|Prólogo|

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El sonido de la carretera despertó su sentido auditivo, al abrir lentamente sus ojos pudo reconfirmar que se tratara de ella, pestañeó varias veces al intentar acostumbrarse a la claridad que el sol ofrecía. Volteó a ver a su derecha, su mejor amiga se encontraba a su lado, conducía sujetada al volante como si fuese lo único que la podría mantener con vida. Intentaba recordar lo sucedido, así fue como imágenes de él amarrado a una silla vinieron a su mente, recordó el frío metal del arma apuntando en su sien y Harry frente a él, se exaltó, ¿Dónde estaba él?

—¡Harry! —gimió al recordar el ruido del arma.

—Él no lo logró, Lou. —murmuró su mejor amiga, acto seguido se oyó cómo Anne tragaba forzosamente saliva inundando el silencio que solo se había creado —Harry falleció. —confirmó, pero al ojiazul le parecía un sueño, ella jamás lo llamaba por su nombre, aunque había algo de mayor urgencia: ¿Dónde estaban? ¿A dónde se dirigían? ¿Dónde estaba realmente su rizado o por qué lo abandonaron? Louis hubiese preferido quedarse junto a él o morir junto a él o por él. 

—Él no puede estar muerto. —negó con la cabeza, frunció el ceño, como si no quisiera entrar en razón, seguía esperando despertar. Las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas, imparables, dolorosas, su corazón se estrujaba a cada segundo que pasaba.

—Al oír el disparo te desmayaste, el hombre que trabajaba para Edward y el que, por cierto, nos ayudó a infiltrarnos en el lugar, me ayudó a cargarte en el auto y poder escapar con vida. —comenzó a explicarle, aunque realmente no estaba tan de humor para hacerlo, no tenía ganas de darle explicaciones, estaba tan nerviosa que sólo esperaba que su respuesta sea suficiente para Louis y ya se callara. 

—¿A dónde vamos? —ladeó su mirada, cada vez más confundido con todo lo que había pasado.

—Estamos yéndonos del país, Louis. He conseguido nuevas identidades. —estiró su mano hacia el asiento trasero y le arrojó a las piernas de su acompañante, un sobre tamaño A4 de papel de cartón.

—¿Pero a dónde carajos vamos, Anne? ¡Por favor! —exclamó, comenzaba a irritarle la falta de datos que le brindaba su amiga. 

Anne sólo le hizo una seña para que abra el paquete, dentro habían documentos; partidas de nacimiento, documentos de identidad, pasaportes, etc. Massimo Caiazzo, se leía en el primer documento que sacó, veintiún años según su año de nacimiento, nacido en Portofino, Italia. Abrió sus ojos como platos, ¡Italia! No podían estar dirigiéndose allí. 

—Italia. —repitió en voz alta.

Sin esperar la respuesta de su amiga, sacó el otro documento, Pía Caiazzo, la misma edad, la misma fecha de nacimiento y la misma localidad, al parecer eran mellizos. 

—Mellizos. —soltó una pequeña risa —¿Quién se tragará que somos mellizos? —por primera vez en el viaje sus labios se habían curvado en una sonrisa.

—Yo no lo elegí, supongo que no tenían tiempo de construir dos vidas. —se encogió de hombros.

—Está bien. —continuó revisando la bolsa, habían diplomas de secundario y solicitudes para una universidad. 

—Tendremos la vida resuelta, pero ya no podremos regresar a Doncaster. —le explicó.

—Si Harry ya no está, ya no tengo porqué volver allí. —dijo, aunque en parte era mentira, daría lo que fuese por confirmar que Harry de verdad está muerto, ver su tumba, que alguien más se lo explique o al menos tener un tiempo a solas, darse tiempo a un luto, llorar hasta que su cuerpo ya no pueda generar más lágrimas. 

—Que bien que lo tomes así. —hizo una mueca, lo más parecido a una sonrisa. 

Anne soltó el aire contenido cuando llegó al aeropuerto, se estacionó y finalmente pudo ver a su amigo a la cara, su pecho se oprimía por la culpa que la carcomía por dentro. Al salir del auto abrió el maletero, sólo habían dos bolsos, se habían encargado de llenarlos con lo justo y necesario.



 



Anne dormía durante el vuelo, pero Louis estaba inquieto, movía sus dedos, las piernas le exigían salir de ese asiento, era como si todo su cuerpo se estaría negando a estar en ese viaje. Lo único que se le ocurrió fue ir a baño cuando sus lágrimas salieron descontroladas, se sentó en el suelo y abrazó sus piernas, finalmente se abandonó a su llanto, se sentía pequeño, abandonado. Ya no lo soportaba, necesitaba a Harry, quería estar rodeado por sus brazos, quería sentir sus labios tocar su piel y llenándolo de amor, quería cada uno de sus detalles, sentir sus rizos, sentir su calor, su nombre se sentía tan frío, se sentía como algo vacío. Recordaba cada pelea como si hubiese sido una pérdida de tiempo, como si se culparía por no abrazarlo lo suficiente, se sentía ajeno a él. Los sollozos desgarraban su garganta cuando intentaba callarlos, pero nada dolía tanto como su pecho comprimiéndose a cada segundo que pasaba y no despertaba de esa cruel pesadilla. 

Uno de los pasajeros alertó por los ruidos de llanto provenientes del baño, la azafata golpeó suavemente tres veces la puerta, sacándolo de sus angustiosos pensamientos, pero a la vez devolviéndolo a la dura realidad.

 —¿Está bien, señor? ¿Necesita ayuda? —preguntó amablemente —¿Puede por favor abrir la puerta? —volvió a hablar al no escuchar respuesta alguna.

—¿Massimo, estás ahí? —escuchó la voz de su amiga al otro lado, trató de recordar el nombre falso de ella, pero no lo lograba, estaba nervioso. Se limitó a abrir la puerta y lanzarse en los brazos de su amiga, sin embargo, no pudo detener su llanto.

—Le traeré un vaso con agua. —se ofreció la azafata, dejándolos a solas.

—Sé cómo te sientes, Lou, pero lo mejor que puedes hacer es olvidarlo. —el castaño frunció el ceño, la idea no le había caído para nada bien, pero no podía hacer una escena en medio del avión.

—No quiero ésta realidad, Anne, no la soporto. Me duele demasiado la idea de no volver a verlo. —murmuró en su oído.

Las palabras de Louis lograban hacerla sentir aún más culpable, sobre todo sabiendo que ella podía acabar con ese sufrimiento, pero su terco pensamiento de que él estaría mejor sin Vitale era más fuerte. 

—Su vaso de agua, señor. —interrumpió la azafata.

—Gracias. —respondió Louis —¿Puede traerme algo más fuerte? 

—¿Whisky, ron, vodka? —le dio opciones.

—Whisky. —murmuró, recordando amargamente a su novio. 






Al llegar a Italia Anne ya tenía indicaciones de hacia dónde debían dirigirse, con el dinero que tenían en una cuenta a su nombre era suficiente para comprarse un auto y más, Edward se había encargado de brindarles todo lo necesario, ya que si iba a estar lejos de Louis, al menos quería que éste no pasara ninguna necesidad y esté totalmente seguro. A la pelirroja no le parecía una buena idea, el hecho de aún le enviara cosas, ya que su amigo podría sospechar, pero debía aceptar o tendría a Vitale tocándole la puerta de la casa. 

Su amiga quería evitar que Edward Vitale volviera a la vida de él a cualquier precio, sabía que era lo mejor y que era la única con con razonamiento para entender que su relación estaba mal. Pero el rizado tenía un As bajo la manga; la hermana de Louis. Pero, ¿Hasta cuándo podría mantener el espacio que Anne creó entre ellos?


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¡Espero les guste! 

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Spaces between us. •LS• |T.2| (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora