19. Perdón.

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Ephraim podía sentir el tiritar de Nael bajo sus brazos y bajo sus alas e inconsciente apretaba más su abrazo. Las escamas en su pecho se humedecían un poco, Nael lloraba como si estuviera teniendo un ataque de ansiedad.

— ¿Cómo sientes la venda, chico? —pregunta quien estaba tratando la herida de bala en Ephraim.

El dragón miró al hombre un segundo y se quedó en silencio.

— El chico que escondes... —Nael se sobresaltó en el interior.— ¿Me dejarías revisarlo? —De manera amable, preguntó pero el dragón negó con la cabeza, sintiéndose incapaz de hablar.

Hasta que Nael quisiera salir por su cuenta, Ephraim estaba dispuesto a resguardarlo dentro de su guardia.

El dragón apretó su agarre, apegando aún más el tibio cuerpo de Nael a su pecho.

— ¿Qué sucede? —preguntó un compañero del control de animales, acercándose a quién conversaba con el reptil.

— Tiene a un chico escondido. No sé si está herido. —menciona dificultado, acariciando su cuello, Ephraim comenzaba a fruncir el ceño y gruñir.

Dante se acercó a la escena con un paso seguro y sonriente.

— Yo que ustedes no me acerco a la pareja de un dragón en celo. —Mencionaba el chico, moviendo su cola negra con un mechón blanco de cabello en la punta.— He visto un dragón devorar una vaca en cuestión de segundos. Un humano no sería problema. —su mano acarició el lomo del dragón blanco y dió un par de palmadas sobre este, como si quisiera mostrar algo mediante esa acción.

Ephraim no despegaba su mirada de los hombres.

Nael, hiperventilado en el interior de Ephraim, buscaba por medio de la respiración tratar de relajarse un poco pero era imposible, no podía creer que por un segundo quiso devorar a un humano. Para Nael olía tan bien como una comida servida frente a él que de solo recordarlo, hacía que la saliva fluyera de su boca.
Cómo si quisiera abrazar al dragón, intento rodear sus brazos por el tronco del reptil pero sus costillas eran muy anchas para permitir a Nael abrazarle así que prefirió abrazar el brazo del dragón mientras ver los ojos y se embriagaba en el envolvente aroma de Ephraim. Por alguna razón, era lo único capaz de calmarle en ese preciso momento. Cómo si nada de lo que pasara afuera de ese nido en las alas del dragón importáse.

Cuando apegó su cabeza al pecho de Ephraim pudo sentir el vaivén del cascabel en la garganta del dragón como un ligero ronroneo que cosquilleaba en su oreja.

Luego de lo que había dicho Dante, ningún hombre tenía el valor suficiente como para acercarse al enorme dragón mientras tuviera a Nael oculto en el interior.

— Ephraim. —El león mestizo llamó la atención del dragón.— Muéstrame a Nael. Solo quiero asegurarme de que está bien. —acarició con cuidado el hocico del dragón.— Solo es un vistazo, no te lo quitaré ni mucho menos. —se rió y el dragón resopló con su nariz la cara de Dante, agitando su cabello como si un fuerte viento le llevara.

El dragón blanco abrió las alas y mostró a Nael dormido en sus brazos como un niño. Superficialmente Nael no parecía estar mal.

— Si no te importa... —acercó su mano y levantó la camisa del lobo, que frente a la acción realizada por Dante, Ephraim gruñó pero ambos vieron como el tórax de Nael estaba un poco enrojecido, fue aquel momento en que recibió de lleno el azote de la cola de Mikhail.— Espérame un segundo. —dice el León mientras se aleja y desaparece por una de las entradas del gimnasio por unos minutos. Cuando vuelve, jalaba de uno de los cuernos de Mikhail, arrastrándolo hasta el lugar en que se encontraban Ephraim y Nael. Entonces soltó el cuerno y con la misma mano azotó la cabeza del reptil negro con tanta fuerza que el sonido sorprendió al dragón de cabello turquesa.— Discúlpate. —Ordenó el León.

Hambre [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora