20. Te amo.

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- Me gustas, Nael. -susurró gentil Ephraim mientras su fría mano contrastaba con el calor en la mano del mencionado.

A penas oír esas palabras, el mamífero reconoció de inmediato lo que sucedía con su mano y su reacción fue quedar congelado luego de dirigir su mirada al rostro de Ephraim.

el reptil sonreía tiernamente mientras miraba directamente a los ojos del lobo, el agarre de manos se sentía como un contacto que aportaba más que palabras, que pausaba el momento y lentamente se tomaban con una mayor fuerza las manos.

Nael correspondió a quién tomaba su mano con suavidad. La apretaba un poco ligeramente y las orejas del dragón se alzaban con fuerza en punta, sorprendido, se esperaba a que lo empujaran o que le soltaran la mano.

La mano del mamífero tiritaba un poco, estaba nervioso y no sabía como reaccionar, solo se atrevía a mirar el suelo que rodeaba a Ephraim.

A decir verdad, Nael nunca se había preguntado si le gustaban los hombres, las mujeres o ambos o ninguno. Quizás se había sentido atraído alguna vez, pero simplemente no lo recordaba, había besado a alguna chica pero quizás no le atraía. Pero con ese dragón en frente suyo, todo se desmoronaba. Se sentía un desastre, su corazón se estremecía, sus pulmones se estrujaban y su estómago se retorcijaba. Su instinto le pedía a gritos que se alejara, que lo abrazara, que lo amenazara, que lo besara, que le clavase las garras y que lo hiciera suyo.

Que le protegiera.

O que lo devorara.

Contradicciones. El lobo no era capaz de hacer otra cosa que contradecirse cada vez que los ojos esmeralda del gran dragón y los suyos chocaban en una corta mirada casual.

Mientras miraba el suelo, el dragón blanco acercó su otra mano al complicado chico a su lado. suavemente se posó sobre su mejilla y llamó la atención de Nael. Con el pulgar acariciaba el leve sonrojo en el rostro del lobo, su índice trazaba el camino de su mandíbula hasta chocar con los suaves y enredados mechones alocados de cabello despeinado pelirrojo. Acariciaba su cabeza y sus dedos se perdían entre las hebras. Las orejas de lobo encima de la cabeza de Nael hacían todo más fácil de leer cuando estas estaban agachadas e inclinadas hacia atrás como si temiera algo.

Ephraim rió un poco. Estaba avergonzado, hasta la punta de sus orejas mostraban un leve sonrojo. Como un acto reflejo, llevaba su mano a cubrir su boca pero olvidaba que estaba entrelazada con la de Nael que como resultado dio un leve besito en los nudillos del lobo sin siquiera haberlo deseado.

Ambos se sonrojaban aún más.

- No es necesario que me des una respuesta. -Sonríe mientras desviaba la mirada hacia la base de algún árbol. Su expresión cambiaba pero su sonrisa no lo hacía. Sus ojos mostraban una pequeña tristeza al fruncir el ceño.

- ¿No te cansas de hacer esa expresión? -dijo el lobo un poco decepcionado. Ephraim quedó congelado unos segundos.- Siempre haces lo mismo. Siempre sonríes como si todo estuviera bien pero en realidad estás viviendo un infierno. -gruñó apretando la mano del dragón.

- Eso no es ver- - sus palabras se vieron interrumpidas.

- Yo no soy ningún idiota, Ephraim. -dice con un aire sincero que dió un escalofrío en la espina del reptil.- Está bien ser egoísta. No... -Suspiró un poco y tragó saliva.- Quiero que seas egoísta conmigo. -Nael, imitando en parte a quien estaba consigo, llevó su mano libre a acariciar la mejilla del dragón.

- Egoísta... -menciona, tratando de buscarle algún sentido a la palabra.

- A mi también me atraes Ephraim... pero... -Ese pequeño pero le dolió un poco al dragón aunque estaba feliz por lo que antecedía esa palabra.- Pero no quiero una relación dirigida por instintos. Desde el fondo de mí... -respiraba con dificultad y bajo el volumen a una voz casi inaudible.- quiero devorarte.

Hambre [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora