Hambre [BL]

14. Silencio.

— Rayos, Mikhail. Un poco más a la izquierda y me rompes la yugular. —Exageraba Dante mientras que observaba con detalle y cuidado los zarpazos y mordiscos que decoraban una vez más su cuerpo. Tomó su miembro entre sus manos y sacó el condón que llevaba puesto para hacerle un pequeño nudo para arrojarlo a la papelera de la habitación.

De la cabeza de Dante se paraban un par de orgullosas astas de ciervo. Y unas orejas redondas  y negras que se movían de lado a otro entre su cabello blanco.

— Entiendo que he llegado a casa con el aroma de otro dragón pero no es necesario tanto mordisco. A penas se estaba cerrando la herida de la otra vez... —señalaba las costras del hombro derecho.

El mencionado Mikhail se veía un tanto orgulloso de su obra maestra. Sin embargo, en el fondo aún se sentía celoso.

— Bueno... Hablando de eso... —desvió el tema Mikhail, con una mirada seria, carmesí. — ¿Dónde está ese otro dragón? A juzgar por el olor, estaba en la época, ¿No? —Agitaba la cola de negras escamas, llevando su mano a su trasero, acariciando su entrada un poco adolorida.

— Más o menos. Estaba en la escuela. —contestó Dante.— Pero lo convencí de regresar a casa.

— Dime que lo acompañaste. —llevaba una mano a su cara, frustrado. Mientras Dante tomaba su forma feral.

— Un lobo lo hizo. —contestó. Un León completamente negro de melena blanca con una cornamenta un tanto elegante y majestuosa.

— ¡Eres un idiota! —Una almohada surcó los aires y dió de lleno en el rostro de Dante.— Por más salvaje que sea un lobo, no va a ser capaz de sacarle los cuernos a un dragón.

— Ustedes los dragones son un clan muy extraño. Mira que tener que arrancarse los cuernos.

— Por cierto... ¿Cómo era ese dragón? —cuestionó sentándose de malhumor en la cama.

— No lo ví completo, era de cabello verde y albino. —se cruzó de brazos mientras trataba de recordar la escena en la enfermería.— Sus alas eran muy distintas a las tuyas.