez trataba de leer mi mente o algo así. Llevó su mano hacia mi quijada, colocando la uña de su dedo medio justo en mi garganta, tragué en seco ante tal acción.

-¿Qué haces en tierras tan lejanas a tu hogar?-. ¿Hogar? En verdad nunca tuve un hogar alguna vez, todo lo que creía verdad no era más que un sueño justo ahora, quizá una pesadilla, no tenía hogar, no tenía familia, no tenía nada.

-Su Majestad, estoy aquí porque fui utilizada por los rebeldes y cuando descubrí la verdad decidí venir para enmendar los daños causados -. De verdad que me ayudó mucho todas esas clases de lengua en el verano.

-Dime todo lo que sabes-. Accedí a su demanda y aún con los nervios de punta solté toda la sopa sin olvidar ni un solo detalle.
Al terminar mi relato Freya meditó su respuesta.

-Muéstrame pruebas de que dices la verdad-. Mi mente pensó lo más rápido que pudo y la única respuesta que tuve fue la de la pócima, pero Freya podría adueñarse de ella, claro que, si lo intenta, correrá con la misma suerte de la bruja. Metí mi mano en la pretina de mi pantalón y saqué el frasco, Freya lo observó con cautela, parecía saber lo que era

-¿Por qué me muestras eso?¿Acaso crees que no te mataré y me quedaré con la pócima?

-Usted no hará eso, no puede-. Iba a continuar hablando pero su voz e interrumpió.

-¿Piensas que un hechizo va a detenerme? -. Se supone que nadie conocía ese detalle. En un abrir y cerrar de ojos, Freya tomó el frasco con una de sus manos. Lo rápido que lo hizo no importó en absoluto, el hechizo no rebotó en ella, pasados cerca de diez segundos, me entregó de vuelta la pócima, se levantó del trono y caminó hacia la salida de la sala.

-¡Darles ropas y alimentarlos! El viaje debió ser agotador-. Y sin más, desapareció en el pasillo. Me quedé en el mismo lugar hasta que una mujer tocó mi brazo, era una sirvienta, sin decir una palabra nos llevó a los tres a través de un pasillo, al terminar el corredor nos encontramos con otro salón, las paredes eran color marrón, una gran mesa color vino adornaba el centro, había cuatro corredores más, tal vez uno lleve a la cocina.

-Ustedes son invitados de la reina ahora, los sirvientes estaremos a sus disposiciones durante su estadía en este lugar. Si necesitan algo, solo pídanlo- Al salón entró un hombre, no aparentaba tener más de treinta años, piel clara, sobrepasaba el metro setenta y vestía ropas de colores llamativos. Sin embargo no pude seguir contemplando detalles puesto que se retiró del lugar en un abrir u cerrar de ojos.

-¿Y ahora que hacemos?-. Cuestionó Chris y Giselle trató de buscar una respuesta clara a lo que estaba pasando, pero fue algo lenta.

-Freya nos va a ayudar-. La mirada de los dos se posaron en mi, pero eso era más que obvio.

-Freya piensa en apoyarnos.

-¿Cómo estás tan segura?-. Chris estaba más nervioso que Giselle y yo juntas, después de todo nos estábamos atando la soga al cuello.

-Ustedes vieron lo que ella hizo, tomó la pócima y no le pasó nada, eso significa que no quiere dañar a nadie, quiere reconstruir.

-Eso no garantiza nada, tal vez el hechizo no funcione en ella-. Giselle aún no confiaba pero, por alguna razón sabía que Freya nos ayudaría en todo esto.

- ¿Entonces por qué si funcionó en una bruja?

-Tal vez los elfos tienen magia o hechizos para evitar todo lo que les dañe-. Aún con esa resolución de Chris, no me convencían totalmente.

Pasados los cinco minutos de discusión, aquel elfo volvió a entrar, lo seguían mujeres de belleza extravagante, traían bandejas de plata que contenían los bocadillos y platillos más exóticos que jamás haya visto. Mire atentamente todo y el hambre se hizo presente, las elfos se retiraron luego de dejar todo en la mesa. Giselle, Chris y yo nos dedicamos miradas cuestionando acerca de lo que debíamos hacer.

-Por favor coman, son nuestros mejores platillos- Ante la aclaración del elfo, volvimos a dedicarnos miradas confusas, Chris fue el primero en sentarse y empezar a comer, Giselle me miró, tal vez quería una respuesta rápida pero yo también tenía hambre y mis pies me dolían, quería sentarme y disfrutar de este banquete, y eso fue lo que hice, me quité los tacones y pude relajar mis moretones, la comida era realmente buena, tomé dos trozos de pan y los llevé a mi boca, era como sentir la suavidad del algodón, habían copas de vino rojo, el aroma era realmente exquisito, Chris y Giselle, quien se había sentado a mi lado luego de ser tentada por si mente, estaban comiendo patatas de otra bandeja, tomé una uva de los racimos que estaban en el centro de la mesa, era realmente una maravilla comer de esta forma luego de haber comido un poco de carne de conejo, aquel elfo solo observaba desde una esquina, mis pies se relajaron al tocar el suelo frío de la habitación aunque las ampollas no iban a desaparecer fácilmente.

Luego de comer, nos dirigieron por varios pasadizos en el castillo, todos con muy poca iluminación, llegamos a un cuarto, habían dos camas y ropa sobre estas, nos ordenaron a Giselle y a mi, cambiar nuestras ropas y esperar nuevas instrucciones, mientras que, a Chris se lo llevaron al cuarto del frente. Este lugar es pacífico, me llena de esperanza el saber que nos recibió en su palacio ahora solo queda orar por su ayuda en esta batalla en contra de Larsson.

Luna Perdida (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora