10화

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Kim Jinwoo nació en cuna de oro; usualmente, su hogar estaba repleto de personas. Sin embargo, ninguna era conocida para él. Quizá porque las mucamas solían ser despedidas constantemente, lo cual propiciaba que nuevas llegaran. El alfa líder, su padre, era alguien de cuidado; hermético, pero severo respecto a la forma en que le gustaban las cosas. Y, su hermano mayor, aparenta no ser muy diferente. Él aprendió pronto que no le importaba cuánto alardearan de su padre y el heredero, Jinwoo estaba lejos de desear ser como ellos. Incluso, si aquello estaba latente en su ADN.

       A veces, se enojaba sin razón alguna; entonces, debía contar hasta el diez, cien o el mil. En una ocasión, él contó más allá de dos millones. No importaba, haría lo que fuera con tal de no replicar aquel patrón que corría a través de sus venas. Posiblemente, fue eso lo que le gustó de Kwon Soonyoung la primera vez que le vio.

      Él estaba con Jungkook, discutían por un lugar en la sala de espera; Jinwoo pudo ver como aquel dulce omega de esponjosas mejillas se molestaba, pero la ira brillando en sus pequeños orbes jamás llegaba a la violencia. En lugar de eso, comenzó a llorar. Temprano, supo algo de ese omega en ese entonces aun no presentado; a Soonyoung, no le importaba llorar con tal de dejar ir la adrenalina furiosa que corría entre sus venas.

      La mañana siguiente a encontrarse con Hoshi al borde del llanto, fue difícil salir de casa para ir al colegio; se vio a través del espejo, orbes ámbar brillando en el reflejo plateado del mismo. Pensar en ver a Hansol, de alguna manera, hervía en su sangre. Contó en pequeñas pausas, pero el instinto ganaba cada vez al final de su estómago; pues, su lobo estaba molesto y él no podía salir de casa así. Lo cual, sólo conseguía propiciarle más molestia. Kim Jinwoo odiaba su raza, específicamente, el rango que poseía; ese que fue heredado por el líder. Le aborrecía, despertaba dentro de sí oscuros sentimientos. Sin embargo, siempre luchaba por ser más fuerte a ese enfurecido lobezno.

       Tragó en seco dos supresores. Él no estaba en celo, pero adormecería a su lobo en las siguientes veinticuatro horas; mínimo.

        Jungkook esperaba junto a Mingyu fuera del vehículo, cuando el mejor amigo del segundo, llegó en el usual deportivo atractivo de miradas por doquier. El omega de puntas doradas, no pudo evitar mirar más allá de los profundos orbes del alfa recién llegado, quien les sonrió apenas bajó del vehículo. No tardó en llegar hasta ellos, saludando a Mingyu, tan animoso como siempre. Pero, si Jeon veía más allá del aura divertida que le rodeaba, divisaba cierta tensión en sus músculos.

       — ¿Llegaste bien a casa, Jeon? —se burló Jinwoo al momento de saludarlo, despeinándole el flequillo dentro de un fraternal gesto. —Este idiota estuvo, según Namjoon, molestando toda la tarde ya que debiste irte solo.

        Jungkook le sonrió, negando.

        — Llegué bien, hyung. Espero que también hayas llegado seguro a casa—pudo notar la tensión en el adverso, pero de igual forma asintió con diversión. Pues, los tres sabían, Jinwoo había desaparecido antes que todos, con la excusa de tener un asunto importante con su padre.

Ingresan al edificio, Jungkook no tuvo tiempo a esconderse de las miradas ajenas que siempre recibían, porque estaba más concentrado en analizar cada movimiento de Kim Jinwoo; lucía sonriente, saludando a algunos de quienes se cruzaban en su camino; mientras que charlaba con Mingyu sobre un tema que, sinceramente, el omega no escucha. Pues, piensa en la inquietud con que el alfa rubio muerde sus labios cada tanto; si miras detenidamente, hay cierto brillo dorado en los opacos orbes ajenos, el cual indudablemente se enciende apenas un poco más, cuando Vernon y Hoshi aparecen en el camino. Él les sonríe, pero Jungkook sabe —joder si no—, ese alfa esconde demasiado en una expresión despreocupada, seguido de las bromas que siempre realizaba.

Through The MaskDonde viven las historias. Descúbrelo ahora