━XVI. Ganando control sobre ti

5.3K 680 66
                                    


━━━━━━━━━━━━
CAPÍTULO DIECISÉIS
GANANDO CONTROL SOBRE TI.
━━━━━━━━━━━━

TARAREANDO PARA SÍ MISMA, Lorelei se concentró en las finas rodajas de tocino que chisporroteaban en la sartén glaseada y caliente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.







TARAREANDO PARA SÍ MISMA, Lorelei se concentró en las finas rodajas de tocino que chisporroteaban en la sartén glaseada y caliente. El olor era celestial y tuvo que abstenerse de babear durante el desayuno. A su izquierda, Sartén estaba ocupado haciendo huevos revueltos. A pesar de su falta de sueño, especialmente después de lo que pasó, a Lorelei le gustaba estar despierta antes que el resto de las personas en el claro, menos Sartén. Era un maravilloso mundo de paz y tranquilidad. La ayudaba a relajarse y prepararse mentalmente para otro día en el lugar.

Las siguientes personas en levantarse de sus hamacas fueron los Corredores, quienes tenían que partir al Laberinto antes de que todos los demás despertaran. Lorelei había echado más tocino al fuego cuando Minho apareció para desayunar.

—Maldita sea, Lori. Esas ojeras debajo de tus ojos son horribles.—comentó, masticando la carne como un animal. La rubia frunció el ceño, lanzándole una mirada de muerte.

—Gracias, Minho. Eso es lo que a todas las chicas le gusta escuchar en las mañanas.

—Para eso estoy aquí.—respondió con una sonrisa sarcástica.—Pero en serio, ¿Cuánto dormiste anoche?

—... lo suficiente.—es todo lo que respondió.

Minho arqueó una ceja.—¿Lo suficiente?

—¡Que si, idiota! Lo suficiente.—la chica espetó, resoplando ruidosamente mientras volteaba el tocino a medio cocer en el proceso. Los oscuros ojos de Minho se agrandaron y levantó sus manos en el aire en señal de rendición.

—Bueno, eso fue convincente.

Al darse cuenta de lo grosera que había sonado, incluso para Minho, Lorelei se pellizcó el puente de la nariz, sacudió la cabeza y tomó un trago de agua para quitarse el sabor amargo de la boca.—Mira, lo siento, es solo que... acabo de tener una noche difícil, eso es todo.

—No te preocupes.—el corredor respondió, aunque todavía se podía ver la preocupación y curiosidad en sus ojos.—¿Está todo bien?

—Si.—respondió.—Supongo que tengo muchas cosas en la cabeza.

Bastantes, literal.

—¿Quieres hablar de eso?

—No es nada, de verdad.

Oh, si, solo escucho voces, no es nada. Es completamente normal y comprensible. No es para nada un signo de locura.

—Está bien, será mejor que me ponga el traje. Las puertas se abrirán pronto.—Minho le entregó su plato vacío y Lorelei lo dejó a un lado para lavarlo después. Deseándole un buen día a él y los otros Corredores, estos se retiraron de la cocina, dejando a Lorelei y Sartén preparando el resto de la comida.

Uno a uno, los chicos se despertaron y recogieron su desayuno. Una cosa que Lorelei había notado era que la mayoría de ellos eran simpáticos con ella. Menos Gally y sus amigos, por supuesto, pero a ella no le importaba.

—¡Buenos días!—gritó Newt, enviando ondas de calidez y comodidad a través de sus venas. Le sirvió un montón de huevos revueltos con tocino y se volvió hacia él con la mejor sonrisa que pudo fingir.—Lori.—él dijo. Podía sentir sus ojos examinando su rostro.—Pareces exhausta.

—Oh, Dios, no tu también.—ella suspiró, estirando el plato de comida hacia él.

—No voy a preguntar...—la tranquilizó, sintiendo su incomodidad, sin embargo, había una pregunta que no pudo resistir en preguntar.—Pero, ¿estás bien?

—Si, estoy bien, Newt.—Lorelei respondió, pasando una mano a través de su cabello.

Mentirosa.

Su cuerpo se congeló y sus ojos se agrandaron. Hizo todo lo posible por no estremecerse. Sus dedos se apretaron alrededor del mango de metal de la cuchara que estaba agarrando. Su corazón latía desbocado en su pecho. Joder, no de nuevo. No de nuevo.

—Lorelei, te has puesto pálida como un fantasma.—Newt frunció el ceño, preocupado, ajeno al caos que ocurría en su cabeza.—¿Qué está pasando?

—Nada...—ella se estremeció ligeramente y lo miró. Mierda, cálmate, Lorelei.—Me maree un poco, pero ahora estoy bien.

—¿Mareada? ¿Debería llevarte con los Docs?—el segundo al mando no pudo luchar contra sus instintos de protección que sentía por ella. Sus manos apretaron su plato con preocupación.

—¡No! Eso es completamente innecesario, fue un pequeño mareo. Honestamente, me siento bien ahora.—Lorelei hizo todo lo posible por tranquilizarlo, su sonrisa se ensanchó, casi desesperada por que él le creyera. Por favor, olvídalo, por favor.

—Lori——

—Ve y come tu desayuno antes de que se enfríe. Deja de preocuparte por mi y preocúpate por tu apetito.

—Eres tan terca.—el chico exhaló bruscamente, sacudiendo la cabeza y pasando una mano por su cabello en señal de derrota. Ella le dedicó una sonrisa de complicidad mientras inclinaba la cabeza hacia un lado.

—Eso es lo que soy, Newton. Eso es lo que soy.

—Te estaré vigilando.—el chico dijo, mirándola con los ojos entrecerrados para después darse la vuelta y caminar hacia una mesa. Lorelei cerró los ojos durante un segundo y soltó un suspiro de alivio.

—Bien, hecho, Lorelei.

—¿Qué demonios quieres?—ella siseó en voz baja, plasmando una expresión normal en su rostro mientras continuaba repartiendo el desayuno. No hubo respuesta. Querido Dios, ¿qué necesito hacer para obtener respuestas?

—Oh, obtendrás respuestas. Muy pronto.

—¿Cómo te llamas?—la chica no se rindió en hacer preguntas. Tomó la olla de huevos vacía y la colocó sobre el lava platos.

—No tengo nombre. Llámame como tú quieras.

—Jesucristo. Es como si tuviera una mascota demoníaca en mi cabeza.—ella gruñó, frotándose las sienes con los dedos y haciendo una mueca ante el dolor que comenzaba a crecer, recorriendo cada centímetro de su cerebro.

—Mascota, no... más bien, una maestra.

—Que...—resopló Lorelei, sacudiendo la cabeza con el ceño fruncido. Se había dado cuenta de que fruncía el ceño mucho en estos días.—¿Qué diablos se supone que eso significa?

—Eso solo lo sabré yo, muñeca.

—¿Por qué me estás dando tantos dolores de cabeza?—preguntó. Cada vez que aparecía la voz, el dolor en su cabeza regresaba. Era una sensación desagradable.

—Digamos que soy yo ganando control.

—¿Sobre qué?

—Sobre ti.

Agarrándose del borde de una mesa, Lorelei sintió un nudo formándose en su garganta. Ella luchó por tragarlo, sus ojos ardían, pero no con lágrimas. Con miedo. Cerró los ojos y deseó que la voz se fuera repitiéndose para sí misma en su cabeza: Soy Lorelei, tengo el control. Soy Lorelei, tengo el control. Soy Lorelei, tengo el control.

El dolor desapareció lentamente, pero su cabeza todavía se sentía nublada por las emociones que la perturbaban en ese momento. El sudor se pegaba a su cabello y sus palmas estaban húmedas.



VOTEN—COMENTEN :)
━━━━━━━━━━━━

siren ━ newt. (1) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora