20: Cortejo

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Joel no mentía cuando anunció a su Omega que quería cortejarlo. Apenas pudo dormir aquella noche, estuvo dando vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, pensando en cada detalle para que todo salga como deseaba. Sus padres volvieron el lunes por la mañana, mirándolo confundido cuando encontraron a su hijo vestido de manera elegante y con un pequeño ramo de lirios en las manos.

Carolina lo miró de manera chistosa, cubriendo su boca para no soltar una carcajada. Su hermano se veía como payaso para ella.

—¿Estás seguro, cielo? —preguntó su madre, sonriendo en su dirección y limpiando las lágrimas que salían de sus ojos.

—Sí, mamá. Erick es mi Omega —reconoce convencido, seguro de sí mismo y de los sentimientos que tiene hacia el chico—, y quiero empezar con el cortejo para más adelante formalizar.

Joel no sabe si en unos meses ya van a casarse, tal vez pasen años y solamente sigan siendo dos muchachos enamorados. Sabe que en aquel pueblo las nupcias se llevan a cabo cuando se cumple la mayoría de edad, y ellos están a poco tiempo de ello. Aun así, por más que quiera tener en su vida al pequeño, no quiere abrumarlo, mucho menos apurar las cosas y que luego todo termine mal.

—Confiamos en ti, hijo —su padre da palmadas en su hombro, dando a entender que cuenta con él—. Ve por tu Omega.

El Alfa todo el camino estaba pensando en qué decir, en cómo actuar. ¿Y si se equivoca? ¿Y si los padres de Erick no lo aceptan? Comenzó a desprender un olor desagradable para la pequeña nariz de su hermanita, quién se terminó soltando del agarre de su mano para ir delante de él. Y ahora que está frente a esa casa grande, acaba de quedar en blanco. Ni siquiera su lobito se atreve a aullar, está más avergonzado que el mismo Joel.

—Cobarde —masculla Carolina, golpeando delicadamente la puerta, llegando hasta su lugar y sujetando su mano nerviosa—. Espero no te rechacen.

Erick se remueve incómodo por la habitación, su lobito está intranquilo al igual que su Omega, su olfato percibió el aroma de su Alfa, aunque también notó un poco de miedo en él. Se encuentra perdido en algún extraño mundo que ni siquiera notó cuando su nana ingresó.

—Niño Erick, tienes visita —anuncia la Beta con una sonrisa.

—¿Es él? —pregunta con ilusión, peinando su cabello y arreglando con nerviosismo su ropa—. ¿Cómo me veo? ¿Crees que deba cambiar mi pijama? No sé, ya me dio miedo, no creo que sea lo mejor para él.

La mujer se acerca al Omega que conoce desde antes de nacer, envolviendo su cuerpo en un suave abrazo y besando maternalmente su frente.

—Estás perfecto, cariño.

Joel desvía la mirada que brinda la Alfa, haciéndose pequeño en el asiento y jugueteando con las flores que llevó para Erick. Su lobito parece haberlo dejado, y su Alfa tampoco mostraba indicios de querer emerger. Se sentía como un simple humano (si es que así son ellos), mostrando su vulnerabilidad a la madre de Erick, empezando a sentir sus mejillas rojas por la vergüenza. Apenas percibe el dulce aroma, está más concentrando en ingeniarse cómo salir vivo de esa vivienda.

Caso contrario su hermana que está muy feliz jugando con el Omega mayor, riendo en voz baja y cuchilleando como si fuesen amigos de toda la vida, aunque recién se están conociendo.

—¡Alfa! —la vocecita de Erick lo devuelve a la realidad, su corazón comienza a latir de manera desenfrenada, mira con ternura al muchacho que sigue con la ropa de dormir y totalmente descalzo.

Simplemente perfecto para él.

El Omega se tira a los brazos del mayor, ignorando el ramo de lirios por la emoción que tiene al verlo, besando su mejilla en el acto. Arruga la nariz cuando el aroma de su Alfa no es el de siempre, podría jurar que puso un poco de perfume en su cuello y no le gusta para nada.

Omega celoso || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora