48. Víspera - Caleb

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Caleb – Philadelphia
Fábrica, Dic 07:51am

Odio las noches.

Son largas y aburridas, porque estoy solo. Al principio me resultaba guay poder pasarme varios días sin dormir y poder ver en la oscuridad pero, ¿de qué me sirve si durante ese tiempo estoy solo? En ocasiones me acuesto con Cassie hasta que la niña se duerme, y entonces salgo al exterior y aprovecho para reflexionar, para pensar, para divagar... Y eso a su vez me lleva a comerme la cabeza, a recordar a mis padres, las fechas en las que estamos y la luna llena... Lo que a su vez me lleva a sentir un miedo atroz y una enorme tristeza. Trato de que los demás no lo noten, porque realmente agradezco estar en su compañía, pero, por las noches, me siento muy solo.

Cuando Micah y los niños duermen, suelo encender la televisión y buscar en el canal de noticias 24 horas sobre si hay algún avance en el caso de mi desaparición, pero no han dicho nada más. En los periódicos tampoco lo mencionan. Supongo que, en el fondo, es mejor así.

Empecé a ir a la chatarrería ya que quería sentirme útil, y lo he sido, trayendo toda clase de muebles y cosas con las que hemos ido convirtiendo la fábrica en algo parecido a un hogar, pero echo de menos el mío, sobre todo ahora, en Navidad. No puedo evitar mirar la foto de mis padres a menudo, aquella que Nevi se llevó de mi casa cuando me escapé después de transformarme la última vez. Es lo único que me queda de ellos. Me pregunto qué harán ellos mañana, en Nochebuena. ¿Lo celebrarán? No lo creo. Probablemente solo reciban alguna llamada del hermano de mi padre que vive en Cincinnati. Eso si no han sucumbido ya a la pena.

Daría lo que fuera por verles, aunque fuera un minuto, un segundo, solo para decirles que estoy bien... o que estoy vivo. Pero le prometí a Nevi que no lo haría hasta estar curado. Bueno, curado no, porque nunca estaré curado. Más bien, hasta no estar seguro de que no supondré un peligro para ellos. La pregunta es si ese día llegará.

Doy una última calada al cigarrillo antes de tirarlo al suelo y pisarlo, y contemplo el cielo, donde la luna, a apenas una noche de estar llena, me devuelve la mirada, retadora. A ras de suelo, bajo el puente, una fina línea de color ámbar vaticina el amanecer.

No han pasado ni doce horas desde que Micah me dio la última cajetilla de tabaco y casi me la he acabado. Sé lo que me espera mañana: volver a ese horrible refugio lleno de agua y permitir que me ahoguen hasta el borde de la muerte.

Solo pensar en eso me hace sacar un nuevo cigarrillo y encenderlo, aspirando con ímpetu y dejando que el humo relaje mi cuerpo. En el instituto siempre nos han dicho, tanto los profesores como el entrenador, que fumar era malo. En las propias cajetillas lo pone. Al menos, dentro de mi desgracia, tengo la suerte de que el efecto relajante sí me afecte pero no me vaya a provocar ninguna enfermedad. Es un pequeño consuelo.

Un ruido me saca de mis pensamientos y llevo la vista hacia la puerta de la fábrica, donde veo salir a Keeper, quien se queda parado un instante, contemplándome, como si me escrutara. Me pregunto si él, como animal y como canino, puede notar algo en mí; algún olor o alguna sensación que le haga saber que no soy del todo humano. Pero cuando el perro continúa su camino tranquilamente y sin inmutarse hacia un árbol donde se pone a hacer pis, borro esa idea de mi cabeza.

Sin embargo, Keeper no es el único que aparece por la puerta de la fábrica. Sus duras pisadas le delatan antes de que aparezca en el exterior en pos de su perro. No parece muy sorprendido de verme sentado sobre el muro a primera hora de la mañana, y a mí tampoco me sorprende que sea tan madrugador. Le hago un gesto de saludo con la mano libre y Byron lo imita desde su posición. Luego, se encamina hacia la camioneta.

HUNTERS ~ vol.2 | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora