33. Fuerza

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Ephraim en su uniforme escolar y sus mil capaz de abrigo venían de visita como todos los días al hospital.

Sobre la camilla dormía el chico de cabello pelirrojo con mechas negras. Definitivamente se veía extraño, cambiado.

El dragón tomó una silla que siempre estaba ahí y la movió para sentarse frente a la camilla y poder ver con detalle el rostro del lobo.

Parecía exhausto, las ojeras bajo sus ojos estaban fatales y su piel pálida. Pero era mejor que cuando le vio en el coma inducido. La gran herida en su cuello parecía doler como el infierno, siempre trataba de mantener el cuello estirado para evitar que doliera más.

Sus pecas resaltaban más de lo usual con su piel descolorada y pálida.

Extendió su mano con la intensión de acariciarlas con cuidado pero vio sus propias uñas un poco más largas de lo usual y no quería lastimarle, así que con sus nudillos, suavemente acarició el rostro ajeno. La temperatura afiebrada del mamífero se sentía tan agradable.

Un aroma distinto desprendía el lobo, claro aún olía a pinos y bosques pero algo más. Le irritaba un poco ese aroma. Y sin pensarlo bien su nariz se acercó al cabello que comenzó a olfatear con cuidado.

El olfato de un dragón no era muy bueno, solo lograba distinguir aromas pero necesitaba estar cerca para realmente captar el olor. Abría su boca como las serpientes para captar mejor el aroma.

Al sentir el constante respirar sobre su cabello, abrió un ojo de manera cansada hasta cruzarse con el cuello de Ephraim y su dulce fragancia a verano y lavanda. No le tomó más que una bocanada de aire para saber de inmediato quién era.

— ¿Ephraim?

Ephraim se avergonzó, por instinto había actuado de forma extraña y se alejó con rapidez.

— ¿Qué haces? —Pregunta, revolcándose en la cama, tratando de acomodarse un poco pero aún acostado con la cabeza en la almohada.

— N- nada... Es que tenías algo en el cabello. —mentía.

— ¿Y me lo quitaste con la boca? —con un rostro un poco risueño dio la broma.

— Ah... Yo... —su rostro se encendía en llamas.

El lobo se levantó de la cama con cansancio, miró a Ephraim con la cara de chistoso.

Nael estaba embriagado en la sensación somnolienta de recién haber despertado, su mirada se perdía en el cuello de Ephraim donde unas mechas de ese verdoso y peculiar cabello caían.

— ¿Nai? —llamó al apodo, tratando de despertarle.

— Ah... Perdón. — Con cuidado comenzó a olfatear el aire, se sentía un tanto mareado por una sensación en que su consciente se estaba mezclando con su instinto.

Los trazos de aroma que la nariz pecosa del lobo buscaba guiaban precisamente a ese vuelo que buscaba con anhelo.

Ephraim se quedó quieto, queriendo comprender lo que hacía el mamífero, le parecía bastante entretenido.

Entonces se detuvo un segundo y miró lo cerca que ambos rostros estaban.

La respiración del otro los hizo tragar con deseo.

— ¡Hola Nael! ¿Listo para una rehabilitación intensiva? —Dando un portazo la puerta de entrada al cuarto del mencionado Nael, el mapache se cruzaba con la sorpresa de un Ephraim jadeando desesperado y ambos rojos como tomates, Nael despertó de lo que fuera que lo tuviera idiota y al enterarse de lo que había hecho, los nervios le hicieron tartamudear estupideces. Entonces, soltando una risita Jamil dijo,— Esto es un hospital, no un motel.

Hambre [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora