30: Nueva etapa

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El día más esperado había llegado, los alumnos se encontraban nerviosos y algunos Omegas lloraban porque dejaría atrás a sus amigos. Caso contrario al ojiverde que estaba sumamente relajado, recibiendo muchos mimos por parte de su Alfa. Es más, Joel fue por Erick sabiendo que su Omega podría estar muy sensible, aunque se llevó una tremenda sorpresa cuando se dio cuenta que el pequeño seguía durmiendo plácidamente.

—Dejen de darse amor frente a este pobre y solitario Beta —murmura Zabdiel, formando un puchero mientras cruza sus brazos como si fuese un cachorro regañado.

Erick esconde su rostro en el hueco del cuello de su Alfa, riendo bajito mientras aprieta sus deditos en los rizos ajenos.

—No —responde un poco arisco Joel porque en días estará entrando en etapa de calor.

Los padres de los tres chicos se encuentran en los asientos traseros, esperando que empiece la ceremonia para que entreguen el diploma a sus hijos y luego puedan irse. Erick se sorprendió cuando vio a su madre vestida de manera muy elegante, una amplia sonrisa apareció en sus labios cuando la Alfa abrió sus brazos en dirección del menor.

—Perdón, mi amor —susurró con la voz quebrada, besando los cabellos de Erick de una forma que hizo temblar el corazón de su hijo.

—Te quiero mucho —recibió como respuesta.

Joel se limitó a quedarse al costado de su suegro, dejando que su novio tenga un ameno momento con su madre. Incluso un par de lágrimas se le escaparon, pero los supo disimular agachando la cabeza y fingiendo que estaba viendo su reflejo la punta de los zapatos, aunque sea una rotunda mentira.

Erick se acomoda mejor en el regazo de su Alfa, mordiendo juguetonamente su barbilla.

—Alfa —llama suavemente, acariciando la piel de su rostro—, me siento muy feliz el día de hoy.

Pimentel es consciente del brillo que penetra esa verdosa mirada carente de maldad, como si un bello querubín lo estuviese observando, como si la suave marea rompiera para transmitirle calma, como si las luciérnagas decidieran alojarse en esas piedras preciosas para alumbrarlas por la eternidad. Es como si el cielo se pintara de colores inexistentes, pero que lo hacen más bonito.

—Lo sé, cariño —deja un delicado beso en su frente—. Yo también estoy feliz.

Zabdiel toma un par de fotografías de manera disimulada a la acaramelada pareja, sintiéndose alegre porque continúan juntos a pesar de toda la mierda que vivieron en un corto tiempo. Era horrible para él cuando Erick temblaba de miedo al ver a Joel. O cuando Joel le llamaba llorando, preguntando por el Omega y pidiendo ayuda para no perderlo. Sus amigos solamente merecen cosas buenas, no malas.

Un par de minutos después empieza la ceremonia, Erick se levanta a regañadientes del regazo de su Alfa para sentarse a su costado. Decide entrelazar sus dedos para sentirse seguro, solo Joel otorga esa seguridad cuando está lejos de su familia.

Las feromonas están mezcladas esa mañana, pero algunas fueron reducidas por los ostentosos perfumes que decidieron colocarse. Aun así, no llegan a perturbar las fosas nasales de nadie porque están en un lugar amplio y totalmente al aire libre.

—Te amo —susurra Joel, llevando la mano de su Omega a la altura de su rostro, presionando sus labios sobre el dorso.

Poco a poco el maestro encargado va llamando a los estudiantes por orden alfabético, siendo Erick uno de los primeros en levantarse para subir al estrado.

De manera tímida se acerca al Beta, sonriendo y soltando risitas cuando escucha los gritos de sus padres y de sus suegros, incluso su novio está haciendo lo mismo.

Omega celoso || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora