01: Bebé y Problemas

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Erick deposita un beso en la frente de su menor hija, quien sigue observando todo con los ojos muy abiertos como si una nueva batería —extra, super extra cargada— haya sido implantada en su pequeño cuerpo vestido por un adorable pijama de zanahorias. Aunque la hora de dormir ya había pasado, otra vez, la pequeña de los Pimentel seguía esperando a su padre.

—Mi niña, ya es hora de que estos hermosísimos ojitos se cierren —habla con dulzura el Omega, tomando asiento en el sillón que está a un costado de la cama—. Papá Joel va a demorar en regresar y tú, ya deberías estar en tu quinceavo sueño.

—¡Papá!

—He dicho que no, Angelinne.

—Pe...

—¿Alguien quiere perder su dulce y apetitoso helado por incumplir con las reglas del hogar? —pregunta alzando su ceja izquierda mientras cruza los brazos y se inclina hacia adelante.

Su hija niega efusivamente, cubriéndose con la delgada manta y fingiendo ronquidos. Erick tiene que mantener una expresión neutra, a pesar de querer llenar su rostro de besitos y reírse a carcajadas hasta que sus estómagos duelan; sin embargo, aquello distraería a la pequeña y su hora de sueño se vería quebrantada luego de tanta batalla que le costó.

—¡Hasta mañana!

Erick sonríe poniéndose de pie y apoyando una mano en el colchón para así inclinarse, retira la tela que cubre su rostro, se despide con dos besos y apaga la luz.

Totalmente agotado camina en dirección al salón principal, una vez que llega suelta un largo suspiro que acapara la atención de Ethan, el cual, a diferencia de su hermano, prefirió quedarse en casa antes ir a la fiesta que un amigo organizó.

—¿Ocurre algo? —pregunta en voz baja sin despegar los ojos del televisor.

Erick da un respingo al oír su voz, llevando por instinto una mano sobre el pequeño abultamiento de su abdomen. No obstante, la calma vuelve cuando descubre que es uno de sus hijos y no un fantasma.

Oh, vamos. Cualquiera hubiese pegado un grito u orinarse en los pantalones. Piensa antes de gruñir despacio.

—Tienes la habilidad de lograr que muera antes de tiempo.

—¿Gracias?

Arregla los cojines antes de sentarse cerca del rizado, quita el tazón que contiene dulces variados y lo deja sobre su regazo. Empieza desgarrando la envoltura de lo primero que sus manos divisan, lleva el rectángulo a su boca y por instinto sus pestañan acarician sus pómulos cuando cierra los ojos, deleitándose con el agradable sabor del chocolate amargo que sus papilas gustativas aprueban.

—¿Joel va a tardar?

—¿Tan difícil es decirle papá?

—No, pero me gusta irritar tu paciencia, querido padre.

El ojiverde cuenta hasta veinte en su mente antes de responder lo más calmado.

—Si pudiese enrollar mis manos alrededor de tu cuello, hace mucho estaría en paz.

Su hijo gira a verlo con una mueca de asombro y un poco de terror.

—Qué agresivo.

—Tu bendición o, mejor dicho, maldición.

Y no mentía. Aunque Ethan sea físicamente muy parecido a Joel, en cuanto a personalidad y humor era una copia exacta de Erick. En ocasiones el Alfa mayor ha tenido que separarlos igual a dos niños pequeños que discuten por llamar la atención. Incluso se han aliado para hacerle bromas las cuales van desde esconder sus zapatos favoritos hasta pintarle el cabello de púrpura. A veces Joel cree que Erick es uno más de sus hijos, tan infantil como solo él puede serlo, de todas formas, no lo cambiaría por nadie. Ni a Erick, ni a sus tres preciosos hijos.

Omega celoso || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora