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¿Cómo qué llegarás en la noche? ¡¿Tú te piensas que me voy a quedar con este chico toda la tarde?! —grita Camile por el móvil.

Bueno, quizás decir que llegaré de noche es un poco exagerado.

Dime una hora, García.

Alejo el móvil un poco, cubro el micrófono, y miro a Paddy, quien se encuentra comiendo de su plato.

—¿A qué hora crees que estaremos de vuelta?

—¿Ya quieres irte?

—No, es lo que menos quiero —respondo con sinceridad.— pero, Camile quiere saber a qué hora llegaré.

Paddy saca su móvil, revisa la hora, y vuelve su vista a mí.

—Son las 2:30 p.m, dile que cenicienta estará de vuelta a las 6 p.m —sonríe.

Asiento.

6 p.m.

—Me debes una grande, una muy grande.

—Anda, es una hora razonable.

—¿Ya le has dicho a Ivan? —pregunta.

—Sí, él no tiene problema.

—Qué va, si ustedes se cubren en todo. Bien, te cubro, pero, insisto, me debes una muy grande.

Sin dejarme responder, Camile corta la llamada. Por lo general cuando me llama por mi apellido es porque está realmente molesta, lo cual, me extraña. Camile nunca tiene problemas con hacerme favores, o cubrirme como Ivan. Probablemente el chico con el que se ha encontrado no debe ser una muy buena compañía.

—¿Se ha molestado? —pregunta Paddy.

—No —miento.— sólo quería saber cuánto tendría que agrandar su panorama —me llevo una papa frita a la boca.

—Es divertido escucharte hablar francés —comenta Paddy.

—¿Ah si? —sonrío.— ¿sabes que también es divertido?

—¿Qué? —pregunta confundido.

—Ver tu rostro con ketchup —rio.

—Diablos —vuelve a sacar su móvil, abriendo la cámara. Con la ayuda de esta, coje una servilleta y se limpia el rostro.— tengo algo aún más divertido.

—Sorprendeme.

—Tú cayendo de la tabla unas... ¿30 veces? —sonríe.

—Eso es una exageración, Holland.

—No lo es, es un hecho.

—Mira —apunto su plato.— aún te queda por terminar.— vuelvo ha comer una papa frita.

—Cambiar el tema, no hará que deje de ser cierto —dice burlón.

—Ahí —vuelvo a puntar el plato.— ¿ves? más papas fritas.

Paddy sonríe mientras niega con su cabeza. Resignado, comienza a comer de su plato.

___

Luego de salir del restaurant, volvemos al auto de Paddy.

—¿Te gustan las galerías de arte? —pregunta mientras comienza a conducir.

—Sí, Camile tiene la costumbre de llevarme a algunas cuando estoy en Francia. Les he agarrado cariño.

—Perfecto —sonríe.— espero esta te guste.

No es mucho lo que estamos en el auto, pues, la galería a la que me ha traído Paddy no quedaba muy lejos.

Bajamos del auto, y la brisa del lugar se siente cada vez más fría. En consecuencia, me estremezco.

—Espero el frío no te impida disftutar.

—No —sonrío.— aunque pudiste advertirme que vendríamos a la costa.

—Si lo hacía, arruinaba la sorpresa —se encoje de hombros.

—Bien.

Paddy comienza a caminar, y yo voy tras él. Llega a una vitrina, habla con una joven que se encuentra del otro lado, y recibe lo que asumo son dos entradas.

Vuelve a mí lado, entregandome una de ellas.

—¿Cuándo me dejarás pagar algo? —lo fulmino con la mirada.

—Oh tranquila, esto sólo será por hoy. Tendrás el desafío de armar un plan para mañana, y correr con los gastos.

—Muy bien, Holland —tiendo mi mano.— me parece justo.

Aprieta mi mano, con una sonrisa en su rostro. Si sigue sonríendo cada vez que le digo algo, terminará haciendo que me desmaye.

—Bienvenida a la mejor galería del mundo.

Entramos al museo, donde rápidamente las esculturas del lugar de adueñan de mi atención. Es impresionante la manera que tienen de cautivarte, y transmitirte sensaciones.

Es un lugar realmente hermoso, pues, las esculturas que son la atracción principal, se encuentran rodeadas de naturaleza (árboles, flores, etc.). Además, me encuentro haciendo este recorrido con Paddy Holland, el pelirrojo más guapo.

—Creo que se te cae la baba —susurra.

—Bah. Tenías que arruinar el momento,  y... mis pensamientos.

—Lo siento —ríe.— ¿cuales eran?

—Que esto es realmente hermoso, al igual que chico que me acompaña.

Paddy se queda inmóvil mirandome, noto como sus mejillas comienzan a ruborizarse, lo que me causa ternura.

—Tienes que dejar de hacer eso, enserio.

Rio. Sé que me había dicho que dejara de alargarlo, porque cuando lo hago, literalmente su rostro se vuelve igual al color de un tomate.

—Combinan con tú cabello.

—¿El qué? —pregunta confundido.

—Tú rostro en versión tomate.

—Eres malvada.

—Sólo un poco —sonrío.— ¿te molestaría tomarme una foto con aquella escultura?

—Claro que no.

Saco mi móvil, abro la cámara, y se la entrego a Paddy. Me posiciono en el lugar que quería, mientras dejo que Paddy haga la magia.

Comienza a darme indicaciones sobre los ángulos en los que podría salir mejor.

—¿Estas diciendo que estoy saliendo mal en las fotos? —elevo una ceja.

—Eso es imposible —sonríe.— sólo aplico lo que mamá me ha enseñado.

—Está bien —mis mejillas arden.

—Ahora eres tú el tomate —ríe.

En la siguiente foto que captura, hago mi mejor sonrisa, y le enseño mi dedo corazón.

—Uy, chica mala —se burla.

—Ese fue tú último trabajo como mi fotografo, Holland.

—No lo creo, García —sonríe.— aún te queda un día conmigo.

Tan sólo un día ¿por qué tenía que conocerlo aquí? ¿por qué no puede vivir en mi país? Es muy poco tiempo, no es justo.

Prometí no involucrarme demasiado, pero, es que, Paddy es como estas esculturas. No necesitas conocerlo de siempre para que te cautive, con unos minutos frente a él, admirandolo, sentirás todo lo que no sabías que podías sentir estando al lado de alguien.

Más allá de la frontera ~ Paddy Holland & túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora