15: Sus alas.

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Jadeaba exhausto luego de haber eyaculado. Me sentía tan cansado que solo podía llevar mi antebrazo a cubrir mis ojos y oír como Ephraim bajaba las escalas hacia la cocina.

Se sentía helado a pesar del calor corporal. Mi instinto se sentía un poco asolado.

Últimamente sentía mis instintos a cada rato. Esto no era normal. Siempre había sido capaz de mantenerme a raya sin importar lo que sucediera, mantenía mi cabeza fría y era capaz de pensar correctamente; Sin embargo, mi instinto hacía la mayoría de las decisiones ahora, no dejaba mantener más mi cabeza fría. No dejaba de pensar en Ephraim.

Era como si todo el tiempo que mantuve mi instinto encerrado, se hubiera acumulado poco a poco como un apetito y ahora que ya se rebalsó el vaso consume, mastica, saborea y devora a mi consciente, la parte humana de mi yo.

Moví un poco mi brazo para poder mirar el techo unos minutos. Mis labios estaban fríos y resecos, aunque los relamiera no sanaría la piel muerta de estos.

La luz entraba por la ventana. Luz de un día despejado. Peculiar para un día de invierno.

Entonces una suave sensación fría acaricia mi expuesta entrepierna, dejando mi piel erizada como la de una gallina.

Rápidamente subí mi ropa interior y abroché mis pantalones. Suspiré cansado.

¿Debería moverme? ¿Bajar a acompañar a Ephraim? ¿Escapar de la casa?

Muy tarde para pensar en este cosas. Ephraim ya subía las escaleras, probablemente con lo que se le había pedido. Sus pasos uno a uno, subían escalón por escalón y la suela de sus zapatos sonaban claras contra el piso de madera.

Un paso. Dos pasos. Un escalón. Dos escalones.

Su lentitud y suspenso me hacían pensar que las escaleras eran infinitas, pero al fin y al cabo solo fueron catorce escalones.

— Te he traído el té. —susurra Ephraim entrando al cuarto con un par de tazas. Dirijo mi mirada hacia él y mis labios modulan sin mi permiso.

— Me gusta como te ves con el cabello suelto. —Mi pecho saltaba de su lugar en el momento que me enteraba de lo que había dicho a pesar de que no era la gran cosa.

El dragon tenía sus alas expuestas y reflejaban un poco la luz del sol que entraba por la ventana. Por alguna razón no podía dejar de mirarlas hasta que habló de vuelta.

— ¿Tú crees? —Me recobré de mi lugar en la cama y recibí la taza de aromático y tibio té. Ahora que una de sus manos estaba libre él tomaba un mechón de su fleco y lo miraba.— Yo tenía pensado cortarlo un poco... Pero de esa manera me daría más frío. —explicaba.

— Ah... Tiene bastante sentido. —susurré bebiendo un poco del té que estaba un poco dulce y bastante aromático y agradable.— ¿Cómo era tu cabello en donde solías vivir? —pregunté, tratando de mantener un ritmo de conversación constante para que no volviera a suceder un silencio incómodo.

— Creo que tengo unas fotos en mi teléfono. —mencionaba sacando su celular de su bolsillo.

Ephraim see sentó en un borde de la cama y con cuidado, Nael se asomaba, apegando su cuello al igual que un perro que buscaba cariño contra el brazo del chico de cabello turquesa.

El dragón revisaba su galería con cuidado. Tenía muchísimas fotos, en su mayoría de paisajes y ciudades.

— creo que aquí hay una. —susurra y presiona la foto.

Un Ephraim un poco menor como protagonista de la foto al parecer con un amigo. Sonreía y su cabello corto y revuelto pero el delgado y suave se notaba a pesar de ser una simple fotografía. El viento les daba de lleno en la cara y el amigo era un chico de lo más simple con orejas de perro y cabello rubio, con una tez oscura.

Hambre [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora