IV: Vipe

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Era noche de espectáculo, por lo que solo me quedé en la reunión hasta el atardecer. Una lástima, me hubiera gustado comprobar si de verdad la striptease de piernas chuecas lograba hacer un split perfecto.

No me extrañó encontrarme los pasillos vacíos a mi regreso, los gladiadores debían estar alistándose. Manías de novatos. Era común ponerse trajes llamativos como los famosos guantes electrizados que estaban de moda y las pezoneras, sin importar el género. Solo una vez, cuando empezaba en la Arena, mi incliné por este deseo de resaltar, el mismo día que casi muero porque mi improvisado casco de Capitán Falcon me quedaba demasiado grande.

Al pasar junto el patio para entrenar resultó estar ocupado por nadie más y nadie menos que el dúo irónico. El patio estaba dividido por una cerca para separar a los hombres de las mujeres, así que cada uno se encontraba en un lado distinto. Puse los ojos en blanco. La niña estaba recostada sobre la cerca con cara de profunda depresión y el anciano estaba golpeando un muñeco de entrenamiento con una vieja llave inglesa

Que vergüenza ajena sentí al verlo. La Arena había evolucionado en los últimos años de manera sanguinaria (Pero creativa) y esas viejas técnicas de golpear y esquivar poco le servirían.

— Te digo que no durarán ni un día...¿Gabi?... ¡Vamos!, ¿sigues enfadada conmigo?

No respondió. Ya sabía que el "ambiente" de la reunión no le había gustado ni un poco y le molestó mucho mi actitud en esta. La verdad, no tenía tiempo para justificarme e igual debía intentarlo porque la necesitaba esa noche.

Gabi más que mi arma es mi compañera, sin ella no soy nadie. Teniendo como base las características de un virus, es un programa capaz de penetrar y detectar cualquier dispositivo electrónico desde el más avanzado hasta un ventilador que posee las herramientas necesarias para aprovecharse de las vulnerabilidades de las redes que manipulan a estos equipos. Sus funciones de paralización o desactivación son decisivas para el triunfo.

— ¿Qué te parece un trato? Si olvidas tu disgusto ayudaré al dúo irónico para que sobrevivan a la primera Arena... o por lo menos les daré mejores armas.

Tardó un rato en responder, pero no me desesperé, la conocía tan bien como para asegurar que la había convencido.

— ¿En serio?

— ¿Cuándo he bromeado con asuntos importantes?

Miles de veces. Por ejemplo, en la reunión...

— ¡Oh, vamos! —Le interrumpí—. Olvida este día por mí.

Lo haré, ¿sabes por qué?, porque me alegra que hayas encontrado una buena justificación para hacer amigos sin perder tu reputación de chico solitario.

— Que no se te suba a la cabeza.

Ya sabía qué armas modificar para ellos y solo me tomó cuatro horas conseguirlo, es más, a día de hoy puedo considerar esos dos aparatuchos como mis más queridas obras maestras hechas con chatarra. Hasta hubiera llorado, si no fuera porque no sabía.

Solo me quedaba bajar a los túneles del coliseo donde se agrupaban los gladiadores, desde los nuevos hasta los experimentados, los que suplicaban clemencia y los que mataban incluso antes de empezar el espectáculo. Había uno en específico llamado Candy, una mezcla entre Hulk y King Kong de la Guerra de la Galaxias (¿Qué?, de niño era un friki devorador de historietas), que debían mantener dentro de una jaula.

Faltaba menos de una hora para que entráramos a la arena cuando los encontré en el grupito de los serios-no-llamativos-que-piensan-sobrevivir-pero-obviamente-nunca-lo-hacen.

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