33: Consentido

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Los domingos son especiales para ambas familias, es el día donde se reúnen y pasan un momento agradable compartiendo diversas historias. Esta vez se encuentran en el hogar de Annie. Pues llegaron a un acuerdo de hacer las celebraciones de manera intercalada.

Erick está sentando en la isla, meciendo sus piernas bajo la mirada de su Alfa. Sus ojitos se posan en sus pequeñas manos que acunan cariñosamente su pancita, la cual poco a poco ya comienza a notarse. Da golpes suavecitos pensando que es un tambor.

—Bebé, deja de hacer eso —reprende Joel.

Erick gira a verlo, haciendo un puchero.

—A veces olvido que tengo un recuerdo tuyo aquí —señala con su dedo "la casita" donde crece el cachorro.

Ni siquiera recuerda el momento en que comenzó a llamarle así, pero le gusta. Es como si de esa manera sintiera aún más la conexión que tiene con su bebé o, mejor dicho, bebés.

Porque él intuye que serán dos hermosos seres a los cuales entregará todo su amor.

Caso contrario a su Alfa.

—Bueno, deberás recordarlo más a menudo o el cachorro saldrá con un chinchón.

El Omega saca su lengua en un gesto infantil, cruzando sus piernas y volteando el rostro para dejar de ver a su novio.

Rosita observa la escena divertida, termina de colocar la fruta picada en un recipiente y sujeta con cuidado aquello, dando cortos pasos en dirección de su Omega consentido que mira el contenido con ojos relucientes. Erick no lo percibe, pero sus feromonas de felicidad inundan el lugar causando que su Alfa quede anonadado por escasos segundos.

—¡Te amo tanto! —exclama sujetando sus mejillas, aplastando sus labios que ahora son similares a los de un pescado. Pestañea repetidas veces para ahuyentar las lágrimas—. Muchas gracias, Rosita.

La parte favorita de toda la casa para Erick siempre será la cocina. Ese lugarcito acogedor que hace fluir sus instintos como Omega y logra que piense en cosas bonitas. Ese espacio que tanto ama, su madre prohibió su ingreso en tanto duran los nueve meses de gestación. Y eso para él, es un calvario.

Joel olfatea paulatinamente un poco de tristeza en su Omega y, aunque se muestra sonriente al estar con la Beta, él extraña pasar horas y horas cocinando u horneando galletas para ambos. Entiende que Annie lo protege porque es su madre, pero le resulta absurdo que llegue a tal extremo como si su hijo estuviera inválido o algo mucho peor.

Y tal vez por eso, conversó con sus padres previamente para que así entretuvieran en el jardín a la Alfa en tanto la comida se preparaba. Quizás no es nada, pero cuando llevó a su Omega a la cocina y notó como sus ojos se volvían dos cascadas, supo que los pequeños detalles podrían convertirse en grandes e inolvidables momentos.

—Eres mi consentido, niño Erick —murmura la Beta, pasando cariñosamente una mano por el cabello del menor—. Siempre lo serás.

Erick no tarda en soltar un sollozo, dejando de lado el recipiente para abrazar a aquella mujer que ama, a esa mujer que lo cuida incondicionalmente y por la cual daría su vida si fuese necesario.

Joel agudiza su sentido de la audición, escucha pasos apresurados. Abre los ojos desmesuradamente mientras camina hacia Erick, no hace falta que diga algo porque el menor también siente a su madre cerca. En completo silencio baja con ayuda de su Alfa, afianza sus manos en el recipiente y dejan a Rosita sola.

Sin pensarlo mucho, el rizado sujeta al Omega por la cintura haciendo que retroceda hasta chocar con la pared. Junta sus labios en un beso suave, delicado y muy amoroso por parte de ambos. Erick cierra los ojos, llevando inconscientemente una mano hacia el cuello del más alto para sujetarse y no ser traicionado por sus piernas que parecen doblegarse en cualquier instante.

Jamás se acostumbrará al revuelo que causa su Alfa con tan solo un beso.

Joel no sabe si cavó su propia tumba o salvó a Erick de un regaño, pero sin duda alguna volvería a hacer eso y mucho más.

Un fuerte carraspeo los saca de su burbuja, ocasiona que terminen alejándose y quiten las manos de los cuerpos contrarios.

Erick levanta la cabeza con una diminuta sonrisa que solamente crece conforme los segundos avanzan. Un bonito sonrojo se apodera de sus abultadas mejillas y parte de su nariz, dándole un aspecto tierno. Mueve el pie derecho cubierto únicamente por las medias rojas, pues en casa acostumbra a estar descalzo.

—El almuerzo estará listo en cualquier momento, vayan al jardín —ordena la Alfa, mirando a Joel que está por morir de un ataque cardíaco.

—S-Sí, señora.

—Mamá, deja de asustar a mi novio. Si continúas así no conocerá a nuestro cachorro, además, no puedo tener disgustos.

La mujer asiente dándole la razón.

Erick sujeta a Joel del brazo antes que Annie diga algo más. Cuando llegan al jardín notan que todos están rodeando la amplia mesa de madera. Avanza rápido hacia su asiento favorito, el cual consiste en una silla donde entran dos personas y está perfectamente adornada con varios cojines especiales para él.

Sí.

El ojiverde no solo es el consentido de Rosita, sino de toda su familia. Y el embarazo solamente aumentó la dosis.

—Niño mimado —masculla Joel, pinchando la fruta con el tenedor y llevándolo a la boca de Erick.

Ver cómo los ojitos de su Omega se vuelven dos medias lunas por la bella sonrisa que le regala. No tiene precio. Podría compararlo con los majestuosos atardeceres, con el relajante canto de los pájaros, con el sonido del mar o los colores de un arcoíris. Pero todo eso es muy simple, muy escueto para describir a la perfección lo que una sonrisa de su novio transmite.

No. Nada se compara a lo que Erick genera en él. Todo ese amor es único. Sus abrazos son únicos. Sus palabras son únicas. La forma en que duerme o come es única. Sus graciosos berrinches son únicos. Erick, su Omega, es único.

—Te amo mucho —le recuerda besando su frente, pasando un brazo por los hombros del pequeño logrando que así termine inclinado hacia su pecho—, mi Omega consentido.

—¿Mucho, mucho? —pregunta con voz aguda, entrecerrando los ojos.

Ninguno de los dos es capaz de notar o sentir las miradas ajenas, pero todos observan con ternura a la joven pareja. Simplemente sienten calma al verlos, porque eso es lo que transmiten; una paz inigualable.

Joel acerca su nariz a la de Erick, haciendo un gesto que endulza ambos corazones. Con sus dientes atrapa el labio inferior ajeno y da una lamida.

Erick sonríe.

—Mucho, mucho —asegura.

—¿A pesar de cómo soy?

—Por supuesto que sí, mi amor. Aquello es tu toque especial —habla medio en broma, callando a su Omega con un beso—. Siempre te amaré.

—Es una eternidad —susurra con lágrimas en los ojos, su lobito está meneando la cola al de Joel y él quiere acurrucarse en su pecho para sentirse protegido.

—Una eternidad que quiero únicamente contigo.


***

BUENO, BUENO. PERDÓN LA TARDANZA. 

POR CIERTO, LA HISTORIA YA ESTÁ POR TERMINAR. NO HAY DRAMA, TODO ES SUPER FLUFF. 

NO TENGO MÁS QUE DECIR, SOLO A DISFRUTAR DEL NUEVO ÁLBUM. EN POCOS MINUTOS SALDRÁ EL PRIMER SENCILLO, ESTOY MUY EMOCIONADA PORQUE ES UNA DE MIS CANCIONES FAVORITAS.

LO OLVIDABA. HE SUBIDO CUATRO IDEAS NUEVAS, ESPERO QUE LES GUSTEN. TAMBIÉN INVITIO A PASARSE POR MIS OTRAS HISTORIAS QUE TENGO.

BESOS CON SABOR A TERNURA XD.

Omega celoso || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora