Capítulo 13

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Es mi vida (P2)

—Aquí está —dijo Hiashi, mirando la revista de negocios en donde salía su ex mejor amigo junto a su único hijo, el cual no lucía demasiado sonriente en aquella fotografía. Ambos rubios lucían elegantes, el mayor con una enorme sonrisa, pero en el fondo, parecía realmente falsa.

Hiashi observó entonces a su hijo; Naruto Uzumaki. El parecido era innegable, por mucho que tuviera el cabello rubio, sus expresiones faciales eran como las de ella.

—Realmente se parece a Kushina —susurró, emitiendo una pequeña y casi imperceptible sonrisa, sin siquiera darse cuenta de ello—. Así que este es tu hijo...

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Hinata había bajado de la azotea luego de hablar un rato con Naruto, pero el rubio había decidido quedarse allí arriba. Estaba un poco desanimada desde la mañana, pero ahora se sentía algo mejor, sobre todo luego de los ánimos que el guitarrista le había dado respecto a su canción.

Cerró los ojos y sin querer soltó un suspiro, que por suerte no fue oído por nadie, o eso creyó.

—¿Pensando en algún chico que te gusta? —interrogó una voz masculina, la cual hizo a Hinata dar un salto debido a la impresión de oírlo tan de repente.

—K-Kiba-kun —hizo un leve puchero—. N-no te había visto, ¿de dónde saliste? Es de mala educación eso de hablarle a la gente sin saludarla primero.

—Lo siento —se disculpó el castaño, con una sonrisa de culpabilidad, pero a la vez algo arrogante—. Es que te vi tan sola que no pude evitar acercarme, además... de verdad me intriga eso de si pensabas en el chico que te gusta —insistió con el tema, notando de reojo y con algo de molestia como las mejillas de la joven Hyûga se teñían levemente de rojo.

—No es así, a mí no me gusta nadie —aseguró la chica, la cual hizo una leve reverencia y se fue corriendo por el pasillo. Afortunadamente, hace muy poco habían tocado el timbre y la mayoría de los alumnos estaban volviendo al salón, así que nadie se le puso al camino.

—Hinata... —susurró Kiba para sí mismo—. Es realmente una chica linda –por un instante, pensó en su novia Ino, pero sacudió la cabeza y con ello también sus pensamientos sobre la rubia, en este momento sólo le importaba una cosa y esa era conquistar a la idol, nada más que eso.

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Ino estaba corriendo desde el baño de chicas hacia el salón, ya que habían tocado el timbre y ella -para variar- iba a llegar tarde. Estaba concentrada en darse prisa, cuando de pronto, al mirar hacia un costado, se fijó en el chico pelinegro de su clase, el cual estaba sentado sobre el pasto, al parecer escribiendo o haciendo un dibujo. Por alguna razón la curiosidad le ganó y se acercó sigilosamente, ya se había olvidado de que iba a llegar tarde, sólo quería ver lo que él estaba haciendo y por qué estaba tan concentrado en ello.

Alzó un poco la cabeza, para mirar sobre el hombro del muchacho y, al hacerlo, pudo apreciar sobre la libreta de dibujo un precioso paisaje, perfectamente dibujado y con un impactante juego de luz y sombra. Se quedó boquiabierta y no pudo decir ni una palabra.

—No es tan impresionante —susurró Sai, el cual se había dado cuenta desde un principio de la presencia de la rubia y sólo estaba esperando a que ella le hablara, pero al parecer no pensaba hacerlo—, siempre he practicado este arte, es por eso que me sale así.

—Eres increíble, Sai —dijo ella, sin saber qué palabras más podía usar para describirlo.

El muchacho se puso de pie, guardó sus cosas y se volteó a mirarla. Lo cierto era que antes ya la había mirado, Ino era una chica muy hermosa, que llamaría la atención de cualquiera, incluso de alguien tan serio y callado como él. Pero no era sólo su largo cabello rubio o sus profundos ojos azules, sino que también su forma de ser le había llamado un poco la atención, ella era una persona muy alegre y radiante, no tenía nada que ver con su personalidad oscura y retraída.

Pasión por la MúsicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora