14: Explosión de sentimientos

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En aquellos segundos tanto Joel como Erick se quedan petrificados por el sublime y tan efímero contacto. El ojiverde lleva sus manos hacia el rostro que está a escasos sentimientos del suyo, tocando la suave piel bajo la yema de sus dedos, sintiendo como el Alfa se estremece por la diferencia de temperatura entre ambos. Hay una inexplicable calidez en su corazón, una voz susurrando que está haciendo lo correcto.

Sus labios se curvan en una maravillosa sonrisa, sus ojitos se cierran y nuevas lágrimas caen por los costados.

—No llores —pide en un ruego Pimentel—, no me gusta verte así.

—Estoy feliz —responde rápido, chocando su nariz con la del más alto por intentar levantarse, pero recuerda que el cuerpo de él está sobre el suyo, aunque no se estén tocado puedo percibir su calor corporal y le gusta—, lo juro, estoy feliz.

Joel lo mira confundido, arrugando el ceño porque las lágrimas siguen saliendo y el Omega no deja que el verde de sus ojos se conecte con su mirada.

—Mírame —ordena suavemente, no le gusta ser brusco con él, además no necesita recurrir a la voz de mando porque eso sería un acto cruel de su parte, sería una bajes de su parte sabiendo lo vulnerable que el Omega se volvía y terminaba entrando en pánico.

Erick se niega, sabiendo que si lo hace no dudará un segundo en lanzarse a su boca. Devorando sus labios con ansias como tanto anhela. Aún puede recordar aquel día en el que se volvieron uno solo, recuerda el rostro y anatomía de su Alfa teniendo una capa de sudor que se combinaba con el propio y las feromonas, sus fuertes manos tocando su cuerpo con delicadeza a pesar de que sus instintos pedían otra cosa. Lo bonito que su nariz sintió al percibir ambos aromas juntos en esa habitación. Fue un clima único, parecido a esas películas románticas que tanto le encanta ver con Joel, su Omega que apenas despertaba estuvo en regocijo todo el tiempo, y él también.

Y aunque haya batallado dos largos años para no hacerlo, para no cometer un movimiento en falso y espantar a su Alfa. Ahora no se cree capaz de reprimir ese deseo, no puede aguantar más. Joel no puede pedirle algo y esperar que él se muestre tranquilo cuando hay un zoológico en su pancita.

—Quiero que me veas, Omega —vuelve a insistir con voz dulce, llevando su mano a la mejilla del chico y acariciando con suavidad, como si estuviese tocando una preciosa pieza de arte y temiendo en romperla.

—N-No...

El lobo de Joel se mueve ansioso, agitando la cola cuando se encuentra con el de Erick, acercándose tímidamente hasta él, vacilando a cada paso que da, hasta que terminan frente a frente y se atreve a lamer su hocico.

El rizado tiene todo un conflicto en el pecho que no lo deja pensar con claridad. Su Alfa le está obligando a marcar en ese preciso instante a Erick, pero no está bien. Para él un lazo es muy importante, la marca es sinónimo de eternidad al lado de su pareja. Si lo llegara a hacer, Erick no merece recibirla bajo un árbol con las ramas desnudas, tiene que ser especial, tiene que ser un momento único que ninguno de los dos podrá olvidar.

Porque él no se cree capaz de olvidarse de esas bellas piedras verdes que están siendo escondidas, reacias a hacer acto de presencia. Su cabeza está en líos, su parte racional va perdiendo la batalla contra sus instintos.

Solo hay una cosa que puede hacer para tranquilizar a su Alfa de aquella descabellada idea del lazo.

—Omega —susurra, acercando nuevamente su rostro y comenzando a rozar su nariz con la del pequeño, aspirando el dulce aroma a rosas frescas, quedando deleitado con ello y embriagado.

—Por favor, Alfa —implora bajito, acariciando tiernamente las mejillas del otro, pidiendo ese beso que tanto necesita.

Profesando en silencio el gran amor que tiene hacia él.

Omega celoso || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora