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Maletín de Metal

 

3 de Mayo de 2014

El día de ayer, iba caminando hacia mi casa, para ser más específicos, me dirigía desde el colegio a mi casa. No tenía intención de darme un paseo por la bodega, después de lo que pasó con Dos, necesitábamos un poco de tiempo para procesar la información, me afectó, ya que no seguí el consejo de mi tío.

Estaba soleado y no tenia ganas de quedarme parado. Desafortunadamente, no todos tenían bien claro lo que quería.

— ¡James! —Escuché a lo lejos— ¡James! —lo volví a escuchar así que me detuve y miré hacia atrás.

Era Felicia, la chica que vino de estados unidos.

—Hola Felicia —Le dije con voz profunda

—Hola, ¿Cómo estás? —me lo pregunto con una mano en sus ojos.

—Con un poco de calor…, —puse mi mochila sobre mi cabeza — ¿Qué necesitas?

—Quería preguntarte sobre un amigo

—Sí, ¿En qué te puedo ayudar?

— ¿Tu conocías a John?

Me congelé, no veía venir esa pregunta. Uno, me dije a mi mismo.

—Eh…  bueno —no me quería poner nervioso —Conocer conocer, no… pero... —saqué la mochila de mi cabeza —Hablé con él en una fiesta que hicieron en una casa, no recuerdo que casa era.

—Bueno, él está muerto… —me miro con ojos matadores —Y no puedo traerlo a la vida…

Mierda.

—Eh… ¿Okay?

Mierda por dos.

—Eh… sí, bueno. Lo que pasa es que ese día, primero te fuiste tú y luego él.

— ¿Y que esta insinuando?

—Yo… yo solo…

Mierda por tres.

— ¿Tu solo qué? ¿Ah? —mierda— ¿Tu qué?, ¿Piensas que yo lo maté?

—No es que…

—Déjame decirte algo mi amor, 1) me fui antes que él, 2) no tienes ningún derecho a insinuar algo, 3) nunca me vuelvas a dirigir la palabra, 4) ten cuidado, 5) espero que sea la última vez que te vea cerca de mi y 6) ten cuidado con tus palabras, tus miradas, tus pensamientos. Porque en cada una de esas cosas voy a estar yo, mirándote, juzgándote, tal como tú lo hiciste ahora conmigo —mierda —hora si me disculpas, me voy. Tengo calor.

Me fui y no miré hacia atrás.

Hoy 3 de mayo, nos encontramos en la ciudad de Antofagasta, resulta que Violeta tenia una hermana de la cual no tenía conocimiento. Parecía ser la oveja negra de la familia. Entramos a la ciudad a eso de las 10 de la mañana, extrañamente el día estaba nublado y claro. Pasamos por peaje y seguimos conduciendo por unos minutos, hasta que vimos una salida:

—James, toma esta salida.

—Pero entonces no devolveríamos —no conocía esta salida —No creo que quieras devolverte.

—Hazme caso…

Tomé la salida y Violeta me dijo que me detuviera. Se me lanzo encima.

No sabía lo que quería pero sexo en el auto es demasiado incomodo. Violeta se fue para el asiento trasero y la seguí, 20 minutos después seguíamos nuestro camino, sudados, seguíamos con nuestro camino.

Antes de ir a la casa de la susodicha hermana, hicimos una parada en el Mall, quería comprarle un regalo, algo para la casa. En fin, buscamos por horas, me daba por vencido en buscar ese regalo, hasta que encontré un maletín de metal, con unos accesorios para parrilladas, era perfecto.

Cuando íbamos subiendo a la casa de la hermana de Violeta, esta me sujeta la mano y puedo ver destellos que caen de sus mejillas, eran lagrimas. Estaba llorando. Detuve el auto y la abracé, lloró como si nunca hubiera llorado. Me dio pena, lloré con ella. Me podía fijar en al gente que pasaba por al lado del auto y nos miraban, una mujer de edad pregunto si estábamos bien y le di el pulgar arriba. Minutos después seguíamos subiendo a la casa de su hermana.

—Antes de que lleguemos, te quería decir que mi hermana puede ser muy espesa —nunca tuve hermanos, que yo sepa —Es muy… tiene un carácter… es en pocas palabras, una pesada de mierda.

—No es razón para que andes llorando, ¿te ha hecho algo?

—No, solo que… recordé el día en que se fue.

Violeta me dejó intrigado, podía sentir que algo andaba mal. No era normal llorar por esas cosas.

Por fin habíamos llegado. La casa era una casa normal, no muy ostentosa, no muy pobre.

Lo primero que vi, fueron estas dos regordetas corriendo hacia la entrada.

— ¡Tía Violeta! —y mi corazón se derritió — ¡Por fin llegaste!

Luego salió el, quien suponía, era el padre de las regordetas, y por ultimo. Mi querida desconocida cuñada.

Nos saludamos, le entregué el regalo, conversamos, compartimos, las regordetas se durmieron y nos quedamos afuera para seguir compartiendo. Había jugado un rato con las pequeñas y nunca me había sentido más feliz, amaba a los niños, siempre he querido casarme y tener una familia ostentosa en número. Que tuvieran bastantes primos y sobrinos y dejar una huella en este mundo. Con Violeta fue la primera vez que sentí, que podía lograrlo.

— ¿Te gustan los niños? —me pregunto Violeta, y por un segundo pensé que podía leer mi mente.

—Sí, lo que más me gusta es poder regalonearlos y jugar con ellos —no podía creer lo que estaba diciendo —Digo… nunca se quedan como niños, ¿No crees?

—Ya lo creo…

Compartí unas cerveza con Mariano, el padre. Le conté sobre unos planes que tenia, me preguntó donde haba conseguido el auto. Conversamos bastante. Luego llegó Violeta y su hermana y seguimos así hasta las tres de la mañana.

Nos fuimos a acostar.

Violeta se aferro a mí como un Koala, yo soy su árbol.

— ¿Cuántos hijos quieres tener?

—Unos cuatro… —soné un poco extravertido.

— ¡Cuatro!

—Es que mi familia siempre ha sido reducida, nunca llegué a experimentar una familia grande.

—Pues no te lo recomiendo —me dice con cierto tono que no puedo identificar —tienes todos estos problemas de quien tiene más atención y todo.

—Es una posibilidad.

—No, pasa. Créeme…

Violeta puede tener un punto muy creíble, digo, hasta hace un día no sabía de la completa existencia de esta hermana, y puede haber sido envidia lo que la alejó.

—Okay, entonces… ¿A que esperamos?

— ¿Ah?

Luego de unos minutos entendí el punto de Violeta, lo entendí cuando me la follé lo mejor que pude.

Por la mañana, me tomé un café, pensé en lo que dijo Violeta y de cómo estaba dispuesta a tener cuatro hijos conmigo. O al menos eso fue lo que entendí.

Nos debíamos ir, pero antes de eso, me largué al Mall a comprar los últimos regalos, tres para ser exactos. Uno para mí y dos para las regordetas.

A ellas les compré un castillo inflable pequeño y dos Barbies.

Yo me regalé el mismo set que le regale a la hermana de Violeta, la única diferencia es que no lo usaré para hacer parrilladas.

Tiene otro proposito.

Vengeance©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora