━VIII. Una voz

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CAPÍTULO OCHO
UNA VOZ.
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LORELEI SE SENTÓ EN SU CAMA, con los ojos recorriendo la habitación de forma frenética mientras trataba de recordar en dónde estaba

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LORELEI SE SENTÓ EN SU CAMA, con los ojos recorriendo la habitación de forma frenética mientras trataba de recordar en dónde estaba. Levantando una mano temblorosa, se peinó el cabello hacia atrás, sintiendo el sudor entre los mechones de su cabello, la sustancia también cubría su frente.

Sintió una ligera sensación de escozor proveniente de las palmas de sus manos. Al abrirlas, notó sus uñas marcadas en ella y un poco de sangre saliendo de las heridas. Obviamente lo hizo mientras dormía. Pero esa era la menor de sus preocupaciones.

¿Qué acababa de presenciar? Dibujos, Elena, Ava Paige, transfusión, Maddison, todas esas palabras resonaban en su cabeza, dándole una jaqueca. La pequeña niña rubia, Elena, ¿era ella? pero, ¿cómo? Su nombre era Lorelei. Y además le habían borrado la memoria... eso no era posible, ¿verdad?

Quizás todo era un sueño enfermizo que había creado su cabeza, o quizás no lo era. De cualquier manera, la dejó temblando y no pudo evitar preguntarse si Elena era ella. Eso significaría que acababa de ver a su madre, Maddison, la creativa mujer de cabello rubio. Aunque no sabía qué pensar sobre esa dama Ava Paige, que no parecía estar interesada en su propia sangre.

Todo era un desastre y Lorelei lo aborreció, así que trató de olvidarlo. Al escuchar un golpe en su puerta, parpadeó y vio a un familiar chico con cabello que estaba vestido y listo para enfrentar el día.—Buenos días, Lori.—la saludó con una sonrisa amable que hizo que su estómago diera un vuelvo.

—Buenos días, Newt.—Lorelei exhaló un largo bostezó, estirando los brazos hacia el frente durante unos segundos.—Vamos, sácame de mi miseria. ¿En dónde estaré hoy?

—Bueno, eh...—se detuvo y se rascó la nuca tímidamente.—Estarás con Winston, el Guardián de los Carniceros por la mañana y luego con Gally y los constructores por la tarde.

—Entonces, ¿mi día consiste en matar criaturas inocentes y clavar clavos sobre madera con el idiota más grande del Claro?—Lorelei preguntó, arqueando una ceja y observándolo asentir.—Bueno, ¿no es eso genial?

—Estoy seguro de que pasará rápido y, si tienes suerte, no serás elegida para ninguno de esos trabajos.—el chico trató de animarla, pero Lorelei se mantuvo seria.

—Si, que afortunada soy.—murmuró antes de rodar los ojos y sacar al chico fuera de su habitación para cambiarse. Lorelei se quitó la ropa con la que había dormido y tomó otro par de pantalones y una camiseta blanca sin mangas, seguido de sus desgastadas botas.

Pasando los dedos a través de su cabello, Lorelei caminó penosamente por el aire libre, en línea recta hacia la cocina mientras el olor a tocino y huevos llegaba a su nariz. Hizo la fila para tomar su porción y llegó hasta el frente; Sartén le ofreció un plato pero ella lo rechazó.—Solo comeré una manzana, gracias, Sartén.

—¿Estás segura?—el chico arqueó las cejas mientras le lanzaba una manzana roja, que ella atrapó en el aire.

—Si.—ella le dedicó una pequeña sonrisa y se giró para desplomarse en una de las mesas y morder la fruta. Pudo haber gemido cuando sus papilas gustativas se deleitaron con el delicioso jugo que llenaba su boca.

—¿Te importa si me siento?—una voz desconocida cortó su silencio y Lorelei entrecerró sus ojos a través del sol y vio a un chico desconocido. Tenía cabello oscuro y ojos cafés y aunque tenía un ceño fruncido, parecía ser amigable.

—No nos han presentado.—dijo mientras le daba un mordisco a un pedazo de tocino.—Mi nombre es Leo y tú eres la famosa Lorelei.

—La única.—Lorelei respondió de forma sarcástica, girando su manzana para darle otro mordisco. Leo solo se rió ante su franqueza, sin mirar a ningún lugar en particular.

—Estarás con los Constructores hoy, ¿verdad?—él tarareó y observó cómo su rostro se contraía con disgusto.

—Desafortunadamente.—confirmó.

—Genial, pasarás la tarde conmigo entonces.—Leo dijo de forma burlona y sus labios se estiraron en una amplia sonrisa. Su respuesta llamó la atención de la chica y de repente, temió menos por el trabajo.

—¿Así que también eres un constructor?—ella cuestionó, y el chico solo asintió ya que su boca estaba llena de desayuno.—Lo siento mucho por ti.

—¿Y por qué sería eso?

—Quiero decir, ¿pasas cada minuto de cada día junto al imbécil de Gally? Eso tiene que ser una tortura, ¿verdad?—Lorelei preguntó, secando el jugo de manzana que corría por su barbilla.

Leo rió suavemente.—Gally no es tan horrible como crees, no cuando llegas a conocerlo.

—Creo que sé lo suficiente sobre él, gracias.—la rubia gruñó, recordando los comentarios repugnantes que le hizo; por lo que sintió ira y frustración nuevamente.

—No estoy disculpando lo que dijo, o el hecho de que es un gran dolor en el trasero. Pero como alguien que lo conoce desde hace bastante tiempo, te puedo decir que él no es así siempre.—el chico de cabello negro declaró, con sinceridad plasmada en su rostro.

Decidió no responder. Lorelei tamborileó sus dedos contra la mesa de madera, dejando el corazón de la manzana sobre la mesa. De repente, el débil sonido del parloteo desapareció y fue reemplazado por algo diferente; la voz de una mujer cantando una melodía inquietantemente hermosa. Comenzó como un pequeño sonido y gradualmente se hizo más fuerte, pero no de forma insoportable.

(¡la canción viene desde arriba!)

Lorelei nunca había escuchado nada parecido, era encantador, conmovedor, místico.—¿Escuchas eso?—le preguntó a Leo. No se movió, ni parpadeó, pero pudo sentir que fruncía el ceño.

—¿Escuchar qué?

—... nada, no importa.—respondió. Ni siquiera se molestó en explicar. Sabía que si él también pudiera oírlo, lo habría mencionado. Lo mismo habría sucedido con los demás. Dios, esa canción. Podía sentir cada nota entrando en las grietas de su cerebro, paralizándola. Al sentir una mano en su hombro, la canción se detuvo abruptamente, desapareció.

Lorelei frunció el ceño y se estremeció. Al mirar hacia arriba, vio a un chico de cabello castaño y cejas pobladas.—Vamos, señorita. Es hora de trabajar. Soy Winston, Guardián de los Carniceros.


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siren ━ newt. (1) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora