━XXI. Pertenece al laberinto

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CAPÍTULO VEINTIUNO 
PERTENECE AL LABERINTO.
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LORELEI TARAREÓ PARA SÍ MISMA, arrastrando el cuchillo por cada centímetro de las patatas, una por una, con rapidez hasta conseguir un ritmo propio

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LORELEI TARAREÓ PARA SÍ MISMA, arrastrando el cuchillo por cada centímetro de las patatas, una por una, con rapidez hasta conseguir un ritmo propio. En ese momento, su mente sintió en paz. Estaba ocupada y distraída por el constante recordatorio de que estaba en un Claro lleno de chicos y monstruos peligrosos.

El sol ardía en el cielo. El calor abrazaba sus cuerpos, creando así capas de calor sobre ellos por la presión de trabajar en tales condiciones. Lorelei estaba agradecida por el refugio que le proporcionaba la cabaña de la cocina, pero aún así el aire a su alrededor se sentía asfixiante. Se había tomado el cabello en un moño desordenado, un solo rizo caía por los lados de sus sienes.

—¿Disfrutas del descanso?—el sonido de su voz tomó a la rubia por sorpresa; un escalofría recorrió su cuerpo y el cuchillo y la patata que pelaba cayeron sobre el mostrador.—Así es, todavía estoy aquí.

—¿Qué diablos quieres?—la mandíbula de Lorelei se apretó.

—Se me ocurrió un nombre. ¿Qué piensas de Lore? Verás, puede significar que un cuerpo está en transición y bueno, definitivamente estás en transición. Además, es similar a Lorelei, así que seremos como gemelas.

—¿Tú crees que me importa un carajo cómo te llamas?—Lorelei gruñó, presionando sus palmas húmedas contra la madera frente a ella.—¿A qué te refieres con que estoy en transición?

—En transición conmigo, por supuesto. Nuestro vínculo se hace más fuerte cada día, dulce Lorelei.—Lore rió de manera maligna.—Muy pronto seremos una. Y estaremos juntas... para siempre.

El estómago de la chica se revolvió con náuseas, la piel de gallina siguió ahí. Su boca se hizo agua.—Yo... tu...

—Cuidado, Lorelei.—interrumpió.—El peligro se acerca. Ahora mismo. Está comenzando... está comenzando.

Antes de que la rubia pudiera preguntar algo más, un chillido se escuchó desde la distancia, haciéndose cada vez más fuerte.

—¡Hey!

—¡Ayuda, ayuda!

Al salir de la cabaña, los ojos de Lorelei recorrieron el perímetro mientras otros chicos se apiñaban para ver qué sucedía. Luego, vio a dos figuras emergiendo del bosque. Thomas corría, siendo él quién gritaba por ayuda. Detrás de él, había un chico que ella reconoció como Ben. Compartiendo una mirada con Sartén, sus pies comenzaron a crujir apresuradamente contra la hierba, al igual que todos los demás.

Ben agarró el tobillo de Thomas, tirándolo al suelo y atrapándolo, para después escalar sobre su cuerpo y estrangularlo con fuerza. Justo cuando Lorelei llegó junto a ellos, Newt también lo hizo y derribó al atacante de Thomas con una pala que llevaba en sus manos.—¡Sujétenlo!—instruyó, arrodillándose sobre el chico, al igual que otros habitantes del claro.

La piel de Ben estaba blanca casi traslúcida, con sombras negras alrededor de las cuencas de sus ojos y los pómulos. Aunque trató de luchar contra ellos, no pudo ganarles.—¿Qué diablos pasó?—Sartén preguntó, mientras el Novato se ponía de pie.

—¡Me acaba de atacar!

Al darse cuenta de que Alby apareció a la vista, los ojos de Ben se agrandaron y el pánico hirvió en su torrente sanguíneo mientras negaba con la cabeza.—No... ¡no!

—¡Levántenle la camiseta!—el primero al mano instruyó, y sin pensarlo dos veces, Lorelei se agachó a su lado y tiró de su camiseta hacia arriba, exponiendo la piel de su torso. Ella jadeó, tapándose la boca con la mano mientras examinaba un pequeño agujero en su abdomen; habían venas negras y azules creciendo desde el punto oscuro. Santa mierda.

—Lo han picado.—Gally habló, mirando a sus compañeros con el ceño fruncido.—¿En pleno día?

—Al Pozo.—decidió Alby.—¡Todos, ayuden! Llévenlo al Pozo.

Ben se retorció y luchó contra los numerosos brazos que lo levantaban. El resto de los chicos se dispersaron de regreso a sus trabajos, pero Lorelei se quedó atrás.—Alby...—ella dijo y el chico se volvió para mirarla con una ceja arqueada.—¿Qué... qué acaba de pasar? ¿Va a estar bien?

—Se llama la Transformación.—informó, con la mirada hundida sobre la hierba sobre su hombro.—Es lo que sucede cuando alguien es picado por un Penitente.

Sus labios se abrieron mientras procesaba esa información.—¿No hay algo que podamos hacer?

El chico suspiró profundamente, encogiéndose de hombros.—Hay algo... pero no servirá para él.

Y luego se alejó penosamente, caminando hacia Thomas y Chuck, dejando que la chica comprendiera sus palabras y lo que acababa de suceder. Poco sabía ella, que caería en las consecuencias de la ira de los malévolos que acechaban detrás de las paredes.

Más tarde ese día, todo el mundo se había formado alrededor de las puertas, que debían cerrarse en cualquier momento. Muchos de los chicos sostenían palos de madera con las esquinas afiladas. Minho guiaba a Ben hacia el laberinto, ignorando sus suplicas y gruñidos. Cuando la cuerda que que sujetaba sus manos detrás de su cabeza fue cortada, el pobre chico cayó de rodillas, tosiendo una sustancia espesa y negra.

Dando unos pasos hacia adelante, con una expresión de dolor Minho hizo girar el palo de madera hacia su amigo, que continuaba gritando.—¡Minho, por favor no lo hagas. Por favor, no lo hagas...!

Un crujido familiar hizo eco, una brisa inquietante voló hacia el claro con fuerza cuando las dos paredes de concreto comenzaron a cerrarse.—¡Postes!—gritó Alby y todos bajaron sus palos de madera. Lorelei se puso rígida al lado de Thomas, notando que Chuck se daba la vuelta y se alejaba de ahí. Por mucho que quisiera hacer lo mismo, sus pies estaban pegados al suelo, atrapados por la escena que ocurría justo frente a sus ojos.

Cuando el círculo se cerró, Ben se empujó contra las paredes desesperadamente, tratando de abrirse camino, pero estaba perdiendo en su propia batalla mientras sollozaba de terror. Al darse cuenta de que el chico no se movía, los habitantes del Claro levantaron los postes, incitándolo a caminar hacia las incógnitas del laberinto.

Cuando las puertas se cerraron, el silencio los envolvió. Podía ver la tristeza detrás de cada par de ojos. Esta era su realdad y tenían que hacer lo que fuera necesario para sobrevivir, sin importar lo doloroso que fuera. Alby escaneó todos y cada uno de los rostros, suspirando inaudiblemente.

—Ahora le pertenece al Laberinto.



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siren ━ newt. (1) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora