AntiSISTEMAs ✅

II: Vipe

Y con el amanecer llegaron los nuevos desgraciados. Mi hobby favorito: Ver cada mañana entrar por el portón a los encadenados molestos, suplicantes, medio muertos o medio inconscientes.

— Nuestro Amo salió ayer de caza.

Cualquiera que no me conociera pensaría que estaba hablando solo.

— Estoy ansioso por ver si dio con lo que buscaba.

Como escuchando mis pensamientos se abrió el portón. Solo dos personas atravesaron la entrada.

— ¿Una niña y un anciano?

El viejo frunció el ceño.

— Dile a tu Amo que me quite las esposas y ya verás lo que puede hacer el anciano.

— Oh, Vipe, esto me parte el corazón.

— ¿Qué ha sido eso? —Preguntó el anciano.

Otra vez tendría que dar la misma explicación. Tampoco me molestaba tanto, pero era un poco aburrido que nadie fuera capaz de analizarlo solo.

Saqué el mini dispositivo del bolsillo derecho de mi jean.

— Gabi es una inteligencia virtual que yo creé. A través de este dispositivo puede proyectarse en forma humana.

Activando el interruptor salió el holograma de Gabi sonriendo educadamente.

— Tardé años en perfeccionarla para que tanto el alcance de sus habilidades como el de su holograma abarcara grandes radios de distancia y no dependiera de mis órdenes para interactuar con su entorno. Siempre la llevo conmigo y aunque esté desactivada puede escucharme.

— Pero, ¿qué clase de tecnología es esta? —Se extrañó el desconocido.

Sonreí algo divertido. Parecía que el anciano había adivinado que dispositivos así no se construían con la chatarra del SUB-Pueblo.

Me acerqué más a él y bajé la voz.

— Mira...

No era necesario (Todos sabían de mis ilegalidades), pero volvía más intenso el asunto.

— A nadie le importa de dónde saque las piezas siempre y cuando gane cada una de las Arenas. Hazme un favor y no metas las narices donde no te incumben.

— Vipe, no hables así —Me regañó Gabi—, vamos a asustarlos el primer día.

Suspiré y contemplé por tercera vez en el día mi amable y bella creación, si su cuerpo no fuera traspasable hasta hubiera podido gustarme. Era perfecta.

Las curvas con las proporciones correctas, la sonrisa y los ojos marrones claros que me cautivaban, la larga cabellera castaña lacia recogida en un moño alto, y el traje, uy, el traje: Ceñido al cuerpo, largo hasta los talones, completamente blanco con una franja roja en cada borde. Se sujetaba por un cuello de tortuga dejando gran parte de la espalda y los costados descubiertos, y a partir de la cintura se abría a los lados destacando los muslos. A los pies no les di mucha importancia y le cree unas sandalias blancas.

— Jeje —Rio el anciano de repente—. Mira, niña, la vida de este presumido es tan triste que se queda embobado mirando un par de ceros y unos.

— A mí me parece muy linda —Dijo la niña hablando por primera vez.

A pesar de tener la cara alargada el cortísimo pelo rizado la hacía parecer una pelusa. Los ojos y cabellos eran castaños oscuros. Su cuerpo tenía la mitad del tamaño que el mío y era delgada, cual tabla andante vestida con un pulover morado, jeans anchos y tenis deportivos. Ropa común, aspecto común, niña común.